Segregación escolar

Encontrar plaza para 5.000 alumnos con el curso empezado: el engranaje de la matrícula viva

Un tercio de las solicitudes de escolarización se realizan fuera de la preinscripción y la mitad son de familias vulnerables

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Separadores para los trabajos de los niños de una clase, en una imagen de archivo

Barcelona"No lo consultamos con los centros porque es imposible gestionar la llegada de nuevos alumnos sólo en función de sus percepciones y sentimientos". Así de contundentes se muestran fuentes del Consorcio de Educación cuando explican cómo es el complicado engranaje de la matrícula viva que permite escolarizar a aquellos alumnos que llegan al sistema una vez ya se han hecho los cálculos para cumplir con los ratios y se han cerrado los grupos de todas las escuelas e institutos de la ciudad de Barcelona.

Cada curso hay 35.000 solicitudes de inscripción a los centros escolares barceloneses. Estas peticiones son de tres tipos: alumnos que entran en la escuela por primera vez (Infantil 3), los que comienzan el instituto (1º de ESO) y los que cambian de centro, ya sea porque han ido a vivir a uno otro lugar o porque la familia ha tomado la decisión de realizar un cambio en la escolarización del niño o niña. Normalmente, la mayoría de estos cambios (unos 23.000) se realizan durante la preinscripción antes del verano, pero después hay más de 10.000 alumnos que llegan fuera del período ordinario. Por ejemplo, este curso sólo durante los meses de junio, julio y agosto se han recibido solicitudes de más de 4.540 alumnos que todavía no constaban en el sistema. Y es aquí donde comienza el trabajo de un equipo formado por una veintena de trabajadores que son los encargados de gestionar la tan conocida –ya veces temida por los centros– matrícula viva.

"Cuando una familia llega a la ciudad, tardan muy poco en presentarse en una de las cuatro oficinas de escolarización", explican desde el Consorci. En esta primera parada se celebra una reunión con la familia para ver cuáles son las características del alumno, que no siempre es un estudiante vulnerable, aunque, de media, la mitad de los que llegan con el curso empezado lo son. Si el alumno es ordinario (no tiene necesidad especial), la asignación de plaza es relativamente automática, teniendo en cuenta el lugar de residencia y las vacantes de los centros de la zona. Aquí siempre se tiene en cuenta la proximidad y se intenta que todas las familias tengan un centro asignado a menos de 15 minutos a pie según Google Maps. "Ahora bien, siempre hay situaciones excepcionales", dicen los responsables del Consorci.

Las ratios no lo son todo

Más allá de los alumnos económicamente vulnerables que se detectan realizando un cruce de datos automático, hay otros casos en los que es necesaria una intervención "más humana" de expertos. Un ejemplo es cuando un alumno llega con edad de hacer 4º de ESO. En esta etapa siempre se realiza una entrevista en profundidad con un orientador. "En muchos casos, si existe una escolarización muy tardía y en función del país de origen, poner a este adolescente en una clase sin ninguna probabilidad de graduarse no es la mejor opción", comentan desde la administración. Aquí es el orientador quien debe conocer la situación del estudiante para proponerle continuar en la ESO u optar por otras opciones como un Programa de Formación e Inserción (PFI). La otra atención personalizada se inicia cuando existen indicios de que el alumno puede tener necesidades específicas, ya sea por motivos físicos y mentales o por aspectos sociales y lingüísticos. Es en estos casos y en los de la vulnerabilidad económica donde el criterio para asignar un centro a un alumno va mucho más allá del número de plazas vacantes existentes.

"El objetivo es que la escolarización sea equilibrada y en eso el número de alumnos no es, ni de lejos, el criterio más importante", detallan desde el Consorci, y explican que lo que se busca es un equilibrio en la complejidad de los grupos y centros. Este objetivo, a pesar de ser una medida contra la segregación escolar y la guetización, hace que haya centros donde, de repente, las ratios se disparan. "Nos llegan alumnos a tongadas y cada vez debemos deshacer y volver a programar los recursos humanos que destinamos a la atención a la diversidad, porque muchos de estos estudiantes necesitan un apoyo en el aula", asegura el director de un centro del Raval que critica: "Es normal que te lleguen uno, dos o tres, pero si te llegan 20 alumnos de golpe, toda la labor de apoyo debe rehacerse".

Aquí desde el Consorci son taxativos: Los centros –tanto públicos como concertados– no eligen cuántos alumnos reciben. De hecho, no se les pregunta si pueden acoger a más alumnos porque desde la administración, dicen, ya conocen su situación individual y la global de todos los centros de la ciudad. "Los únicos que pueden elegir son las familias, dentro de las pocas opciones que existen con el curso iniciado", insisten. También detallan que si una familia recién llegada explica que en un centro concreto conocen a alguien que también es de su país de origen, lo tienen en cuenta porque este vínculo puede ayudar en la integración del alumno.

Centros blindados

Hace dos años el departamento de Educació aprobó un decreto que permite dar un paso más para ayudar a que la acogida de alumnos recién llegados sea más equitativa. Cuando se detecta que un centro tiene una complejidad alta se protege blindándolo y haciendo que durante unos cursos no reciba alumnos de matrícula viva. "Son estrategias quirúrgicas", defienden desde la administración. Cuentan que en una misma zona puede haber un centro protegido con grupos de menos de 20 alumnos, mientras que la escuela de enfrente siga recibiendo a nuevo alumnado a pesar de estar 25 en el aula. La diferencia entre uno y otro es que el primero tiene una segregación negativa (más alumnos en situación de vulnerabilidad de lo que les correspondería por la zona) y el segundo no tiene suficientes alumnos con estas características y, por tanto, no da respuesta a la composición social del barrio. "Es una medida de choque, pero habrá que ver si funciona", dice la directora de uno de esos institutos protegidos en los que el 70% de los alumnos son de familias migrantes. Teme que, si la tendencia no cambia, el instituto se quede vacío si no puede recibir alumnos de matrícula viva como hasta ahora. También explica que, pese a valorar positivamente la medida, ésta también provoca ciertos problemas entre centros. "Los que hasta ahora no recibían alumnos vulnerables no ven con buenos ojos tener de golpe a 28 niños en el aula y alegan que bajará el nivel", lamenta. Y concluye: "Lo evidente es que, si ninguno de los dos centros del barrio representamos a su población, algo estamos haciendo mal".

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