Tania Virgen este martes en el Parlament

Del esperpento y los márgenes al centro de tu opinión: en los últimos años las personas trans hemos sido el foco de una intensa polémica que ha apuntado, tanto positiva como negativamente, a los pilares de nuestra sociedad. A pesar de tanto ruido, o quizás precisamente por este ruido que cuestiona nuestra existencia, hemos crecido y hemos hecho crecer a la sociedad. En el camino hemos expandido nuestro concepto: desde la contracultura hasta los nuevos cánones, desde los fanzines hasta los formularios, de nuestro nombre a la lengua de todes.

Y nuestra realidad exige derechos y una ley que los garantice. La tramitación parlamentaria del anteproyecto de ley trans e intersex catalana elaborada por la conselleria de Igualdad y Feminismos debe suponer el último paso para dar apoyo legal a los espacios ganados. Llegamos con mucho desgaste pero con la idea mayoritaria en la sociedad y política catalanas, reflejada en la ley, de que en este ámbito hay que hablar de derechos y feminismo y no de miedos.

Con esta idea, la ley, más que justificar el derecho a la autodeterminación de género, lo deriva desde una visión feminista como un derecho más al propio cuerpo y al desarrollo de la persona. En definitiva, un derecho humano. El no binarismo de género, consecuencia inevitable de esta visión no esencialista ni teleológica del género, es reconocido, por fin, en el redactado de una ley. Ciertamente, este anteproyecto tiene una coherencia feminista que la ley trans española, limitada por el clima social viciado y una instrumentalización partidista indecente, no pudo tener.

Pero los derechos no vuelan solos, sino acompañados de medidas sociales para hacerlos reales y un régimen sancionador desgraciadamente necesario en un marco punitivista. Con alguna excepción, la valentía y sensibilidad de la conselleria promotora ha sido a menudo correspondida por las conselleries competentes en los diferentes ámbitos.

Así, la ley da herramientas contra los dos grandes problemas de las personas trans, que, sorprendentemente para quien ha comprado los discursos de odio, no son las medallas olímpicas y los lavabos, sino la vivienda y el trabajo. Se garantiza por fin el acceso a viviendas de emergencia a víctimas de violencia en el hogar. En el ámbito laboral, aunque no establece cuotas ni beneficios fiscales a la contratación, se incluyen medidas para la empleabilidad de las personas, la prevención de discriminaciones y el acceso al empleo público. Destacan también el apoyo contra la violencia familiar, la posibilidad de que las personas trans jóvenes vulnerables reciban la Renta Garantizada, el tratamiento administrativo y el acceso a espacios públicos. Habrá que ver cómo se hace efectiva la inclusión en el deporte.

La atención a la salud es respetuosa e integral, y prohíbe las prácticas contrarias a la salud y la autonomía de las personas intersex. Sí, hay quienes ven polémica la atención a la adolescencia trans y no entienden cómo "un niño de 12 años es inmaduro para un móvil pero apto para decidir ser trans": son los que no entienden la diferencia entre ideología y derechos humanos.

A pesar del marco positivo en salud, la nueva ley niega toda atención sin consentimiento paterno al adolescente trans, incluso una consulta, cuando sí es posible según la normativa general. Desde una visión feminista, limitar aún más el acceso a servicios de salud en la adolescencia es un precedente peligroso para los derechos sexuales y reproductivos. Tampoco se entiende el fomento de la investigación sobre personas trans, que mayoritariamente se basa en el diagnóstico de disforia o incongruencia de género. Dado que la investigación se promueve sin ningún condicionante, la ley impulsa en la práctica lo que en teoría prohíbe.

Pero quien más patina es Educación, que pretende que los currículums y profesores “fomenten el autoconcepto y la autoestima en relación con el propio cuerpo”. Así asumimos que el cuerpo normativo es mejor y situamos la presión estética en el alumnado trans. “Te llamaré Ramón, pero aguanta con tu cuerpo aunque te vean como Mercè y recibas violencia”, nos dicen. Es un error: el feminismo nos muestra que necesitamos apuntar al origen, la sociedad.

En resumen, la ley, una vez arreglada, aprobada y bien aplicada, mejorará la vida de las personas trans, supondrá el final feliz de la polémica en Catalunya y destacará en la legislación española y europea. No es casual que aparezca en un contexto, el catalán, donde el feminismo predominante tiene voluntad interseccional, en contraste con otros, como el español, donde el feminismo conservador tiene más fuerza. Con todo, hay que reconocer la valentía de la consellera en un momento en que cualquier avance feminista y en derechos conlleva una represalia en forma de violencia política. Tània, no estás sola. Y contigo, Irene y tantas más, las personas trans no estamos solas. Entre todes haremos mejor esta sociedad.

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