Una madre con cuatro criaturas, a punto de quedarse en la calle: "No quiero que mis hijos vivan al raso"
El Ayuntamiento de L'Hospitalet le alarga su estancia una semana más en un hostal de Gavà hasta la próxima visita con los servicios sociales


GavàShirley Medina podrá quedarse una semana más en las dos habitaciones del hostal de Gavà que, desde poco antes de Navidad, ocupa con sus cuatro hijos menores: uno de 16 años, dos gemelos de cinco y uno de dos. Empadronados en Hospitalet de Llobregat, los servicios sociales de este municipio trasladaron a la familia a este espacio para sacarlos del trastero que les había dejado un conocido. En un principio debían marcharse este jueves, pero finalmente y, en tiempos de descuento, el consistorio ha anunciado a última hora que "alarga" su estancia hasta la próxima visita con la trabajadora social. Aún sin saber que tenía una prórroga, Medina se sienta en la cama de su hijo mayor y explica que no tiene otro techo de alternativa y que la única solución que tiene es la calle. "Yo no quiero que mis hijos vivan al raso, no pueden vivir en la calle, unos niños", dice.
El adolescente estudia en el ordenador mientras oye hablar a su madre de cómo se ha sentido abandonada por los servicios sociales de Hospitalet. A preguntas del ARA, el consistorio se limita a subrayar que es un caso "complejo", sin entrar en más intimidades. Según el relato de la mujer, el consistorio le dejó 48 horas de margen para recogerlo todo y encontrar otro sitio para vivir. "El martes me llamó la trabajadora social para comunicarme que el jueves teníamos que marcharme y punto", indica.
Con más de 256.000 habitantes, L'Hospitalet es la segunda ciudad más poblada de Cataluña y, según un recuento reciente, más de 280 personas sobreviven al raso. A pesar de esta cifra, sólo tiene un albergue social de estancia temporal, muy cuestionado por los usuarios y entidades sociales por la poca calidad de los servicios. Por eso el consistorio traslada hasta este hostal céntrico de Gavà vecinos que han sido desahuciados.
El traslado, aunque soluciona la cuestión del techo, supone dificultades añadidas para las familias, que ven cómo deben dejar su red de apoyo y social. En el caso de los menores, deben realizar un trayecto en autobús o tren de una hora para asistir a la escuela. No es fácil, afirma Medina, quien también admite que la asistencia de los gemelos a la escuela se ha resentido. El hijo más pequeño no ha encontrado plaza pública y la madre explica que esto le impide poder seguir trabajando de forma regular. "A mí que me den una plaza de guardería para dejarlo y yo me pongo a buscar trabajo y prometo que los servicios sociales no volverán a saber nada de mí", asegura.
La precariedad de esta familia ha hecho que una quinta hija, que tiene 12 años, viva buena parte de la semana con su padre y el fin de semana se suma a la familia. "Se pasa como puede", dice resignada esta mujer de 38 años. Hoy todavía se resistía a hacer las maletas, confiando en que la presencia de las criaturas y la presión del Sindicato de Vivienda de L'Hospitalet frenara la orden de dejar el hostal. De hecho, en la habitación en la que el hijo estudia las asignaturas de primero de bachillerato todavía había ropa tendida en los rincones, así como libros, paquetes de leche y de pañales entre los agujeros que los escasos muebles dejan libres.
En la otra habitación, en una cama doble, duerme Medina con sus hijos más pequeños. La ducha y el lavabo los comparten con otra familia de cinco personas (dos menores de edad), y por comer hacen lo que pueden. En la planta baja hay una cocina en la que una mujer voluntariosa hace todo lo posible para recoger comida, juguetes y ropa para la veintena de familias realojadas.
Medina llegó al hostal de Gavà después de estar unas semanas en un trastero que le habían cedido, pero la dirección de la escuela donde van los pequeños alertó a los servicios sociales de la indignidad que suponía que una familia con menores viviera entre humedades. Previamente habían estado ocupando un piso y después habían vivido realquilados en una habitación donde se encabían los cinco niños y la madre. Pagaban 650 euros, pero tuvieron que irse porque uno de los propietarios la agredió sexualmente. Ahora, se lamenta esta madre, el mercado de la vivienda les reexpulsa a la calle.