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Viaje a Lanzarote: la isla de los cien volcanes

La más nororiental de Canarias brinda un espectáculo paisajístico único, con pueblos de arquitectura sencilla y una geomorfología volcánica que ha marcado todas las facetas de la vida

En El Golfo, en el extremo suroccidental del Parque Nacional de Timanfaya, hay una pequeña bahía, a 2 minutos a pie del municipio.
Lucas Vallecillos
04/02/2025
6 min
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LanzaroteEn 1730 la tierra se abrió en la zona de Timanfaya, en Lanzarote, y empezó a expulsar fuego, piedras al rojo vivo y cenizas. Durante seis años consecutivos las erupciones no pararon y esa parte de Lanzarote quedó sepultada bajo la lava, una desgracia que con el paso del tiempo convirtió ese espacio en un paisaje único que actualmente es el Parque Nacional de Timanfaya. Quizás el espacio más interesante para iniciar una visita a la isla de Lanzarote. Desde el mirador natural de Montaña Rajada puede contemplarse un inmenso mar de piedras rojizas que ocupa cincuenta kilómetros cuadrados del parque, donde se encuentra el centro de visitantes de Mancha Blanca. La aventura de explorar Timanfaya es cómo adentrarse en un mundo irreal. Desde el momento en que se pone un pie en el parque el viajero queda atrapado por el paisaje enigmático, de aires surrealistas, dominado por la imponente presencia de conos volcánicos rojizos y campos de lava solidificada, gobernados por un sorprendente silencio, sólo interrumpido por las voces de los turistas.

La visita a Montañas del Fuego es la excursión más popular del Parque Nacional, apta para todos los públicos, y se adentra de lleno en un paisaje brutal a través de un recorrido circular de 14 kilómetros diseñado por el artista Cesar Manrique por la zona más activa de las erupciones. Un guía experto ilustra sobre la fascinante historia geológica de la zona y explica cómo estas tierras fueron moldeadas por la furia de antiguas erupciones volcánicas. Las vistas panorámicas de cráteres humeantes y montañas de lava sorprenden a los viajeros mientras el autobús se desliza por carreteras serpenteantes. Uno de los momentos más impactantes es la demostración geotérmica, en la que se experimenta la energía calorífica que libera el subsuelo mediante experimentos con agua o madera.

El Parque Nacional de Timanfaya es una zona natural protegida de origen volcánico que se encuentra en los municipios de Yaiza y Tinajo de la isla de Lanzarote, en las Islas Canarias.

La mano de César Manrique

En el centro de la isla de Lanzarote, en el municipio de San Bartolomé, se encuentra la Casa-Museo del Campesino. Un centro que se construyó siguiendo el estilo arquitectónico de la manzana, que se caracteriza por la blancura de las fachadas y por la sencillez de líneas; una obra con la que se homenajea al campesinado que supo sobreponerse a las dificultades de un clima calificado de desértico y unas erupciones volcánicas que tampoco lo pusieron fácil. En el exterior del museo se puede ver el Monumento a la Fecundidad, de 15 metros de altura. El conjunto que forman ambas obras fue ideado por el célebre artista César Manrique, hijo pródigo de la isla, que dejó su huella artística en numerosos rincones de Lanzarote, como el diseño de la ya citada Ruta de los Volcanes, el maravilloso Jardín de los Cactus o los asombrosos Jameos del Agua.

El Jardín de los Cactus del artista César Manrique.
Jameos del Agua en el municipio de Haría.

El Jardín de los Cactus es un oasis de paz, con una impresionante colección de plantas, situado en Guatiza, el municipio de Teguise. Estamos ante una de las creaciones más emblemáticas de César Manrique, por ser la última que hizo en la isla, inaugurada en 1990. Hace honor a la vegetación xerófila ya la flora autóctona de Canarias, especialmente a la fascinante variedad de cactus que se encuentran en la región. Alberga más de 500 especies diferentes de cactus, donde además de las autóctonas existen procedentes de todo el mundo. El artista transformó una antigua cantina que se había convertido en un vertedero, después de veinte años de trabajo, en una obra paisajística excepcional, en la que supo combinar magistralmente la arquitectura tradicional de Lanzarote con su pasión por el paisaje local. El jardín se distribuye en terrazas escalonadas, con estrechos senderos que permiten a los visitantes explorar e ir descubriendo la belleza de cada rincón del jardín; es sorprendente cómo Manrique integra la flora y las esculturas de piedra volcánica y crea una estética excepcional integrada con el entorno. En el jardín destaca la zona en la que se erige un molino de viento tradicional, símbolo de la historia agrícola de la isla, desde el que se puede disfrutar de vistas panorámicas del jardín y de los campos que se extienden hasta el horizonte. Además de su impresionante colección de cactus, el jardín alberga un pequeño auditorio al aire libre en el que se celebran conciertos y eventos culturales durante todo el año.

Finalmente, los Jameos del Agua son una maravilla arquitectónica hibridada con la naturaleza, que dibuja un impresionante complejo, también obra de César Manrique, que se encuentra en el norte de la isla. Concretamente en un complejo volcánico que se formó hace miles de años durante una erupción, cuando el techo de un túnel de lava se derrumbó y creó un sistema de cuevas subterráneas únicas. Lo más impresionante es la belleza natural del sitio y el carácter visionario del diseño arquitectónico que la complementa. El complejo cuenta con una serie de cuevas interconectadas, formadas por pasajes estrechos y aberturas naturales que permiten la entrada de la luz y la ventilación. El contraste entre la oscuridad de las cuevas y la luz natural crea un ambiente fantástico. El espacio más impactante es un lago de aguas cristalinas alimentado por un manantial subterráneo. Este lago es el hogar de una especie única de cangrejo albino, conocido como jameito, que sólo se encuentra en Lanzarote. Estos cangrejos blancos diminutos son una rareza biológica.

Una capital llena de historia y cultura

La capital de Lanzarote, ubicada en la costa este, es un enclave histórico y cultural que refleja la riqueza y la diversidad de la isla. Su puerto ha sido testigo de innumerables historias a lo largo de los siglos, puesto que en sus aguas antiguamente transitaban barcos que comerciaban entre Europa y África, así como embarcaciones piratas que buscaban fortuna en alta mar. Hoy en día el puerto es un lugar vibrante en el que los barcos de pesca y las embarcaciones turísticas comparten espacio. Uno de los símbolos más reconocidos de Arrecife es el Puente de las Bolas, una estructura levadiza que se alza sobre el agua y que conecta el puerto con el resto de la ciudad. Este puente, construido en el siglo XVII, es un recordatorio de la importancia histórica de esta ciudad como puerto estratégico en el océano Atlántico, que hoy introduce al viajero en el casco antiguo. Una zona llena de edificios con encanto, algunos de los cuales datan de los siglos XVIII y XIX. Destacan la iglesia de San Ginés, construida en el siglo XVIII y dedicada al patrón de la ciudad, y el castillo de San Gabriel, una fortaleza del siglo XVI que alberga hoy el Museo Arqueológico de Arrecife. En sus inmediaciones destaca por su aire bucólico el Charco de San Ginés, una laguna natural en pleno centro histórico, rodeada de casas blancas pintorescas y salpicada de pequeñas embarcaciones pesqueras de colores vivos. Es un emplazamiento fabuloso para pasear al atardecer y percibir la idiosincrasia local. La ciudad también es conocida por tener una animada vida nocturna y excelentes restaurantes. La avenida Marítima, que bordea la costa, está llena de bares, cafeterías y restaurantes en los que se pueden degustar recetas clásicas de la gastronomía autóctona, en la que el pescado y los mariscos adquieren un gran protagonismo.

El Charco de San Ginés, una laguna natural en pleno centro histórico de Arrecife.

Los viñedos de La Geria

El paisaje agrícola icónico de la isla es La Geria, la zona que es un testimonio vivo de la adaptación humana al medio y un ejemplo de cómo la naturaleza y la creatividad pueden unirse para ofrecer un resultado único. Esta zona, situada al sudeste de la isla, es famosa por sus viñedos singulares, su paisaje volcánico y sus bodegas tradicionales. La singularidad de La Geria es causada por su ingenioso sistema de cultivo, que consiste en plantar los viñedos en baches excavados en tierra volcánica para protegerlos del viento y conservar la humedad del suelo. Estos hoyos están rodeados por muros semicirculares de piedra volcánica, llamados zocos, que protegen las plantas del viento y crean un microclima favorable para su crecimiento. El origen de este sistema de cultivo se remonta a los siglos XVIII y XIX, cuando los habitantes de la isla empezaron a buscar soluciones para cultivar la tierra árida y volcánica de La Geria.

El ingenioso sistema de cultivo de La Geria, donde se plantan los viñedos en baches excavados en tierra volcánica.

La técnica de los hoyos se convirtió en la respuesta perfecta, ya que permite que los viñedos se desarrollen en un entorno protegido y fértil en un clima inhóspito y desértico. Recorrer los viñedos de La Geria es un disfrute visual. Los campos se extienden hasta dónde llega la vista y crean un paisaje de ensueño. La tradición vitivinícola de La Geria ha sembrado la zona de bodegas, muchas de ellas familiares y de pequeña escala y producen algunos de los vinos más deliciosos de Canarias. Desde los blancos afrutados hasta los negros robustos, reflejan el carácter único del paisaje volcánico en el que se cultivan.

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