"Ganamos juicios y no podemos ni felicitar al acusado porque no se ha presentado"
Alejandro Pérez ejerce de abogado de oficio en casos penales, una labor vocacional "que no está muy bien pagada"
A un detenido se le asigna un abogado de oficio en comisaría y aparece un hombre sudado, con un viejo maletín y un montón de papeles arrugados bajo el brazo que, inevitablemente, acabará perdiendo el caso. La escena la hemos visto en decenas de películas americanas. Pero cuando Alejandro Pérez acabó la carrera de derecho, lo tuvo claro. “Quería empezar por el turno de oficio. Primero por un tema vocacional: muchos de los clientes que te tocan son gente sin trabajo, sin recursos, drogodependientes... y aunque no tengan dinero para pagarse un abogado, todos deben tener todas las garantías legales. Porque todo el mundo es inocente en un principio. La otra razón para dedicarme era precisamente intentar romper con esa mala imagen tan injusta que tiene el turno.”
Alejandro combina el turno de oficio, donde atiende a casos de derecho penal, con el trabajo en el bufete de abogados familiar, como ocurre en la gran mayoría de casos: “No puedes vivir sólo del turno de oficio porque no sabes cuánto trabajo tendrás y además no está muy bien pagado. Lo haces por vocación, porque económicamente, si lo comparas con el derecho privado, no hay color.” La mecánica del turno de oficio es la siguiente: de media sueles tener una guardia de 24 horas al mes, en la que se te asignan diferentes casos, y después debes realizar el seguimiento. “Hablas con el cliente el día que le detienen y lo vuelves a ver horas después cuando declara ante el juez. Algunos no quieren hablar contigo; quizás desconocen el sistema y no te ven como alguien que les puede ayudar. Después, muchas veces salen en libertad y no vuelves a verlos nunca más.” La celebración del juicio, según explica Alejandro, puede acabar siendo al cabo de un año, y cuando llega la fecha muchas veces resulta difícil volver a contactar con el cliente para preparar la vista. “Algunos se implican en su proceso, pero otros muchos que no. Siempre intentas localizarlos, pero a menudo el contacto ya no sirve, el teléfono se ha dado de baja... También suele ocurrir que el acusado ni se presenta al juicio. Si se pide menos de dos años de cárcel, la ley dice que debe celebrarse igualmente, por lo que tienes en la sala a los testigos, al fiscal, al juez, a los policías... pero al acusado no. A veces ganamos juicios y no podemos ni felicitar al cliente porque no se ha presentado; es algo surrealista”.
Pese a que a veces este proceso resulta “desesperante”, Alejandro sigue convencido del valor que tiene el turno de oficio, en el que están inscritos en Catalunya unos 6.000 profesionales. “Las guardias son pura adrenalina, pero sobre todo es muy gratificante cuando alguien te dice: “No pensaba que un abogado de oficio se preocuparía tanto por mí.” Conozco a muchos penalistas veteranos de renombre que continúan en el turno por vocación”. De hecho, Alejandro asegura que entre el mismo gremio de abogados, el turno de oficio genera mucha admiración: "Es en la sociedad en general que tiene tan mala reputación."
Como abogado penalista, en los últimos años ha percibido un aumento bastante grande de delitos relacionados con la violencia de género, que son, al mismo tiempo, los casos que más le han impactado: “En los delitos de género puedes llevar un investigado, pero también una víctima con la que formulas una acusación.” Y también lamenta el "desconocimiento brutal" que tiene la ciudadanía sobre el mundo del derecho: “La verdad es que se dicen muchas tonterías, como que si eres rico, te libras de cualquier acusación, o que todos los delincuentes que roban salen en la calle al día siguiente... Esta desinformación es un peligro, y ya sabemos que después puede llevar a votar a ciertos partidos.”