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Patricia Cornellana 020325 Web
02/03/2025
Directora del ARA
3 min
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La actuación de Donald Trump estos primeros días de presidencia es la prueba de lo rápido que se destruye la democracia y el marco establecido por la comunidad internacional para intentar gestionar los conflictos. En solo seis semanas ha demostrado que su única motivación política es la ganancia económica inmediata de su entorno cercano, que su estilo es de un infantilismo incapaz del más mínimo autocontrol emocional y que el orden de la posguerra mundial está terminado y los aliados tradicionales son ahora extraños a vampirizar. Si algún día el presidente de Estados Unidos ha representado el liderazgo del mundo libre y ha querido ser ejemplar en la defensa de la libertad, el libre comercio y la democracia, hoy significa la quinta esencia del matonismo extractivo y coercitivo. Además de hortera e ignorante, Trump es el prototipo del que abusa de los débiles y es débil con los fuertes.

En pocas semanas, Trump ha puesto en marcha su plan de destrucción del sistema de relaciones internacionales amenazando a Dinamarca por el control de Groenlandia, a Panamá, Canadá, México, China, Ucrania y la Unión Europea en su conjunto. En un tiempo récord ha llevado al país a la vergüenza y el caos interno. Ha amenazado y despedido a cientos de servidores públicos, ha perseguido a los adversarios, ha amenazado a la prensa, ha eliminado políticas ambientales, ha humillado a los inmigrantes indocumentados y a las personas trans.

Un gran momento televisivo

Así lo definió el presidente de Estados Unidos. Medio mundo se quedó congelado, horrorizado por la agresividad y el desprecio con el que Trump y el vicepresidente Vance trataron con el presidente de un país en guerra tras ser ocupado por el dictador ruso. Ucrania y los ucranianos que todavía luchan por su libertad son un obstáculo para su proyecto presidencial. Al igual que los habitantes de Gaza son un inconveniente para el resort que quisiera levantar sobre miles de cadáveres.

Trump quiere normalizar las relaciones con Putin, y Zelenski es un obstáculo. Si es necesario reescribir la historia de la invasión rusa de Ucrania hace tres años, dejar correr las investigaciones de los crímenes de guerra rusos y dejar a Ucrania sin garantías de seguridad futuras, Trump está dispuesto a ello. El secretario de Estado, Marco Rubio, que había defendido la soberanía ucraniana, ya dijo en una reciente entrevista que es momento de ir más allá de la guerra y establecer una relación triangular entre Estados Unidos, Rusia y China.

Si sus predecesores veían en las buenas relaciones comerciales con Europa y Asia un multiplicador de la paz y el crecimiento, Trump las ve como una sangría y se pregunta por qué debe tratar como aliados a países que tienen un superávit con EE. UU. Vales la riqueza que tienes.

Como se hizo evidente en la tensa, grosera e inaceptable trifulca del viernes en la Casa Blanca, Trump dejó caer a Zelenski cuando el presidente ucraniano no accedió a buscar material contra el hijo del presidente Biden en campaña. Trump lleva ya semanas considerando que Ucrania puede "ser rusa algún día" y quiere acabar con el tema para rehabilitar a Putin.

Tras los insultos de Vance a los europeos reunidos en Múnich, el primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, han intentado poner buena cara y mediar en Washington, pero no parece que los gestos de apaciguamiento sean útiles con la frivolidad de Trump. Europa tiene prisa y ya no puede pretender que no sabe lo que quiere el presidente estadounidense ni hasta qué punto la desprecia. Al parecer, en las últimas horas el espectáculo y la humillación de Zelenski en un Despacho Oval lleno de cámaras han provocado un reagrupamiento de los actores. Europa sabe que Rusia no se detendrá en Ucrania y también sabe que Alemania ha ganado el set, no el partido, evitando la victoria de la extrema derecha aliada de Trump, y que Francia tiene poco margen antes de que el lepenismo intente el asalto definitivo al Elíseo. Los quintacolumnistas húngaros de Orbán e italianos de Meloni tienen que ser neutralizados para evitar que hagan de caballo de Troya interior.

La seguridad de Europa tiene que pasar por Europa y la capacidad de innovación también. Con las palabras de Múnich y el show del Despacho Oval queda claro que el orden nacido de la caída del Muro de Berlín ha terminado. Estados Unidos no garantiza la seguridad con el alto el fuego en Ucrania, ni cuenta con los europeos para negociar una paz estable y duradera. Eso sí, esperan una mayor aportación a la OTAN y el mantenimiento de las bases por toda Europa. La Unión tiene que despertarse y tendrá que actuar deprisa. La primera oportunidad, y no habrá muchas, es este mismo domingo en Londres.

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