Salud

El dolor entiende de género y afecta más a las mujeres

La atención primaria y hospitalaria intenta adaptarse a un nuevo modelo para minimizar la intensidad de las molestias persistentes sin tantos medicamentos

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Las mujeres tienen mayores probabilidades de sufrir dolor persistente que los hombres.

Barcelona"Me he acostumbrado a convivir con el dolor". A Míriam Solé le espalda la machaca desde hace más de 20 años, la mitad de su vida. Desesperada, ha hecho "la ruta de médicos y curanderos" buscando un diagnóstico y esperando el "milagro". No tiene nada físico y de vez en cuando al menos el dolor se atenúa. "Ya me han dicho que voy a morir con dolor, así que paciencia", dice resignada.

El dolor crónico, el que dura más de tres meses o es recurrente, es una de las dolencias más comunes y representa la mitad de las consultas en primaria. Se calcula que una de cada cuatro personas sufre dolor, porcentaje que se dobla a partir de los 75 años. Y son mujeres como Solé, las que tienen mayores probabilidades. Concretamente, ellas tienen una prevalencia del 30,5% y ellos del 21,3%.

Desde 2020 la OMS ha dejado de considerar el dolor un síntoma para incluirlo en la categoría de enfermedades y lo define como una "experiencia sensitiva y emocional desagradable, asociada a una lesión física real o potencial". Los especialistas aseguran que al existir una percepción individual, requiere un tratamiento individualizado que vaya más allá de los fármacos y ponga el foco en cuestiones como la salud mental o el entorno social y familiar del paciente.

Sesgo de género

En este campo la medicina también ha basado hasta hace poco sus estudios en el cuerpo masculino, y esto hace que se trate de igual modo tanto los dolores de los hombres como los de las mujeres, aunque unos y otros tienen unos factores y una respuesta diferentes ante el mismo estímulo, explica Elena Català, vocal de la Plataforma Mujer y Dolor y expresidenta de la Sociedad Catalana del Dolor de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña. "Hasta los cambios hormonales de la adolescencia, niños y niñas apenas presentan diferencias", señala la doctora, que expone que la testosterona parece tener un efecto protector, mientras que los estrógenos aumentan su vulnerabilidad y sensibilización, continúa Català . Por otro lado, influyen los roles de género, que atribuyen a las mujeres más aguante y habituación al dolor, sea por la carga familiar, los trabajos precarios o las dificultades para autorrealizarse como persona. Así, aunque acuden más a las consultas, las mujeres lo hacen más tarde y peor, en una media de 40 meses de evolución del dolor, por los 30 de los hombres, que piden más fármacos esperando una curación más rápida.

Aina Perelló, médica de familia del CAP Larrard de Barcelona es la coordinadora grupo TraDoP (dolor persistente) de la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (Camfic) y admite que, con el dolor, los profesionales lo están haciendo "mal" porque demasiado a menudo la solución es sobremedicar, obviando que opioides y benzodiacepinas a menudo tienen "más riesgos que beneficios" y fabrican "enfermos pasivos". Esto se ha dado más entre las mujeres, a las que los profesionales han "estigmatizado", explica.

Impacto económico

Sin embargo, hay aires nuevos y se están creando equipos multidisciplinares tanto en la primaria como en las unidades hospitalarias para realizar un cambio en el tratamiento. Salut plantea fisioterapeutas y dietistas en los CAP para trabajar de forma comunitaria el dolor. Perelló insiste en que "es necesario un cambio de mentalidad para hacer frente al dolor" en las consultas para encomendarlo a los pacientes y, en este sentido, señala la experiencia en Valladolid "a coste cero", en la que se ha sustituido la medicación por ejercicio, socialización o dietas en caso de obesidad, puesto que en la percepción del dolor influye también el estado emocional. La Sociedad Española del Dolor calcula en el 1,5% del PIB el impacto del dolor.

En la unidad del Hospital Vall d'Hebron que dirige Javier Medel, también trabajan psicólogos, fisioterapeutas y dietistas para realizar este abordaje multidisciplinar que comienza con una visita para conocer las circunstancias vitales del paciente, así como sus "expectativas por curarse". Contra el dolor persistente, admite Medel, hay "pocos milagros" en cuanto se actúa para "aliviar la intensidad del dolor", por eso, señala, es importante que el paciente entienda que difícilmente se curará del todo, pero que si abandona el sedentarismo tiene muchos números de mejorar su funcionalidad, puesto que –dice– la inmovilidad genera atrofia. "El dolor no es un invento ni fruto de la imaginación, pero puede transformarse", apunta el especialista. Se trata de "distraer el cerebro" que es donde se localiza el dolor y no en el cuerpo, ilustra Perelló, quien señala que centrarse en exceso o escucharse demasiado, provoca "hipervigilancia".

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