Abusos: "Con 13 años hay líneas rojas que tienes que tener claras"

La educación de los chicos legitima que su voluntad está por encima del abuso, y esto dificulta identificar los casos

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Thaïs Gutiérrez i Albert Llimós
5 min
Adolescents. Getty Images

BarcelonaLos abusos y las agresiones sexuales cometidos por adolescentes son una cuestión delicada. ¿Tienen conciencia de lo que hacen a estas edades? ¿Saben qué es el consentimiento? ¿Qué educación sexual han recibido? ¿Cómo se tienen que gestionar estas situaciones cuando pasan en escuelas o centros formativos? Estas preguntas y otras muchas surgen en casos en que hay menores implicados y la tendencia, muchas veces, es a minimizar las agresiones.

Para la psicóloga y sexóloga Elena Crespi, es importante dejar de atenuarlas. “Esto de decir que es cosa de niños, o que solo son bromas, no se corresponde con la verdad. Si ha habido abusos y si se han vulnerado derechos se tiene que decir, precisamente porque son muy jóvenes y les tenemos que ayudar a establecer los límites y a enseñar cuáles son las conductas adecuadas, y que su voluntad no puede pisar la del otro”. Sin embargo, Crespi reconoce que “hay mucha gente que no lo ve así y lo minimiza porque son jóvenes, lo enmarcan en el campo de las tonterías. Pero esto no puede ser, porque la adolescencia es una etapa fundamental de construcción y reforzamiento del yo, de la propia identidad”. Pilar Polo, de la Fundación Vicky Bernadet que trabaja en la atención, prevención y sensibilización de los abusos sexuales infantiles, deja claro que “no son tonterias”. “En estos casos de abusos entre jóvenes de la misma edad siempre se tiene que intervenir, no se tienen que minimizar porque si hay conductas inadecuadas, los niños lo tienen que saber y así podemos evitar que deriven en conductas abusivas”.

La pornografía como referente

Alba Alfageme, psicóloga especializada en violencia sexual, se expresa en la misma línea y asegura que las agresiones y los abusos perpetrados por menores “son un problema muy grave” que demuestra que “muchos jóvenes no encuentran respuestas a sus preguntas sobre sexualidad, pero en cambio encuentran referentes en productos pornográficos que se transforman en un manual de instrucciones de la sexualidad”. Y aquí está una de las claves del problema: “La pornografía que los jóvenes ven está llena de imágenes de violencia sexual banalizadas, se cosifica la mujer, que pasa a ser un objeto sexual con quien tener sexo cuando quieres y como quieres”.

Es lo que los expertos llaman erotización de la violación. Imágenes que presentan agresiones sexuales a mujeres pensadas para excitar el público masculino. “Esto no es normal”, dice Alfageme. Y los niños acceden cada vez más a estos contenidos. La Agencia Española de Protección de Datos alertó el enero pasado que el primer contacto de las criaturas con el porno es a los 8 años. Es entonces cuando topan con estos contenidos machistas y violentos, a menudo sin que nadie les haya hablado antes de sexo. Según los expertos, una gran mayoría de niños a los 13 años ya son consumidores habituales y, por lo tanto, han normalizado estas imágenes tan agresivas. La erotización de la violencia contra las mujeres en el porno “enseña que la seducción se construye en base a una desigualdad y esto es muy peligroso”, dice Crespi: “Se vende como una conquista y en realidad es un abuso”.

Falta educación sexual

A pesar de esto, el porno no es el único problema. La falta de educación sexual es otro de los motivos detrás los abusos cometidos por adolescentes. “En estas edades es muy probable que no sepan qué es el consentimiento porque no se lo ha explicado nadie”, dice Crespi. “Para saber dónde están las líneas rojas hace falta una enseñanza transversal desde casa, la escuela y el entorno social, y esto en la mayoría de casos no está”. Todo esto comporta que cuando cometen un abuso “sean conscientes de lo que están haciendo, pero seguramente no saben las consecuencias que tiene porque la educación que han recibido los chicos legitima la idea de «yo tengo derecho a hacerlo» y, por lo tanto, no lo perciben como un abuso, sino como una broma”. Esta experta habla de “vacío educativo” en cuanto a la educación sexual, que actualmente “depende de la buena voluntad de los profesores de cada centro”, a pesar de que en 2019 el conseller de Educació, Josep Bargalló, presentó un plan para integrar la educación afectivosexual desde P3 en todas las escuelas públicas. Fue muy bien recibido, pero todavía está en fase de desarrollo. Crespi cree que la educación sexual tendría que ser una asignatura fundamental y transversal en el currículum educativo, desde muy pequeños. Lo compara con las matemáticas: “Todos entendemos que las matemáticas implican todos los ámbitos de la vida y por eso es una materia transversal, pero la sexualidad también y, en cambio, la dejamos de lado”.

Alba Alfageme destaca que el 80% de las chicas víctimas de un abuso o agresión sexual por parte de compañeros de su edad “se quedan bloqueadas en aquel momento”. “Si no se ha trabajado el consentimiento, el respeto... Los chicos ven que la chica no dice nada y ellos interpretan que lo acepta. Pero con 13 años hay líneas rojas que tienes que tener claras”. Pilar Polo se pregunta: “¿Cómo puede ser que la sociedad tenga un problema con la educación afectivosexual? Tenemos directores de centro que no ven bien que esto se enseñe en las escuelas, lo que es un gran problema porque sin esta educación no avanzaremos”. Hace falta, por lo tanto, romper barreras: las burocráticas, que hacen que los proyectos educativos sean más lentos de lo que sería deseable, y las mentales, que provocan que mucha gente vea la sexualidad como uno tema tabú para los menores.

Cambio de mentalidad

Aún así, Pilar Polo dice que en los últimos años “hay mucha más sensibilización hacia los abusos”, también los que cometen los jóvenes. En su caso se traduce en el hecho que muchas escuelas les piden ayuda cuando tienen casos de abuso entre los alumnos. “El profesorado está muy concienciado, en los últimos tres años hemos avanzado mucho y creo que cada vez más gente piensa que esto no son tonterías de niños”. Además, tal como explica, “todos los centros cuentan con un protocolo hecho por el departamento de Educació en 2016 que explica los pasos que hay que seguir cuando se detecta un caso de abusos entre los alumnos”. A pesar de que es una herramienta muy útil, también tiene carencias: la aplicación queda en manos de la dirección y de las ganas que tenga aquella persona de sacar adelante el proceso, que puede ser largo y difícil. Polo tiene claro que “la mejor opción siempre es intervenir, aunque sean niños”. “Lo más importante es atender a la persona que ha sufrido el abuso, pero también hay que pensar en los abusadores, que a menudo son tan jóvenes que no son imputables y, por lo tanto, no es bueno jugárselo todo en la carta del castigo, hay que apostar por una solución psicoeducativa que ayude para que no vuelva a pasar”. Además, en esta línea de combatir los abusos, Educació presentó la semana pasada la Unidad de Apoyo al Alumnado en Situación de Violencia, en el marco de un plan contra las violencias, que tiene que ser una herramienta más para prevenir, detectar y gestionar todos estos casos.

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