Teresa Moratalla: "La mayoría de disputas entre hermanos tienen que ver con sus padres"
Terapeuta de familia
BarcelonaTodas las familias felices se asemejan y cada familia infeliz lo es a su manera... pero ¿de qué manera? ¿Por qué son infelices las familias? Esto es lo que queremos indagar con la psicóloga Teresa Moratalla, profesora de la Escuela de Terapia Familiar del Hospital de Sant Pau y miembro de la junta del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña.
¿Cuál es la principal consulta de los adultos que vienen a terapia?
— La inmensa mayoría llegan con sintomatologías de malestar emocional: "estoy mal", "me encuentro muy pisado", "no puedo dormir". "Agotado" es una palabra bastante redundante. A veces no saben su origen y otras son más definidos: problemas de pareja o malestar con sus hijos, etcétera. Algunos casos pueden ser muy graves, pueden ser trastornos diagnosticables y que requieran fármacos y, en otros, necesitan tratamiento. No basta con decir: "Descansa", "Tú puedes superarlo". Si no lo hacen es porque no pueden, porque el mismo malestar se lo impide.
¿El malestar suele venir de las relaciones afectivas o también de las laborales?
— Puede venir de los dos sitios. En el ámbito laboral, donde en teoría no ponemos el cariño, sí ponemos muchas otras cosas: nuestra autoestima, tener un buen concepto de nosotros mismos. En determinados trabajos uno busca no sólo una ganancia económica, también una satisfacción personal, sentir que se te reconoce. Cuando esto no está, puede ser duro, podemos sentirnos maltratados y nos puede bajar la autoestima. Hay situaciones muy duras, aparte del estrés. En función de si tienes otras cosas en la vida que te sustentan, esto puede ser más o menos grave. Pero evidentemente el principal malestar deriva de las relaciones primarias: padres, hermanos, pareja e hijos.
La familia puede ser vista o como el gran refugio vital o como el origen de los grandes traumas personales. ¿De qué depende que sea una cosa o la otra?
— La mayoría de traumas están en las familias de origen, sí. Con la familia aprendemos a ver el mundo —qué está bien, qué está mal—, todos nuestros valores, cómo debemos relacionarnos con los demás, qué significa amar y que te quieran. Aprendemos una serie de cosas muy básicas que nos construyen como personas, nos dan nuestra identidad. Por tanto, estar en una familia que te ha maltratado, que has oído que no te quiere, que no te valora, estar en medio de la batalla judicial de los padres... hay situaciones muy duras que, además, aparentemente no existen porque no se enseñan.
Un amigo defiende que los catalanes somos una superpotencia en incomunicación familiar. ¿Cómo afrontar los problemas cuando el talante es simular que no pasa nada?
— No es sencillo cambiar, porque la familia es un sistema que funciona con unas reglas que no son explícitas, pero que todos conocemos y seguimos. Todos sabemos lo que se puede transgredir y lo que no, de qué podemos hablar y de qué no. Todos tenemos un rol asignado y tú lo juegas dentro de ese núcleo. Hay familias en las que dar un grito es un descalabro y familias que se comunican a gritos; hay familias en las que darse un abrazo es impensable y otras en las que tienes que entrar y dar cuatro besos. ¿Qué es mejor o peor? Siempre están los términos medios. Las familias en las que se lo cuentan todo y no existe la intimidad son un problema, y las familias en las que no puedes comunicar tu malestar porque se considera una debilidad o una tontería también son un problema. Esto requiere un trabajo terapéutico.
Lo habitual será irlo trampeando...
— Hay una señal que indica que la familia es muy sana, y es cuando tienes la capacidad de salir de la situación y hacer explícito lo que está pasando, que en psicología lo llamamos metacomunicar. Esto, que parece simple, la mayoría de familias no lo hacen, sino que van aguantando y ahí se queda. Y es cuando te venden adultos y te dicen "en mi casa nunca he podido expresar nada", "en mi casa tienes que conseguir muchas cosas en la vida para que te valoren bien"...
Una confrontación generacional habitual es que los hijos ya adultos critiquen a sus padres porque proyectaron sus aspiraciones y carencias en ellos, que nunca lograban complacerles, mientras que los padres les critican que los jóvenes sean tan blandos habiéndolo tenido todo tan fácil. ¿Cómo se resuelve este choque?
— Es inevitable e inconsciente que hacemos cierta proyección en los hijos, pero debes tener claro que el hijo es una persona diferente de ti, no una extensión de ti, y vive en un mundo diferente al tuyo. La sensación del padre es que si no ejerce ese control, el otro fracasa y, si fracasa, no le dará ese reconocimiento de persona distinta, que tiene otros intereses, características y habilidades. La clave en estas relaciones es que confíes en tu hijo y en que las cosas positivas que le has enseñado saldrán.
Tenemos que amar a los hijos por lo que son y no por lo que hacen.
— Querer entre padres e hijos debería ser gratuito: te quiero porque eres tú y punto. Ni porque has estudiado, ni porque sacas buenas notas, ni porque eres el hijo idóneo, ni porque eres la hija que ayuda a casa. Eres tú, simplemente, y te quiero y me pareces estupendo. Pero a veces se plantea como un intercambio: si me das esto que a mí me gusta, yo te muestro amor; si no me lo das, no te lo muestro. Esto es traumático, efectivamente.
¿Por qué necesitamos la validación de sus padres? ¿O el reconocimiento en el trabajo?
— Hay dos cosas que nos nutren como personas: el amor y el reconocimiento; es decir, que nos quieran y que nos valoren.
¿Qué ocurre cuando un hijo siente que no es el favorito?
— Que lo pasa muy mal y crece con el sentimiento de que no es suficiente, con una autoestima baja, y se relaciona con el mundo desde ese sitio. Esto le condiciona la vida, o porque se pone en una posición pasiva de "no voy a ser suficientemente apreciado" o en la posición activa de exigir que lo reconozcan, y es esa gente que van comiéndose el mundo porque necesitan demostrar que les han de amar.
¿Cómo fomentar los lazos sanos entre hermanos?
— La inmensa mayoría de las veces las disputas entre hermanos tienen que ver con la diferenciación en el trato que hacen los padres, que a uno se le permitan más cosas que al otro. Por lo que sea, en uno ven todas las gracias y en el otro, ni una. Los hermanos son un núcleo muy importante en la vida porque son los únicos con los que has crecido a la vez y conocen exactamente lo mismo que tú. Fomentarlo a menudo pasa por no ponerte de parte de ninguna. Cuando los hermanos no llegan a soluciones, la mayor parte de las veces es porque los padres se están poniendo de por medio.
¿Cómo recuperar una mala relación familiar?
— Si son cosas pequeñas, hablando. Sino, con intervención profesional, porque normalmente cada uno se queda con su parte de razón y es imposible encontrar un punto intermedio. En una situación familiar que no funciona no hay buenos ni malos, hay incomprensión por ambos lados.
¿Las relaciones deben ser recíprocas?
— Las relaciones con los niños están en cascada: los padres dan y los hijos reciben. Cuando somos adultos debemos saber dar y saber recibir, debe haber reciprocidad de cuidado, reconocimiento y estar bien juntos. Cuando hay un conflicto, en cambio, no tienes ganas de estar con esa persona, sientes el maltrato y es como que se active un sensor que te deriva a una respuesta agresiva, porque no hablamos de pensamientos sino que se rige básicamente por las emociones. Cambiarlo es un proceso psicoterapéutico.
¿A partir de qué edad ya no podemos culpar a los padres de cómo nos ha ido la vida?
— A partir de que somos adultos, la responsabilidad es nuestra, también de nuestro malestar. Puedes culpar a tus padres, y quizá tienen la culpa, pero ellos no te lo resolverán, debes hacerlo tú.
¿A qué edad somos adultos?
— Lo que nos convierte en adultos es diferenciarnos de nuestra familia: yo soy éste y tomo mis decisiones; y si no somos capaces, debemos hacerlo mirar. Debemos tener nuestra identidad, aunque quizá dependamos económica y emocionalmente de la familia.
Será muy difícil cambiar el modelo familiar, a la hora de crear tu propia familia.
— Sí. Estás acondicionado por tu modelo: si has sido feliz, lo imitas; si has estado muy mal, haces lo contrario. Muchas parejas que petan cuando tienen niños es porque tienen diferentes modelos parentales. Y ahora con las parejas interculturales lo vemos muchísimo, porque las culturas determinan los modelos educativos.
¿Todo el mundo debería ir a terapia?
— No, en absoluto. Y no creo que las terapias tengan que durar toda la vida, ni mucho menos. Las personas tenemos recursos para salir de las cosas. Las terapias son el tratamiento adecuado para tener herramientas y superar determinadas situaciones. Entonces busca un profesional de la psicología, sobre todo, porque con el intrusismo que hay, ¡a ver dónde vas a parar! La psicología tiene una base científica, y para ejercerla, debes estar colegiado. La gente piensa que tomar un café aquí en la esquina es hacer terapia, y no tiene nada que ver.