La implosión del PP puede dar alas a Vox

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El presidente de Vox, Santiago Abascal, y el candidato de esta formación a la Presidencia de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo

BarcelonaTodavía es temprano para calibrar el alcance de la implosión que está viviendo el PP y para ver cuál será su impacto en el sistema político español a medio y largo plazo, pero en el horizonte ya se vislumbra un peligro inminente, y es el de dar alas a la extrema derecha de Vox. De hecho, muchos de los manifestantes que acudieron estos días a protestar ante la sede del PP en la calle Génova de Madrid lo hicieron con amenazas de dejar de votar a su partido de siempre para pasarse a las filas de los de Santiago Abascal. Por su parte, estos están actuando de manera estratégica, con mensajes de complicidad con Ayuso (estos son los votantes cabreados que aspira a recoger), pero sin molestar demasiado, solo lo justa para que se sepa dónde están ellos. ¿Y dónde están? Pues esperando que les lleguen votos descontentos del PP a espuertas sin tener que hacer nada, simplemente apareciendo como un partido de orden y unificado en torno a un líder. En el otro extremo, el PP es hoy un partido partido por la mitad y en guerra civil, con un liderazgo cuestionado y a la espera de un milagro que borre de la memoria colectiva todo lo ocurrido en los últimos días.

Todos los partidos han cometido errores con Vox, empezando por el PP, que le ha alimentado hasta convertirlo en lo que es ahora. Pero todo es siempre susceptible de empeorar, y la nefasta gestión de esa batalla interna entre Casado y Ayuso amenaza con llevar la extrema derecha a una nueva dimensión, a no ser un partido muleta del PP, sino a hablarle de tú a tú o, en el peor de los casos, a hacer el sorpasso. No hay que hacer mucho caso de las encuestas que circulan estos días anunciando este resultado, porque todavía es pronto, pero sí que es una obviedad que si el PP no aparece como una opción fiable, una parte del votante de derechas puede tener la tentación de pasarse a Vox, aunque sea como voto de castigo puntual.

Esta situación llega justo cuando el PP tenía que decidir qué hacía con Vox en Castilla y León, donde Alfonso Fernández Mañueco adelantó unas elecciones para acercarse a la mayoría absoluta y se quedó con un palmo de narices y en manos de la extrema derecha. En realidad, en esta crisis interna del PP también colea de fondo una diferencia ideológica, y es la política de pactos con Vox. Es conocido que Ayuso es partidaria de pactar (igual que Esperanza Aguirre, pero curiosamente no como Aznar), mientras que Casado solo acepta su apoyo externo. De cómo termine esta crisis dependerá con toda seguridad la línea que elija el PP. Si Casado finalmente se ve obligado a dejar el cargo y el partido opta por un perfil moderado como el de Alberto Núñez Feijóo, el PP se parecerá más a sus homólogos europeos. En cambio, si triunfara una candidatura de tipo ayusista, el PP entraría definitivamente en una dinámica peligrosa en la que sería inseparable de la extrema derecha, con todo lo que eso conlleva.

En los próximos días sabremos cómo acaba todo, cuál es el futuro del PP y cómo se reconfigura el espacio de la derecha en España. En Catalunya, recordémoslo, Vox ya superó ampliamente al PP en las elecciones del 14-F. Podía pensarse entonces que era coyuntural, pero ahora ya no está tan claro.

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