Tres alumnos con mascarilla  haciendo una actividad  En el aula este curso.
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La quinta ola, aunque vaya lentamente de bajada, al final nos habrá dejado un verano agridulce y augura una entrada de septiembre con un regreso al trabajo y a las aulas que nuevamente estará marcado por la seguridad sanitaria. Con la pandemia del covid-19 hemos aprendido que, cuando crees que ya se ve el final del túnel, se produce un nuevo giro y vuelve la incertidumbre. Las mutaciones del virus no dan respiro. Ahora tenemos la variante delta, pero proveniente de Perú (y en expansión por otros países de América Latina) también empieza a aparecer en la península Ibérica la variante lambda, sobre la que todavía hay pocos estudios y datos. Además, también hemos visto los límites de la vacunación, que a pesar de ser absolutamente necesaria y estar demostrando su eficacia, por un lado no es infalible y por el otro está costando que llegue a toda la población: ahora mismo se ha retardado el buen ritmo de vacunación que se había logrado.

Todo ello nos lleva a mantener la prudencia de cara al nuevo curso. Pensando específicamente en la escuela, habrá que mantener la máxima vigilancia. Porque ahora mismo, una vez la mayoría de la población adulta está inmunizada, el virus –de momento en su variante delta, que ya se ha visto que es más contagiosa– busca a los menores para seguir su expansión. Los positivos entre los niños y niñas han crecido mucho este verano. Si se comparan las cifras totales de los 50 primeros días de la tercera ola con los 50 primeros días de la quinta ola (la comparación es pertinente porque son las dos olas con más contagios), se puede comprobar un aumento del 55% de los casos en niños de 0 a 9 años (de 8.283 a 12.839) y de casi cuatro veces más en la franja de 10 a 19 años: de 15.627 positivos a 41.917. Así mismo, también ha crecido el número de ingresados: de 32 a 88 de entre 0 y 9 años y de 55 a 119 entre los de 10 y 19 años. Aún así, afortunadamente la proporción de niños que acaban en la UCI continúa siendo ínfima. 

Visto esto, hay que estar preparados para una entrada del virus en las escuelas, que, si no se actúa con rigor, puede convertirse en un factor de difusión en dirección también hacia las casas. Este verano hemos podido comprobar que cuando un niño llevaba la delta a casa, en muchos casos infectaba a toda la familia. Así pues, para evitar que el virus se esparza por escuelas y familias, los expertos recomiendan que de entrada se mantenga en los centros educativos el uso de la mascarilla, la ventilación de los espacios cerrados y los grupos burbuja. Y que, además, se hagan test periódicos a los alumnos y seguimientos de los contactos de positivos. En el caso de los estudiantes de 12 años o más, ya se pueden vacunar desde principios de agosto, y es importante que lo hagan para llegar inmunizados y, por lo tanto, mucho más protegidos al inicio de curso, a pesar de que también será bueno que de momento sigan llevando la mascarilla dentro del centro. Igualmente, en las universidades, a pesar de la extensión de la vacunación, la prudencia lleva a pensar que también habrá que mantener las medidas básicas anticovid. Hace falta que educadores, familias y estudiantes se conciencien de que el virus sigue entre nosotros y que, a pesar de estar colectivamente más protegidos, no se puede bajar la guardia.

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