Muere Joan Margarit, voz serena, valiente y consoladora de la poesía catalana

El autor, de 82 años, recibió el premio Cervantes en 2019 y deja el libro inédito 'Animal de bosc'

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Joan Margarit, en casa suya, en Sant Just Desvern

"La poesía es un instrumento de consuelo muy potente", decía el poeta Joan Margarit este diciembre, en su casa, en Sant Just Desvern. Severamente enfermo, Margarit avanzó en esa conversación que tenía a punto un último libro, Animal de bosc, que le gustaría presentar "cuando el mundo hubiera dejado atrás la pandemia". No podrá ser: el autor ha muerto este martes a mediodía a consecuencia de un cáncer de linfa a los 82 años. "Escribes para profundizar en ti –decía entonces, coincidiendo con la entrega del premio Cervantes, un año después del anuncio–. Lo que encuentras adentro tuyo está también adentro de los otros. Escribiendo sobre la verdad de mi interior me he dado cuenta de que consolaba al lector". A pesar de la enfermedad, Margarit siguió buscando consuelo en la poesía hasta el último momento. Ahora son sus numerosos lectores los que tendrán que acudir a los versos del autor para reencontrarse con su voz serena, valiente y consoladora.

Margarit deja una extensa y reconocida obra, integrada por una veintena de libros, entre los cuales hay Edad roja (Columna, 1990), Joana (Proa, 2002) –que condensa los últimos meses de vida de su hija–, Cálculo de estructuras (Proa, 2005) y la todavía reciente Un asombroso invierno (Proa, 2017), título donde resuena un verso de Miquel Martí i Pol, el poeta que le hizo ver que tenía que cambiar el castellano por el catalán como lengua de expresión. "El primer verso, el primero de todos, siempre lo escribo en catalán –comentaba a finales del año pasado–. Es entonces cuando se me ocurrió la imagen de la catedral y la cripta. La catedral puede ser una maravilla: puede tener columnas, vueltas, arcbotantes... Pero sin la cripta no existe. La cripta es la lengua materna".

El descubrimiento de la poesía

Nacido en Sanaüja en 1938, Joan Margarit pasó la primera niñez en el municipio de la Segarra –en casa de la abuela paterna–, y antes de instalarse en Barcelona pasó temporadas en Rubí, Figueres y Girona. "La infancia es la etapa vital donde se hace el escritor, la arcilla blanda que ya buscaba Rilke. Más adelante hay un azar que va torciendo o coloreando una cosa que ya estaba hecha”, explicaba en 2018, coincidiendo con la publicación del libro de memorias Para tener casa hay que ganar la guerra (Proa). Hijo de arquitecto y maestra, Margarit no empezaría a escribir poesía hasta la adolescencia, cuando se había trasladado con la familia a las islas Canarias.

Margarit estudió arquitectura y compaginó esta profesión con la docencia –fue catedrático de cálculo de estructuras en la Universitat Politècnica de Catalunya–, pero también con una afición que acabaría convirtiéndolo en una de las voces imprescindibles de la poesía catalana de la segunda mitad del siglo XX. "He escrito la mitad de mis libros en bares de albañiles –admitía con orgullo–. Cuando llegaba a una obra para dirigirla me fijaba en los bares donde iban los albañiles, que tienen muy buen ojo, y desde ahí me dedicaba a escribir".

Un autor autoexigente

Antes de encontrar la voz en catalán, Joan Margarit publicó varios libros en castellano, entre los cuales están Doméstico nací (Vicens Vives, 1968) y Crónica (Barral, 1975), pero cuesta encontrar rastros, porque todos, junto con los primeros once libros posteriores en catalán, nunca han sido reeditados. El autor, que era muy exigente con su propia obra, refundió toda esta producción, publicada a lo largo de la década de los 80, e hizo una pequeña antología en Restos de aquel naufragio, prólogo de su obra completa, que ha tenido varias ediciones desde El primer frío. "Aunque a partir de La sombra del otro mar [1981] empezara a escribir en catalán, al castellano le debo muchas cosas –explicaba–. Todas mis lecturas iniciales de mi vida. Es un estúpido quien odia lenguas. Solo tengo motivos de agradecimiento al castellano".

El primer libro de poemas de su producción que Margarit aceptó es Luz de lluvia (Península, 1986), publicado poco antes de cumplir 50 años. "Todo ese tiempo hice una gincana para que me conocieran y me pudieran llegar a publicar sin necesidad de ganar premios –recordaba en diciembre pasado–. Me pasé veinte años haciendo libros que no me gustaban: algún convencimiento interior tenía. El aprendizaje de todo este tiempo no lo tiré a la basura. En absoluto fue así".

El Margarit de la década de los años 90 fue ganando lectores libro a libro, recital a recital. Verlo en acción, recitando con decisión versos a menudo desasosegantes, era una experiencia que dejaba indiferentes a muy pocos. Los motivos del lobo (Columna, 1993), Aguafuertes (Columna, 1995) y Estación de Francia (Hiperión, 1999) lo colocaron en primera línea de la poesía de la experiencia. Escribía poemas desoladores y a la vez reconfortantes, con versos difíciles de olvidar.

Una popularidad creciente

Los reconocimientos institucionales tardarían todavía en llegar. Hacía falta que Margarit se instalara en su cumbre de popularidad con el tríptico integrado por Joana (Proa, 2002), Cálculo de estructuras (Proa, 2005) y Casa de Misericordia (Proa, 2007). Este último mereció el Premi Nacional de literatura de la Generalitat y, meses después, también el Premio Nacional de poesía. "Durante la última etapa de la enfermedad de Joana quise hacer un pacto con la poesía –recordaba en diciembre pasado–. Le dije: «Mira, nuestra relación es muy estrecha, y sé que no se tiene que escribir en caliente, pero esta vez necesito hacerlo. Si no estás a mi lado lo dejo y no sabrás nunca nada más de mí». Desde entonces, la poesía siempre está a mi lado. No digo que vaya a favor mío, pero puedo acudir a ella". 

Misteriosamente feliz (Proa, 2008) y el ensayo Nuevas cartas a un joven poeta (Proa, 2009) –guiño a Rilke, poeta a quien también tradujo, junto con Feliu Formosa (Cinquanta poemes de Neue "Gedichte", Quaderns Crema, 2011)– precedió la entrada en la última década creativa de Joan Margarit.

Joan Margarit, hace unos días, en su casa

Verdad y belleza

El autor continuó entregando nuevas compilaciones, entre las cuales Se pierde la señal (Proa, 2012). Durante los últimos años, al reconocimiento internacional –con galardones como el premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2017) y el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2019)– se sumó un premio Cervantes que el autor no pudo recoger hasta finales del año pasado, en una ceremonia privada en Barcelona con el rey Felipe VI. Levantó una controversia notable, todavía más virulenta que la que se dio después del anuncio del Cervantes a finales del 2019. "Hacerse viejo tiene una ventaja: lo único que te interesa es la verdad y la belleza –respondía Margarit hace dos meses–. Cuando empecé a leer la prensa, la censura del Estado te obligaba a adivinar entre líneas qué se quería decir. Ahora hay una libertad total para decir lo que se quiere en términos personales. Son dos extremos".

Joan Margarit deja el libro inédito Animal de bosc, que publicará Proa próximamente –todavía no hay una fecha fijada– y que incluirá unos sesenta inéditos escritos durante la enfermedad. Excavando en la cripta de la lengua, Margarit ha levantado una catedral de versos que seguirá en pie, aguantando las inclemencias con firmeza, durante muchos años.

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