¿Jornada escolar continua o partida? Pros y contras
Es hora de superar la dicotomía, apostando por la flexibilidad y dando respuesta a las necesidades de cada proyecto
La ley establece que las horas lectivas del alumnado en primaria son 25 y en secundaria 30. A la hora de distribuirlas, los centros de secundaria pueden elegir el tipo de jornada –85% hacen continua–, y los de primaria hacen partida, excepto 25 escuelas públicas que empezaron un plan piloto de jornada continua hace casi 10 años. J. Jorge Sánchez, profesor de secundaria y responsable de comunicación y formación del Sindicato de Profesores de Secundaria, defiende que la autonomía de centro tendría que permitir que los centros de primaria eligieran el tipo de jornada que quieren o que un mismo centro ofreciera dos tipos de jornada en función de la edad de las criaturas.
A pesar de hacer décadas que dura el debate sobre qué jornada es la mejor, no hay datos de investigación conclusivos sobre el modelo más conveniente para fomentar el aprendizaje y conseguir un mejor rendimiento escolar del alumnado. Por eso Màrius Martínez, profesor de orientación profesional del departamento de pedagogía aplicada de la UAB, entiende que son legítimos tanto los argumentos a favor como en contra de un modelo y otro. “Podemos aducir razonamientos sobre la organización del centro, el claustro, la conciliación, el cansancio… pero la cuestión fundamental es que los horarios tendrían que estar al servicio del proyecto educativo. De aquí la importancia de definir el proyecto y a partir de aquí ver qué jornada resulta más conveniente para lograr los objetivos”, dice Martínez. En la misma línea, Ricard López Muñoz, director del Institut Escola Barnola de Aviñón, cree que ya es hora de superar el debate: “Es necesario racionalizar los horarios de forma sistémica, no solo en el ámbito educativo”. Insiste que en el ámbito de país tenemos que definir el tipo de organización que queremos, un modelo que nos beneficie y permita mejorar los resultados, la salud y el bienestar de las personas. Para Jordi Perales, experto en educación y tutor del máster universitario de dificultades del aprendizaje y trastornos del lenguaje de la UOC, lo más importante a la hora de establecer la jornada escolar es tener en cuenta las necesidades del alumnado, “y no es lo mismo hacer una jornada continua en primaria o en secundaria porque los ritmos biológicos de niños y adolescentes varían”.
“Quien aboga por la jornada continua y apela a experiencias europeas como referentes donde funciona el modelo no tiene en cuenta que la realidad de estos países tiene poco o nada que ver con la nuestra. Allá el desayuno es una comida fuerte, las jornadas laborales acaban antes, y hacen posible la conciliación familiar independientemente de los recursos económicos de las familias, las actividades extraescolares que ofrecen en el centro son gratuitas…”, argumenta Francesc Imbernon, catedrático de pedagogía de la UB. Para el profesor la clave es flexibilizar la situación actual: “No se puede imponer en todo el país el mismo modelo cuando las realidades de los territorios y la situación socioeconómica y cultural de las familias son muy diversas”. Propone que el centro determine la distribución horaria más conveniente para el alumnado en función de su realidad. Como el resto de expertos reclama que se evalúen las experiencias de las diferentes jornadas, “porque una vez se implanta una jornada es difícil tirar atrás, sobre todo cuando responde a los intereses del profesorado”, dice Imbernon.
Superar el binomio
Jaume Aguilar es miembro de la Federació de Moviments de Renovació Pedagògica de Catalunya y coautor del estudio Educació a l’hora: Uns altres horaris escolars són possibles. Proposta d'horaris escolars en clau d'educació a temps complet (2019) de la Fundación Bofill, que propone ir más allá de la dicotomía jornada continua o partida: “Hemos buscado una vía más completa que distingue el horario del centro –las horas que está abierto ofertando actividades–; el del alumnado –el que puede permanecer en el centro haciendo actividades–, y el del profesorado y educadores que trabajan ahí, que pueden tener una jornada flexible en función de sus responsabilidades”.
Algunas de las propuestas del estudio son:
- Flexibilizar la jornada lectiva tanto en los horarios de entrada –15 o 30 minutos de margen– y con actividades abiertas para que el alumnado se incorpore a medida que va llegando, como con sesiones que van más allá de una hora por materia.
- No compactar horarios para que quepa todo en 5 horas seguidas en primaria o 6 en secundaria. Se trata de hacer horas de calidad.
- Valorar los descansos entre horas lectivas. Descansar en condiciones permite aprovechar el tiempo al máximo.
- El patio pasa a ser hora lectiva en secundaria como lo es en primaria. Consideran que 30 horas lectivas son excesivas.
- La hora de la comida también pasa a ser horario lectivo porque es un tiempo educativo que hay que cuidar más de lo que se está haciendo hasta ahora.
- Comer a una hora razonable –entre las 12 h y las 14 h– con una comida saludable y suave que no dure más de 45 minutos.
- Tener la posibilidad de ampliar el tiempo de permanencia en el centro con actividades de estudio asistido, tutelado por el centro aunque no hace falta que lo hagan los docentes. Así se apoya a quien tiene dificultades y se ofrece un espacio para estudiar, evitando diferencias entre alumnos con más y menos recursos.
- Oferta pública de actividades educativas no lectivas gratuitas organizadas por el centro en coordinación con los municipios, para que ningún alumno quede excluido. Las actividades tendrían que acabar entre las 19 h y 20 h como máximo para contribuir a la convivencia familiar y poder descansar las horas necesarias.
Decidir la jornada escolar
Luna Font es madre de dos hijos y miembro de la plataforma de familias y asociaciones de familias Dret a Votar la Jornada Escolar, que reivindica que las familias puedan elegir el tipo de jornada que tienen los centros de primaria. “El debate surge porque no tenemos la posibilidad de escoger y queremos ser escuchados por el departamento de Educación, que hasta ahora no ha querido abrir una vía de diálogo sobre esta cuestión”, apunta Font. No piden que se imponga en todo el territorio la jornada continua, sino que sean las comunidades educativas las que elijan de manera consensuada cuál es la jornada –de 8.30 h a 13.30 h o de 9 h a 14 h– que mejor les encaja para después votarlo en consejo escolar.
En este sentido, cuando la Escola Barnola se convierte en Institut Escola, el equipo directivo se plantea repensar el proyecto de centro con el objetivo de crear un proyecto único, válido para todo el mundo, compartiendo tiempo y espacios conjuntos, y conectando alumnado y docentes de primaria y secundaria. Después de analizar diferentes modelos de jornada implantados a escala europea, las directivas del departamento y las propuestas que sugiere la iniciativa Reforma Horària deciden hacer de 9 h a 16 h, reduciendo la pausa del mediodía para avanzar las actividades educativas por la tarde y ofreciendo la posibilidad de comer en el centro o en casa con un horario racional, de 12.30 h a 14.30 h en primaria y de 13 h a 14 h en secundaria. El director entiende que el tipo de jornada tendría que ser un instrumento flexible y adaptable al servicio del proyecto educativo, pensando sobre todo en el alumnado: “Las diferentes jornadas pueden ser válidas si detrás hay unos objetivos”, concluye.
- Ritmo biológico Para los defensores de la continua no es un problema empezar a las 8 h; salir antes les permite descansar antes de las extraescolares o estudiar, y evitar las primeras horas de la tarde, cuando baja la concentración. En cambio, hay estudios que avalan que niños, y sobre todo los adolescentes, están poco despiertos a primera hora; es poco conveniente pasar 6 horas hasta hacer una ingesta grande de alimento, porque están demasiado cansados y no rinden suficiente. A pesar de que la atención baja justo después de comer, después vuelve a subir.
- Flexibilidad Compactar la jornada permite que el alumnado salga del centro al acabar las horas lectivas (13.30 h o 14 h en primaria y entre 14 h y 15 h en secundaria), después de comer o al acabar las actividades extraescolares que se programan en el centro.
- Convivencia La compactación de la jornada en secundaria ha supuesto un descenso de la conflictividad y las conductas disruptivas que solían ser habituales cuando llevaban tantas horas en el centro.
- Currículum Concentrar el currículum puede suponer un problema para el alumnado con dificultades de aprendizaje, que le cuesta más seguir el ritmo del grupo clase.
- Coordinación docente En principio el tipo de jornada no afecta la coordinación del claustro, pero hay quien considera que el acuerdo parlamentario que el curso 2020-21 rebajaba de 28 a 24 horas la jornada presencial del profesorado de secundaria ha dificultado la coordinación docente.
- Conciliación familiar La opción de comer acabada la jornada escolar contribuye a la conciliación familiar en las familias que se pueden permitir recoger a sus hijos, comer y pasar la tarde juntos.
- Comedores y extraescolares Compactando la jornada se reduce la asistencia en el comedor y las extraescolares, y se permite que familias con recursos concilien, pero a la vez perjudica las más desfavorecidas. En teoría acabar antes la jornada escolar permite que se avance el inicio de extraescolares pero a la práctica la mayoría empiezan a partir de las 17 h. Cuando se compactan horarios el tiempo entre la comida y la cena suele ser el mismo que si se parte la jornada; por lo tanto, suelen cenar más tarde y duermen menos.
- Resultados académicos Las comunidades autónomas españolas que desde hace más tiempo tienen jornada continua en primaria obtienen peores resultados que las que la tienen partida.
- Ahorro La continua supone un ahorro energético para los centros y una reducción de desplazamientos para las familias en que los hijos comen en casa.