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Pedro Sánchez durante su intervención en el plenario del Foro de Davos.

La economía se desborda, la tecnología se dispara y la política da marcha atrás. ¿Expresión de impotencia? ¿Incapacidad de marcar la iniciativa? Por caminos diferentes, el estilo despalillado del argentino Milei y la retórica impostada de Macron, unos y otros parecen querer convertirse en iconos de una política que suena a regresión, a recuperación de ideas y actitudes que parecía que en estos momentos de la historia deberíamos tener ya superadas. En Davos, el demagogo de la sierra mecánica que hace bandera de la liquidación de los servicios asistenciales a la ciudadanía argentina proclamaba que "el estado no es la solución, el estado es el problema", halagando a buena parte del auditorio, según dicen las crónicas. Emmanuel Macron, siguiendo el giro desesperado que ha emprendido al verse desbordado por la extrema derecha, se viste de restaurador de la Francia eterna anunciando la obligatoriedad del uniforme y del canto matinal de La marsellesa en la escuela pública.

Ambos, cada uno a su manera, jurando por la patria. Uno entregando el país a las oligarquías económicas y haciendo del estado una mínima expresión a su servicio, el otro encuadernando a la nación con música de uniformidad, atrapado por la obsesión de la extrema derecha contra la inmigración como carcoma que destruye las patrias. Si añadimos el relanzamiento de Trump al inicio de las primarias republicanas –que demuestra cómo, en la primera potencia mundial, la indecencia de un candidato que arrastra a decenas de cargas judiciales se asume con plena naturalidad–, el panorama es desolador .

Es realmente éste, el mundo que viene? ¿O es simplemente la expresión de un desconcierto que no encuentra vía política de salida y va degradando las instituciones, entre la inquietud de una parte de la sociedad que se siente insegura, como si la tierra temblara y no supiera dónde cogerla se, y otra que vive con preocupación pero con impotencia creciente el giro hacia el autoritarismo?

En este contexto, adquiere relevancia que en Davos haya sido Pedro Sánchez que haya interpelado a los empresarios: “No asuman los viejos postulados neoliberales que presentan el estado como un ente puramente extractivo que no genera valor. O que afirman que la única responsabilidad de las empresas es aumentar los beneficios de sus accionistas. Ustedes saben que las empresas necesitan a los gobiernos para innovar y crecer. Y que si no alinean sus intereses con los de las sociedades en su conjunto, no podremos superar los retos de nuestro tiempo. Y repercutirá en sus empresas”. ¿Sánchez, única voz que rompe el giro reaccionario de Europa? ¿Nadie más se apunta? ¿Tan perdidos estamos?

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