Literatura

La hazaña épica de los catalanes que salvaron la lengua

Alfred Bosch hace un 'The Crown' a la catalana con 'Abriu pas!' y los protagonistas del impulso de la Renaixença

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Escritores catalanes, provenzales y valencianos en el Monasterio de Montserrat con ocasión de los décimos Juegos Florales de Barcelona (1868). Frederic Mistral es el tercero de la hilera del medio y Víctor Balaguer es el quinto.

BarcelonaFue en una noche de tertulia y licores que se decidió el futuro del catalán. Un grupúsculo de "letraheridos, aburridos, incandescentes y borrachos" decidieron, en 1859, recuperar los Juegos Florales que se habían celebrado en la corte provenzal en los siglos XIV-XV. Y, encima, acordaron hacerlo sólo con obras escritas en catalán y occitano, no en el castellano que todos utilizaban en las aulas, en los poemas y en la correspondencia. No lo hacían para salvar la lengua, sino para enterrarla dignamente. En todo momento fueron inconscientes del hito que conseguirían: nada menos que "convertir ese habla campesina y cantonal en una lengua de primera división, que tiene una gramática, que tiene un estándar, que se enseña en las escuelas, que se escriben medios...". Éste es el relato, dramático y épico, que Alfred Bosch (Barcelona, ​​1961) novela en ¡Abrir paso! (Columna), en la que narra "la epopeya de quienes salvaron el catalán... pese a ellos mismos".

El novelista, político y profesor cree que el hecho de que el catalán hoy esté vivo es "la historia más triunfante de los catalanes de la época moderna". Lo más probable era que al catalán le pasara como al veneciano, al siciliano, al irlandés o al bretón, que eran lenguas de reyes y trovadores, pero que hoy no tienen, ni de lejos, la salud del catalán. "El caso del catalán es único, es un milagro. No es nuestro tema, no, no, tiene valor universal. La única lengua que se le puede comparar remotamente es el hebreo", explica el autor. Y, en cambio, Bosch encuentra que ni somos conscientes de ello, ni sabemos cómo fue. Quizás en un país acostumbrado a las derrotas, ¿cuesta admitir las victorias?

El movimiento floralista

El hito histórico que marcó el inicio de la Renaixença, para Bosch, no fue elOda a la patria de Bonaventura Carles Aribau –"es anecdótico, escribió poquísimo"–, sino el movimiento en torno a los Juegos Florales, que retrata desde la vertiente humana, incluyendo rivalidades literarias, celos, duelos con pistola, enfrentamientos por las... "Es como un docudrama. Es The Crown pero con la historia de la lengua catalana. Si alguien la llevara al cine oa la televisión, disfrutaríamos como camellos y revalorizaríamos la aventura de la lengua", asegura Bosch, que en el prólogo ya avisa de que se trata de "una reconstrucción libre y dramatizada".

El libro rescata nombres que quizás al gran público le suenen de institutos y bibliotecas, y les dota de humanidad, por ejemplo, el solemne y deprimido Manuel Milà i Fontanals, que tenía la autoridad académica para proponer, contra todo pronóstico, que los Juegos Florales fueran en catalán y occitano.O el viril y elegante Víctor Balaguer, autollamado Lo Trobador de Montserrat, siempre enfrentado a la rata de biblioteca Antoni de Bofarull, Lo Coblejador de Montcada. y que las señoras les adulen. ¡Víctor Balaguer querría ser Verdi! Y toman una gran decisión histórica de una forma pasajera y con muy poca épica, lo que le da más valor", dice Bosch. En cuestión de un par de años ya estaba claro que el catalán –que habían llamado lemosín y asimilado en el occitano– era sin duda una lengua: "En ese momento el catalán triunfa porque se vincula con la nación: no hay país sin lengua, y no hay lengua sin país. Hay proyecto nacional y ésta es la lengua nacional", observa Bosch.

Las guerras entre encendidos y asnos

Quedaba una eternidad de "discusiones bizantinas" hasta la "pax Fabriana", que Bosch describe como guerras volcánicas: el amor-odio con los provenzales de Frederic Mistral, las trifulcas de café entre los encendidos y los asnos (es decir , los favorables a los plurales acabados con -es y los acabados con -as), entre las is griegas y las latinas, entre los creadores de diccionarios (Alcover, Aguiló, Fabra). "Hasta Fabra no existe el intento de profesionalizar la filología. Fabra es el más largo de todos, es un pícaro y un pragmático. Va arrinconando a los demás y es lo suficientemente listo para dejar caer lo que no prosperará [como la eliminación de las haches] y coger lo que sí tira [como la ç]. También deja caer el peso muerto del occitano. Él adopta lo que triunfa", explica el autor.

Estas peleas no llegan a la población como debate intelectual, pero sí a través del teatro de Pitarra (a quien por decreto obligaron a colocar en sus populares obras a un personaje que hablara castellano y puso en él) una parodia de policía llamada Sánches), de liceístas y cruzados, de poemas, canciones, orfeones... "Todo esto conecta con un amplio movimiento cultural, catalanista, en el que la lengua es el estandarte. El grueso de la población apoya esta revolución lingüística y cuando [los poetas] ven que la reacción es tan positiva y tan masiva, es cuando empiezan a defenderlo con pasión y con entusiasmo", dice Bosch. Gracias a ello, la siguiente hornada, como Guimerà, Verdaguer, Costa y Llobera, Oller y Català escribieron en catalán su obra. De lo contrario, "probablemente habrían hecho como Blasco Ibáñez".

Alfred Bosch, que publica 'Abriu pas!', en el Café de la Ópera de la Rambla de Barcelona.

Cuatro lecciones para una "segunda Renaixença"

Alfred Bosch espera que en 'Abrid paso!' no sólo haya un retrato del pasado, sino que se extrapolen lecciones para el presente. "Necesitamos una segunda Renaixença", sentencia. Bosch ve cuatro ejemplos a seguir de ese triunfo. El primero: "Tiene que haber un proyecto de país, y la lengua debe ser central en el proyecto nacional, no se puede hacer país en castellano, nunca ha sido así y no tiene sentido". El segundo: "Hay que creer en Barcelona. Todo lo que ocurra aquí marcará el país". El tercero tiene que ver con la modernidad. "La modernidad no está reñida con la tradición. El Liceo era modernísimo. La burguesía se apunta al Modernismo. No les da vergüenza la poesía trovadoresca medieval, no les da vergüenza la mitología histórica, defender a Jaume I, no les da vergüenza ni la barretina ni bailar sardanas. Por el contrario, lo cogen y modernizan. Como lo que hemos hecho con los últimos años con los castells. Ahora tocaría hacerlo con nuestra modernidad, con la Inteligencia Artificial", apunta. Y finalmente, "es importante creérselo, estar convencido de que puedes". "A partir del momento en que lo creen, lo hacen con una fe tan bestia y tan profunda, que incluso llegan a gente que no lo tenía claro al principio, como Narcís Oller", recuerda Bosch.

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