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Peligro, gaviotas: “Tengo que correr si llevo comida”

Barcelona gestiona cerca de 300 incidencias al año relacionadas con unas aves cada vez más extendidas

Gaviotas atacando a dos turistas que llevan comida en la plaza de la Gardunya
29/03/2025
5 min
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BarcelonaParece mentira, pero no hace ni cincuenta años que las gaviotas llegaron a Barcelona. La primera pareja de gaviotas patiamarillas –la especie más común ahora en la ciudad– fue registrada en la capital catalana en 1978. Desde entonces, la población de estas aves ha crecido exponencialmente. Una especie de gentrificación animal que ha supuesto un quebradero de cabeza para las palomas –sus víctimas preferidas– pero también para las personas. Cada vez es más frecuente verlas rondar los lugares en los que hay gente comiendo al aire libre, y no dudan en atacar a las personas para conseguir que les den alimento. Escenas de personas huyendo de las gaviotas que las persiguen son el pan de cada día en el mercado de la Boqueria, en el Maremagnum e, incluso, en el campus de la Ciudadela de la Universidad Pompeu Fabra (UPF).

Una gaviota atacando a dos mujeres detrás del mercado de la Boqueria.
Dos gaviotas grallando frente a unas turistas que comen detrás del mercado de la Boqueria.

Un pequeño retrato robot de la especie. Distribuido por toda la costa mediterránea, la costa nororiental atlántica y la central, la gaviota patiamarilla vivía originariamente ligada al mar, a islas ya zonas costeras. Sin embargo, en las últimas décadas la especie ha mostrado una adaptación creciente a los hábitats urbanos en toda Europa. También en Barcelona, ​​donde más allá de los acantilados de Montjuïc ya anida también en azoteas y tejados de prácticamente toda la ciudad.

El investigador del Instituto de Ciencias del Mar (ICM) de Barcelona Joan Navarro pone cifras a la sensación de que cada vez están más presentes en todas partes. Explica que si hace diez años podía haber 200 parejas de gaviotas en toda la ciudad –sin contar las colonias de la Zona Franca y Montjuïc– ahora ya puede haber más de 300. Una cifra que, precisa, no tiene en cuenta las crías que puede tener cada una de estas parejas. Navarro apunta que las condiciones de la ciudad –próxima al mar– hacen que sea difícil que la especie deje de criar en Barcelona. También la facilidad para obtener alimento una vez han sumado a su dieta de pescado otras aves –sobre todo palomas y cotorras– pero también restos orgánicos que encuentran en los desechos e incluso alimentos procesados ​​propios de los humanos. Navarro añade otros tres datos para pronosticar que el crecimiento puede continuar en los próximos años. Empiezan a criar a los cuatro años, viven hasta los dieciocho o diecinueve y no tienen grandes depredadores en el entorno.

Una gaviota llevándose la tapa de una fiambrera en Barcelona.
Dos gaviotas comiéndose una paloma en el Port Vell.

¿Más agresivas?

Resuelta la incógnita sobre si hay más, la siguiente pregunta: ¿son más agresivas? "No nos ven como un depredador. Pierden un poco el miedo y son más confiadas", concede Navarro. Subraya, sin embargo, que aunque pueden intimidar volando muy cerca y gritando, es difícil que lleguen a atacar. "Saben que no somos depredadores, pero que potencialmente podemos serlo", anota. Esto no impide que su presencia pueda llegar a ser problemática. Desde el Ayuntamiento, avisan que, a diferencia de las palomas, las gaviotas son agresivas en la búsqueda de alimento que pueden obtener de las personas, por lo que recomiendan evitar alimentarlas y reducir las interacciones.

Esta agresividad se puede constatar en la plaza de la Gardunya, detrás del mercado de la Boqueria. La abundancia de turistas que degustan la comida para llevar que han cogido al mercado convierte este rincón del Raval en uno de los lugares preferidos de las gaviotas. Es fácil observar muchos mediodías cómo mangan la comida a algún turista. Escenas similares son visibles en las terrazas de los restaurantes cercanos a la plaza de Catalunya, pero también en otros espacios abiertos de la ciudad. Por ejemplo, en la entrada del campus de la UPF en la Ciutadella, donde incluso hay carteles alertando del peligro de ataques de gaviotas que buscan comida.

Un cartel alertando del peligro de ser atacado por una gaviota en el campus de la Ciutadella del UPF.
Un cartel alertando del peligro de ser atacado por una gaviota en el campus de la Ciutadella del UPF.

Varios trabajadores y estudiantes de la universidad relatan al ARA experiencias similares. "Cada día tengo que correr si no quiero que me roben el bocadillo", explica una estudiante. "Se te ponen justo enfrente, abren las alas y grajan para que sueltes la comida. Alguna vez incluso se te ponen sobre la cabeza", describe una compañera. Trabajadores de la universidad explican que el primer ataque fue en el 2017, pero que han ido a más desde la pandemia. En algunos casos han tenido que atender a estudiantes heridos con arañazos. "Si hacen nido, has bebido aceite", admite un responsable de mantenimiento de la universidad, quien explica que hace años que entre sus funciones está también la de vigilar constantemente que esto no ocurra.

La época de crianza, crítica

Sin embargo, es difícil remediarlo. Fuentes municipales aseguran que últimamente las incidencias relacionadas con gaviotas rondan las 300 al año. Para intentar minimizarlas, el Programa de vigilancia de la gaviota patiamarilla en la vía pública que ejecuta el Servicio de Vigilancia y Control de Plagas Urbanas (SVIPLA) de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) incluye recomendaciones de medidas preventivas –como no alimentar a las aves– pero también medidas específicas de control activo –como por ejemplo retiradas de nidos o de nidos–.

Fuentes de la ASPB subrayan que las incidencias se concentran principalmente en los meses de abril a julio, que es la época de reproducción de las gaviotas. "Son agresivas si tienen el nido e intentas acercarte", apunta Navarro. Esto provoca conflictos en algunas azoteas, donde a veces las personas que salen a tender la ropa se encuentran una actitud agresiva por parte de los pájaros. Lo mismo ocurre en el cementerio de Montjuïc, lugar de crianza habitual de estos pájaros. Allí ya hace tiempo que recomiendan a los visitantes llevar paraguas para evitar ataques si deben acercarse a los nichos más cercanos a los acantilados.

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