Extremadura, primer 'round' electoral
MadridEntre luces de Navidad y consumo disparado –cada uno al nivel en el que puede permitírselo, claro–, España se dispone a empezar una etapa de un mes de anestesia colectiva, con una gran excepción, la de Extremadura, donde se ha iniciado un interesantísimo maratón electoral. No sabemos cuándo serán las próximas elecciones generales, pero tenemos muchas razones para creer que, una vez celebradas, nada será igual.
Tal y como han ido las cosas desde los comicios del 2023, se hace difícil creer que el mapa electoral pueda continuar como está. Habrá varias voces promocionando la idea de cambio, unos hacia la derecha, otros hacia la izquierda, pero difícilmente encontraremos partidarios de seguir cómo estamos. No digo que el PSOE tenga que perder forzosamente la posición de inestable palo de pajar que ha tenido en la presente legislatura. Si no hay un terremoto, Pedro Sánchez será el candidato de su partido y luchará por continuar. Ahora bien, el estado de ánimo general poco tiene que ver con el de los tiempos en que los socialistas podían encadenar victorias prácticamente sin bajar del autobús. Éste era el caso de Extremadura, donde el PSOE gobernó casi tres décadas de forma ininterrumpida, desde 1983 hasta el 2011.
Mirad cómo estarán ahora las expectativas de los socialistas extremeños que para animar su campaña han tenido que recurrir a una figura mítica de la organización, de esta comunidad desde el citado 1983 hasta 2007, cuando fue sustituido por Guillermo Fernández Vara, muerto el pasado octubre. Rodríguez Ibarra, presidente autonómico casi un cuarto de siglo, logró unos resultados electorales irrepetibles, con casi el 50% de los votos. Por eso le han recuperado y le sacan por los comicios del día 21. Y también porque con el líder actual del partido en Extremadura, Miguel Ángel Gallardo, no pueden ir demasiado lejos.
En principio, el candidato socialista se sentará en el banquillo de los acusados el 9 de febrero, junto a David Sánchez, hermano del presidente del gobierno, que fue contratado de forma presuntamente irregular por la Diputación de Badajoz –presidida por Gallardo– para ocupar el puesto de coordinador de actividades de los conservatorios de música. En dos meses, ambos deberán responder, entre otros, de los supuestos delitos de prevaricación administrativa y tráfico de influencias.
El aforo del candidato
Gallardo, de hecho, tuvo una precampaña muy dura. Fue así en parte porque logró aforarse como diputado autonómico en el último momento, cuando ya se sabía que debería ir a juicio. El Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, sin embargo, rechazó ese aforo, considerando que lo había obtenido en "fraude de ley". En cualquier caso, ahora podrá volver a plantearlo, cuando resulte elegido como miembro del Parlamento extremeño. Sea cual sea el tribunal que le juzgue –la Audiencia Provincial o el mencionado Tribunal Superior–, el hecho es que ahora pide el voto a las puertas de una vista oral con mucha carga política. Como en el caso de el ex fiscal general del Estado Álvaro García Ortiz, el principal objetivo de las acusaciones no es tanto conseguir la condena de los inculpados como incrementar por esta vía el desgaste de Pedro Sánchez.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, no se cansa de decir que su rival está rodeado de corrupción. Y para apoyar esa afirmación cita siempre la causa penal abierta contra David Sánchez y el procedimiento en marcha contra Begoña Gómez, la esposa del presidente del gobierno español. Feijóo menciona al parentesco como agravante muy cualificado, aunque hay bastante más material tangible en relación en el triángulo Cerdán-Ábalos-Koldo, un asunto que claramente tiene una singular importancia, por el papel destacado que los dos primeros desempeñaron como estrechos colaboradores de Pedro Sánchez, antes y después de que llegara a la Moncloa.
Salazar y Mazón
Con este panorama, al PSOE sólo le faltaba que estallara el asunto Francisco Salazar, exresponsable de coordinación institucional, denunciado por acoso sexual por dos mujeres, militantes socialistas, que trabajaron en dicho palacio, sede de la presidencia del gobierno. El reproche que se hace a la dirección socialista es su pasividad durante meses, una vez hecha la denuncia ante los órganos del partido. Este caso puede tener graves consecuencias para los socialistas, por la posible pérdida de credibilidad de la organización, por la contradicción entre lo que se defiende en las tribunas y lo que se hace a la hora de la verdad cuando hay un hecho concreto, en especial si afecta a un dirigente con poder interno a la formación.
En este contexto de batalla previa a unas elecciones generales, sean cuando sean, es lógico que tanto Sánchez como Feijóo se hayan lanzado en campaña. Ahora bien, si el PSOE tiene en contra el reto de todas las cuestiones que hemos expuesto, el PP está también en una situación muy complicada. Mazón no deja de dar quebraderos de cabeza a su partido, mientras que las noticias sobre la gestión sanitaria bajo el gobierno del PP en la Comunidad de Madrid provocan escalofríos. En especial después del escándalo de la sanidad andaluza en relación a los cribados por la detección precoz del cáncer de mama.
Si tenemos que hablar de credibilidad, ¿qué perspectivas puede tener la gestión sanitaria en manos de un partido que ha podido convivir con prácticas como las que se derivan de querer someter la atención a los pacientes al afán de obtener beneficios económicos, como en el Hospital de Torrejón? Aquí Feijóo ha salido rápidamente a destacar las responsabilidades, no sólo administrativas, de este tipo de conductas. Pero el daño ya está hecho. Y tanto o más grave es la denuncia de trabajadores del propio hospital, en el sentido de que recibieron instrucciones de reutilizar material sanitario desechable.
Si hay consecuencias lesivas concretas de actuaciones de este tipo se podrá hablar de conductas delictivas. No podemos extrañarnos, visto el panorama descrito, que las encuestas vaticinen un claro ascenso de Vox para el recién iniciado ciclo electoral. No es Junts lo que le está haciendo el agujero principal en el gobierno. Ni el PP es víctima de la astucia de la extrema derecha. A María Guardiola, la candidata popular extremeña, el tiro en el pie le disparó su mismo partido, cuando le obligó a pactar con Vox tras las últimas autonómicas, un error que aún está pagando.