

Trump señala cada día a nuevos colectivos humanos que hay que aniquilar, y ya no se conforma, como en su primer mandato, con hacerse el chulo y nombrar las plagas bíblicas que les caerán encima, sino que ahora está dispuesto a desencadenar el infierno sobre nosotros. De chulos hemos conocido a muchos a lo largo de la historia, tampoco es una innovación, sino que, simplemente, no contábamos con que esto pudiera suceder ahora. De repente, vemos que no es así, que todo puede retroceder o derrumbarse, que, en una palabra, todo puede ir peor, como ha sucedido otras veces en la historia.
Las amenazas nos llevan a una pregunta: ¿somos capaces de reaccionar? Como plantea Josep Ramoneda en su libro Poder i llibertat,¿qué hace que tantas personas obedezcan a U, cuando este ejerce el poder de manera contraria a los intereses comunes? ¿El miedo, la desidia, la fascinación? Delante solo hay un camino: el de constituir grupos lo suficientemente potentes como para plantear una oposición seria. Las resistencias individuales no sirven de mucho.
He aquí una de las medidas que ha anunciado estos días: la prohibición a las instituciones de Estados Unidos de contratar a empresas que hayan adoptado políticas a favor de la igualdad y la diversidad. Sí, ya lo hemos entendido: el mundo solo puede ser de los grandes machos como usted, y hay que hacer volver a las mujeres a su casa, junto con los gays y todos los colectivos que, con tanto esfuerzo, han ido consiguiendo cierta normalidad en nuestro país. Porque ya no se trata únicamente de hacer la ley en su país, sino en el mundo entero.
Las políticas relativas a la igualdad y la diversidad, y sobre todo las basadas en la idea de que es necesaria una discriminación positiva para equilibrar el acceso a posiciones de poder por parte de determinados colectivos que han sido apartados durante milenios, han costado muchos años y muchos esfuerzos para avanzar mínimamente. Hace 30 años iniciamos desde el Instituto de la Mujer el primer programa de empresas para la igualdad, que después se convirtió en la exigencia legal de planes de igualdad en las empresas de más de 50 trabajadores, tanto en España (véase el Real Decreto-ley 6/2019, de 1 de marzo) como en la Unión Europea. Hemos avanzado notablemente, pero no hasta conseguir la igualdad: todos los datos nos muestran todavía el desequilibrio existente entre hombres y mujeres en el empleo de altos cargos en las grandes empresas y corporaciones. Un camino lento, pero que hasta ahora parecía seguro. Tan seguro que incluso muchas mujeres han olvidado que, sin las luchas anteriores, no estarían donde están, como no lo estaban nuestras madres, a pesar de todos sus méritos y capacidades.
¿Obedecerán las empresas y renunciarán a sus políticas igualitarias? Posiblemente sí, al menos muchas de ellas, que el negocio es el negocio, y algunas han aceptado estas políticas sin mucho entusiasmo. Ahora bien, ¿qué oposición podemos ejercer? Solo tenemos una, la misma que hoy se utiliza contra nosotros: el mercado, único interés que aparentemente prevalece ahora. Las mujeres somos compradoras, contratamos servicios con empresas, escogemos entre marcas diversas. Si una empresa renuncia a las políticas de igualdad y diversidad, o deja de ejercerlas, yo renuncio a sus productos. Que no cuente conmigo como cliente, yo no cuento con ella como productora de bienes o servicios. Démonos de baja de todas las compañías que manifiesten que han renunciado a estas políticas, dejemos de comprar sus aparatos, sus prendas, sus productos de todo tipo. Ya veremos cuánto tiempo tardan en replanteárselo.
Me diréis que no es fácil saber si una compañía ha renunciado a sus políticas de igualdad y diversidad, que lo harán sin hacer ruido, que simplemente dejarán de aplicarlas. En principio no pueden hacerlo, dado que se trata de una imposición legal. Pero si tenemos que esperar a que reaccione el sistema judicial, las posiciones de las mujeres ya habrán retrocedido muchos puntos; por otro lado, ¿quién lo denunciará? Necesitamos hacer una tarea de información, estar al acecho y confeccionar listas de empresas no igualitarias o que dejen de serlo. Un entrenamiento para otra acción que quizá también sea necesario llevar a cabo: confeccionar listas de productos procedentes de Estados Unidos o de empresas de ese país para dejar de utilizar sus productos y servicios. Difícil, lo sé, se nos cuelan en el ordenador, en el móvil, por todas partes. Por eso es necesario que Europa despierte y cree sus propios servicios informáticos, que es la hora de revertir la globalización, convertida en un abuso y una imposición.
Es necesario que aprendamos a resistir y contraatacar. No nos gusta, no; aspiramos a otro tipo de mundo, las mujeres. Pero, si se nos fuerza, es necesario saber responder, o volveremos a las posiciones de salida.