Anàlisi

Las zonas de sombra del 23-F

Hoy hace 40 años del golpe de estado fallido que encabezó el coronel Antonio Tejero

Las zonas de sombra del 23-F
Joan Esculies
23/02/2021
4 min

Cuarenta años después, el golpe de estado frustrado del 23 de febrero de 1981 significa muy poco para las nuevas generaciones, mientras que buena parte de quienes lo vivieron han pasado de considerarlo la prueba de la consolidación democrática de España y de Juan Carlos I como su máximo garante a un episodio de Cuarto milenio, fuente inagotable de opacidades y alimento de teorías conspiradoras. Es así, en buena medida, porque la imagen del rey emérito en los últimos tiempos ha abierto la puerta a una revisión de su actuación pasada en clave negativa. Aunque en esencia, como dijo Javier Cercas, autor de Anatomía de un instante (Random House Mondadori), “el enigma del 23-F es que no hay enigma”, más bien “zonas de sombra”.

El año 1980 España pasaba por una importante crisis económica, ETA llegó casi al centenar de asesinatos y dos años después de aprobada la Constitución el modelo territorial no se concretaba. Adolfo Suárez había perdido la confianza del rey, la UCD se hundía y el PSOE le hacía una oposición durísima. Para salir de la situación, una élite civil conservadora consiguió un determinado consenso entre el sector político, militar y empresarial (zona de sombra) para que el general Alfonso Armada, exmilitar franquista y secretario general de la Casa del Rey (1975-1977), encabezara como un “De Gaulle español” un gobierno de concentración nacional sin pasar por las urnas.

A esta vía habría contribuido el Cesid y Juan Carlos I estaría al corriente. “A mí dádmelo hecho”, habría dicho según Jesús Palacios en 23-F, el rey y su secreto (Libroslibres). El interés para emprenderla era un secreto a voces entre la crema del país, como explicó Francesc de Carreras en relación con su padre Narcís y Josep Tarradellas en “Un grano de arena al 23-F " (La Vanguardia, 2011). También lo sabía Suárez, que, enemistado con Armada y contrario a la presencia militar en el gobierno, se avanzó. Dimitió por sorpresa el 29 de enero de 1981 y designó a Leopoldo Calvo-Sotelo como sucesor.

No teniendo bastante, el día de la investidura de este, Armada monitorizó un autogolpe controlado que justificara su ascenso al poder. La operación tenía un paralelismo con la Francia de 1958, cuando la crisis argelina había promovido el regreso de Charles de Gaulle, como explicó Xavier Casals en La transición española. El voto ignorado de las armas (Pasado y Presente). El teniente coronel Antonio Tejero era actor principal en su propia narrativa y secundario en la de Armada.

Durante la noche del 23-F, este último informó al rey -“Alfonso... así no, así no”- y, como había previsto, fue al Congreso a salvar la situación. Tejero con los disparos fue demasiado lejos y al explicársele el proyecto de gobierno de unidad -con todo el mundo menos los nacionalistas catalanes y vascos- se negó a traspasar a Armada el mando de la situación (zona de sombra). El general quería una estabilización de España con una democracia limitada en clave monárquica; Tejero, volver al año 1939. El rey, no implicado inicialmente, esperó. Fracasada la operación, abortó el golpe.

El lehendakari Juan Carlos Garaikoetxea se mantuvo en contacto con la Zarzuela, escondido. Jordi Pujol, que experimenta hoy como el rey emérito un proceso de revisión de su figura, se quedó en el Palau de la Generalitat. “De alguna manera todos son responsables”, dice en las memorias. Roberto Muñoz Bolaños da todas las claves en El 23-F y los otros golpes de estado de la Transición (Espasa) y sitúa el 1981 en el marco de sucesivos intentos de levantamiento militar desde la muerte de Franco.

Puesto en contexto con la visión historiográfica de larga duración, la concepción conspiranoica pierde fuerza. Pasado el trance, sin embargo, el episodio se vendió como una militarada. Nadie sabía nada. Hubo una gran desmemoria, como dijo Pilar Urbano, pero no del rey o de Suárez, sino de todos aquellos que estaban entre bambalinas. Muchos hoy todavía desconocidos, entre otras cosas, por falta de acceso a la documentación del Cesid, a las cintas de las conversaciones y a los archivos particulares (zona de sombra).

En la Europa contemporánea, lo más parecido al gobierno de unidad que la operación De Gaulle inicial buscaba es una designación “desde arriba” a la italiana: el gobierno técnico de Mario Monti (2011-2013) para implementar las medidas de austeridad exigidas por la Unión Europea, y el actual de Mario Draghi con una mezcla de técnicos y políticos para distribuir los fondos europeos.

La situación actual

Con una España con las ciudades en llamas, con el partido que el establishment quería utilizar para centrar el país -Cs- en caída libre, con la extrema derecha subiendo, con el PP abandonando la casa carcomida por la corrupción, con el vicepresidente Iglesias criticando la democracia que representa y Podemos inicialmente de perfil con la violencia en las calles, con el PSOE tapando las vergüenzas del emérito para no erosionar más el Estado, con el independentismo (en manos de la CUP) con dificultades para estabilizar Catalunya, con una sociedad empobrecida y agotada por la crisis pandémica y con los Next Generation llamando a la puerta..., seguro que hay alguien soñando en una solución Armada.

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