Ciclistas y conductores: cómo hacer posible la convivencia

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Ciclistas por la Carretera de la Arrebatada, un domingo

Los usuarios de bicicletas tienen derecho a circular por las carreteras y calles. En el entorno urbano, su irrupción con fuerza los últimos años ha supuesto una revolución que apenas se empieza a regular y ordenar, con carriles propios y prohibiciones de circular por las aceras. Persisten los problemas y falta mucha cultura cívica, pero se ha dado un salto adelante en poco tiempo. De entrada, que crezca el tráfico rodado de bicicletas, que no son ruidosas ni contaminantes, es positivo. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que los ciclistas tengan patente de corso. Se les tiene que exigir la misma disciplina que a los conductores de vehículos de cuatro ruedas o a los motociclistas. Y lo mismo también vale para los conductores de patinetes. En los pueblos y ciudades, el eslabón más débil son los peatones: y todos los tienen que respetar.

En cuanto a los ciclistas de carretera, sea por ocio deportivo o, en algunos casos –pocos–, como transporte habitual, el fenómeno viene de lejos y, a pesar de esto, no está nada resuelto. El riesgo que asumen quienes osan circular en bicicleta es evidente. La inmensa mayoría de las carreteras catalanas no están preparadas para la convivencia entre bicicletas y vehículos más pesados y rápidos: coches, camionetas, camiones, autobuses y motos. Buena parte de los conductores tradicionales no toleran la interferencia de los ciclistas y los avanzan sin cambiar de carril ni muchos miramientos; no conciben que los ciclistas también tienen derecho a circular.

Es evidente, claro, que la diferencia de velocidad supone un problema y que no se han habilitado medidas de protección. Son muy pocas las vías interurbanas que disponen de carriles específicos para bicicletas, a pesar del uso creciente de este medio. Hay buenas experiencias, como el nuevo carril bus y vía ciclista de la C-254 de Castelldefels en Cornellà. Pero es más bien una excepción. Faltarían muchos más, tanto en el ámbito metropolitano como en entornos menos densos. Algunas buenas experiencias de caminos escolares en bicicleta han empezado a proliferar, a menudo por iniciativa ciudadana y evitando los recorridos por carretera: son la muestra de que hay demanda. No se entiende, pues, que todavía hoy se reformen y mejoren tantas carreteras sin pensar en los ciclistas, con el único objetivo de hacer tramos más rápidos y pretendidamente seguros que, paradójicamente, no hacen sino más peligrosa la convivencia de diferentes tipologías de vehículo, incluidos, por ejemplo, además de las bicis, los tractores cuando se trata de entornos rurales. Ya iría siendo hora, por lo tanto, de regular la necesidad de hacer carriles extras compartido para vehículos lentos: tractores, ciclistas, patinadores, corredores, caminantes, rebaños de animales...

En muchos destinos turísticos, tanto de costa como de montaña, la promoción de carriles bici sería un argumento más de calidad para atraer a visitantes sensibles con el territorio, como pasa, por ejemplo, en Menorca, donde incluso prácticamente se puede salir del aeropuerto y entrar a él por carril bici. Los datos de ciclistas muertos o gravemente accidentados hace años que se mantienen estables. Es una realidad que hay que afrontar con visión de futuro. Si queremos entornos periurbanos y ciudadanos saludables, y menos ruidosos, hay que pensar un tráfico rodado donde haya un lugar seguro para los ciclistas.

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