Homenotes y danzas

El olvidado pionero catalán en la carrera de los motores de combustión

Francesc Bonet Dalmau diseñó un triciclo de cuatro plazas que funcionaba con gasolina a finales del siglo XIX

El prototipo diseñado por el empresario Francesc Bonet Dalmau.
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  • Empresario textil y de la automoción

Por estas páginas han circulado –nunca mejor dicho– personajes primordiales de la automoción catalana, como Arturo Elizalde Rouvier (1871-1925), que fabricaba coches de lujo en medio del Eixample, o Josep Maria Armangué Feliu (1890-1917), muerto prematuramente, pero que tanto él como su familia nos dejó la marca David y otros muchos frutos dulces de los que disfrutaríamos en los tiempos posteriores. Pero con estos dos personajes no acaba, ni mucho menos, la lista de pioneros de la automoción en Catalunya.

En este país, que algunos ven ahora atacado por el mal del conformismo y la comodidad, hubo un tiempo en el que surgían emprendedores de debajo de las piedras, y Francesc Bonet Dalmau era uno de ellos. Nacido en Valls (Alt Camp) y con el título de ingeniero industrial, la fortuna la había hecho, naturalmente, con el textil, gracias al acuerdo que tenía con Francesc Sans Verdaguer para la explotación de una fábrica muy importante en Barcelona (Manufacturas Sans; un descendiente de Sans será Francesc Miró-Sans Casacuberta, presidente del Barça en los años cincuenta). El futuro pionero del mundo automovilístico logró modernizar la fábrica y hacerla más rentable gracias a sus innovaciones, algunas portadas del extranjero y otras con patentes propias. Con la situación económica resuelta, invirtió mucho dinero en algunas de sus aficiones, especialmente la ópera: enseñaba a cantar a los hijos de los obreros de la empresa, financiaba la carrera de cantantes y era benefactor del Liceu (la mítica soprano Maria Barrientos salió de la cantera de Bonet).

En uno de los viajes de negocios por Europa que hacía nuestro protagonista, descubrió los motores de combustión, y quedó tan interesado, que abrió la cartera y adquirió uno. Era un motor fabricado en Francia bajo licencia de su desarrollador, Gottlieb Daimler (que después crearía una marca de automóviles muy conocida) y el hallazgo lo hizo en la Exposición Universal de París de 1889, que tenía un pabellón dedicado a máquinas que funcionaban gracias al petróleo y derivados –hasta la fecha, sólo se conocía la propulsión a través de máquinas vapor–. Se trataba de un motor Einspur (vía simple) que ofrecía hasta un caballo de potencia. Con el motor en casa y el espacio que le proporcionaba la fábrica de algodón, se puso a diseñar un vehículo capaz de desplazarse autónomamente, hasta el punto de que llegó a patentar un primer modelo que todavía variaría mucho durante el proceso de fabricación (se puede consultar la patente 10.313 para ver los dibujos iniciales de lo que iba a ser un coche primigenio, que todavía preveía disponer de cuatro ruedas).

Un primer trayecto de plaza Catalunya a Gràcia

En la primavera de 1890 salió de la fábrica el primer modelo de Tricicle Bonet, en el que la prensa calificó de “carruaje de movimiento automático” y que era un triciclo de cuatro plazas con un motor que consumía un litro de gasolina al cabo de una hora de hacer funcionar el motor de un caballo de potencia y con una velocidad punta de 12 kilómetros por hora. El punto inicial del recorrido de la demostración fue la plaza Catalunya y la llegada la ubicaron en la villa de Gràcia. La prensa de ese día dio bastantes detalles técnicos de la innovación, “de aspecto ligero y elegante”, al tiempo que consideraba que el triciclo Bonet era mucho más práctico y seguro que el motor de vapor. Añadían que con la incorporación de una dinamo, podría llevar como equipamiento extra ocho luces eléctricas, suponemos que para iluminar los trayectos y ser visto a distancia. Cabe pensar que la gran mayoría de coches anteriores al de Bonet estaban con motor de vapor, y que al emprendedor catalán sólo se le adelantaron, en cuanto a vehículos impulsados ​​por motor de gasolina, Karl Benz (1886) y Gottlieb Daimler (1889) y, por tanto, se le puede considerar un verdadero pionero.

La aventura de Bonet terminó con este prototipo, ya que nunca llegó a fabricar vehículos en serie. Para que esto sucediera, todavía tenían que pasar varios años –casi una década– y ya sería por obra de otros emprendedores y después de la muerte de este pionero vallense.

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