Zoe, Yago o Caronte: ¿por qué hay que poner nombre a las olas de calor?
Muchos científicos reclaman establecer nombres y una escala de intensidad para estos fenómenos, como se hace con los huracanes
BarcelonaLa primera ola de calor con nombre propio en todo el mundo se llamó Zoe y afectó a la ciudad de Sevilla en julio del 2022. Formaba parte del primer experimento internacional que ha empezado a bautizar estos fenómenos para evaluar científicamente si es útil. Al mismo tiempo, este mismo julio, la intensa ola de calor que ha azotado Italia ha aparecido en muchos medios con el nombre de Caronte, aunque en este caso es fruto de una iniciativa particular. "Soy yo quien bautizó la ola de calor Caronte. Llevo años dando nombres a las principales olas de calor inspirado en la Divina Comedia de Dante, que estudié con pasión en la escuela. Caronte, el guardián infernal con ojos de fuego, es quizás el más famoso y representativo del Infierno de Dante, el que transporta las almas al infierno, tal y como nos ha transportado al corazón del verano", explica al 'ARA el italiano Antonio Sanò, ingeniero experto en modelos matemáticos para la meteorología y fundador del sitio web Ilmeteo.it.
Cada vez son más las voces, de científicos y organizaciones, que reclaman poner nombre a las olas de calor e incluso establecer una escala de intensidad, de la misma manera que se hace con los huracanes y las tormentas. Los defensores de la propuesta creen que esto mejoraría la prevención y la conciencia social respecto a un fenómeno que cada vez es más frecuente y mortífero a causa de la emergencia climática. El llamamiento ha tenido tanto eco que la propia Organización Meteorológica Mundial (OMM), la responsable de categorizar y nombrar a los huracanes, emitió hace pocos días un comunicado en el que admitía que está "considerando actualmente las ventajas y desventajas de poner nombres a las olas de calor" pero que de momento no tiene previsto hacerlo.
Sanò puso nombre por primera vez a una ola de calor en junio del 2012: Scipione Africano. Pero ha sido este año, cuando la ola que se extendía por todo el sur de Europa alcanzaba máximos históricos, cuando la idea ha tenido un seguimiento mediático explosivo. La suya es una propuesta informal, pero la del proyecto ProMeteo Sevilla, que bautizó la ola Zoe, es la primera del mundo sistematizada y, en cierta forma, oficial. Parte del estadounidense Atlantic Council con la ayuda de la Universidad de Sevilla y cuenta con el apoyo de las autoridades locales. La organización estadounidense ha creado "un sistema de categorización de las olas de calor en varios niveles en función de diversas variables y de su impacto en términos de mortalidad", explica al ARA el portavoz del proyecto y profesor de la Universidad de Sevilla, José María Martín Olalla.
Su equipo ha estudiado los datos de Sevilla desde 1995 siguiendo estos parámetros, lo que les permite hacer una previsión de la mortalidad que puede generar cada ola de calor. "Solo en el caso de las más peligrosas les ponemos un nombre", explica. Y así lo han hecho con Zoe, la de finales de julio de 2022, Yago, de junio de 2023, y Xenia, de principios de julio de 2023. Al igual que hace la OMM con los huracanes, han ido alternando nombres de mujer y hombre, pero en el orden inverso del abecedario. Estas son olas que sólo han afectado a la ciudad de Sevilla: el objetivo del proyecto es analizar la respuesta social que genera ponerles nombre y compararla con la de antes de hacerlo o con la de ciudades que no lo hacen. Y por eso han ido haciendo encuestas.
Poner nombre aumenta las acciones de prevención y protección de los ciudadanos
"Hemos constatado un cambio estadísticamente significativo en el comportamiento de la gente que sí recordaba el nombre de la ola de calor (un tercio de los encuestados): llevaron a cabo más acciones para prevenir y protegerse, tanto antes como durante la ola de calor", explica por teléfono desde Washington Kurt Shickman, director de Iniciativas de Calor Extrema del Adrienne Arsht-Rockefeller Foundation Resilience Center del Atlantic Council. Los sevillanos que habían oído hablar de Zoe "bebieron más agua, redujeron el tiempo al aire libre y muchos decían que habían llamado a los vecinos, familiares y amigos para ver cómo estaban, el comportamiento más importante de todos porque amplifica la respuesta", relata. Aún tienen que hacer más encuestas y análisis sobre Yago y Xenia, y presentarán su informe antes de acabar el año, pero los resultados preliminares dicen que poner nombre a las olas de calor tiene un impacto positivo.
"Sabemos que la OMM tiene algunas reticencias y las entiendo, estoy de acuerdo en que puede generar confusión si no se hace correctamente, pero queremos tener una investigación científica para plantear una metodología clara, está claro que con un fenómeno que mata a tanta gente –el verano pasado fueron 61.000 muertos en Europa– alguna medida debe tomarse", añade.
Dificultades de consenso
Las reticencias de la OMM se deben sobre todo a la dificultad para encontrar una definición común de ola de calor a escala global. "Una ola de calor se define de manera amplia como un período estadísticamente inusual de tiempo caluroso que persiste durante diversos días y noches" y para declararlo se utilizan "índices basados en condiciones climatológicas locales", decía la OMM en su comunicado. Y es que 40 ºC puede ser una temperatura excesiva en Barcelona, pero no en Sevilla.
"El hecho de ponerle nombre ayudaría a clarificar y establecer criterios comunes, porque ahora el término es muy goloso y muchos medios de comunicación llaman «ola de calor» a cualquier calor fuerte. La del martes 18 de julio en Cataluña –cuando se registró la temperatura más alta de la historia– fue un pico de calor, pero no una ola, porque sólo duró un día", remarca el jefe de Climatología del Meteocat, Marc Prohom, que está a favor de poner nombre a las olas de calor y crear una escala de intensidad. También está de acuerdo Ivana Cvijanovic, experta en dinámicas atmosféricas del ISGlobal. "Cuando lo escuché pensé que era una muy buena idea, porque mucha gente muere por olas de calor y no nos lo estamos tomando suficientemente en serio", explica a este diario la científica serbia.
Cvijanovic también admite las dificultades de consensuar una definición común, porque para decretar una ola de calor hay que tener en cuenta "muchas variables, como la humedad: 40 ºC en un ambiente muy húmedo es mucho más peligroso para la salud que en uno seco".
Todavía no hay suficiente investigación científica sobre los umbrales del sufrimiento humano debido al calor, ya que es un estudio obviamente difícil de hacer, remarca la experta. Pero apunta que ya existen índices estadísticos que podrían servir, como el Humidex, ideado en Canadá en los años 60, que combina calor y humedad para determinar cómo perjudica al cuerpo humano. "Sin embargo, índices como estos, creados hace tanto tiempo, probablemente se tendrán que revisar antes de poder utilizarlos en la actualidad y de forma global", apunta.
Prohom cree que para fijar una escala de intensidad, como con los huracanes, "habría que jugar con tres aspectos: la intensidad, la duración y la extensión territorial". El Meteocat ahora decreta olas de calor cuando se supera durante tres días seguidos o más una temperatura mayor que la del 2% de días más cálidos del año. Sanò, en cambio, propone tener en cuenta la presión del aire y la altitud para definir las oleadas de calor. "A escala europea podrían definirse unos criterios comunes y eso ayudaría", añade Prohom. Cvijanovic cree que la definición, los nombres y la escala deben venir de la OMM en colaboración con la OMS, porque es necesario valorar los efectos en la salud de estos fenómenos. La ola Zoe de 2022, por ejemplo, dejó en Sevilla un 30% más de mortalidad, aunque Olalla destaca que "esto es más de lo que se esperaba y pueden haber influido otros factores, como la covid". Habrá, pues, que seguir estudiándolo.