Eutanasia

“Los pequeños detalles son importantes; el paciente merece morir como quiere”

La enfermera referente Tànit Güell explica cómo se enfrentan pacientes, familiares y profesionales en la eutanasia

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Tànit Güell, en un rincón de Girona.

BarcelonaA Tànit Güell no tuvieron que convencerla para que aceptara ser referente de la eutanasia en Girona. Enfermera del área básica de Figueres, llevaba tiempo atendiendo a pacientes en el último tramo de vida, así que no dudó ante la oferta, convencida de la necesidad de la ley. Y eso que había entrado en enfermería con la voluntad de ser comadrona y dar "luz a la vida", una pasión transformada ahora en "luz a la muerte". De hecho, sigue Güell, la muerte forma parte de la vida y cuando esto se obvia es cuando el dolor se multiplica.

Cuando la ley estatal de la eutanasia entró en vigor, en junio del 2021, el departamento de Salut creó la figura de los referentes, sanitarios o trabajadores sociales que deben hacer que el delicado proceso sea lo más sencillo y humano posible, tanto para los profesionales como para el mismo enfermo que solicita la prestación. En este campo, Güell tiene el doble sombrero: como referente, y también como enfermera que interviene directamente. En estos dos años ha participado de cinco eutanasias que han dejado un "impacto emocional muy bonito" en todas las personas involucradas.

Pide decidir morir. "A veces son los pacientes que me dicen que ya no quieren vivir más en estas u otras condiciones, y les hablo yo de la eutanasia", relata Güell, que explica que siempre es mucho más "agradecido" cuando la familia está de acuerdo con la decisión del enfermo. No siempre ocurre esto, seguramente porque prevalece aún un concepto del "amor egoísta", que entiende que amar es querer a una persona viva a cualquier precio. Y, en realidad, "soltar, dejar morir, es un gran acto de amor", dice.

Es el paciente –con una enfermedad incurable y un sufrimiento imposibilitante, pero consciente– quien debe pedir la solicitud, pero si el profesional advierte un sufrimiento profundo puede plantearse. Desde que se hace la petición y se hace laeutanasia pasan 44 días –11 menos que la media española–, un plazo que para Güell demuestra hasta qué punto la ley es "garantista", ya que obliga a que la petición pase por tres filtros antes de la resolución final. Durante estas semanas, los referentes realizan este acompañamiento y se convierten en una especie de "guías de viajes", en palabras de la enfermera, porque resuelven dudas, ayudan a cumplir con la burocracia del proceso, explican los detalles a sanitarios y, también, a pacientes y familiares.

El día de la prestación

Son momentos delicados. El papel de la familia es "importante" porque, por un lado, da cierta tranquilidad al enfermo para que se vaya más tranquilo y, por otro, hace que el luto de los que se quedan no sea tan traumático. En este punto Güell subraya que del referente se espera que sepa "escuchar más que hablar" y que exhiba "compasión". En todo caso, siempre será el deseo del paciente el que mande, y la familia termina con la sensación de "haber ayudado a la persona amada a morir como realmente quería morir".

El día de la prestación de la muerte –esta es la expresión que utiliza Güell– también lo elige el paciente, así como si se hará en el hospital, en un sociosanitario o en una casa particular. Hay momentos para la preparación, en los que se habla de si es necesario seguir un ritual religioso o laico, qué ropa se quiere llevar, la música que se quiere oír. "Todos los pequeños detalles son importantes porque el paciente merece morir con el mejor trato, siguiendo su voluntad", señala la experta.

El tramo final, la eutanasia en sí, sólo son cinco minutos: primero se inyecta medicación para provocar el coma profundo y un anestésico y, por último, un bloqueo neuromuscular para provocar la parada respiratoria y cardíaca. "Explicamos que es como si el enfermo durmiera, sin dolor", relata Güell. Aunque es residual, también se permite el suicidio asistido, que consiste en que el enfermo se autoadministre el fármaco bebiendo o por vía endovenosa.

El tiempo también es clave. Aunque siempre está presente un sanitario para garantizar que todo el proceso se realiza correctamente y no hay sufrimiento, se deja un "espacio de intimidad" tanto antes como después de la inyección. "No retiramos todos los dispositivos enseguida del cuerpo del enfermo para facilitar la despedida", indica Güell.

Objeción por conveniencia

Para los médicos o enfermeras que participan también es un día difícil y especial, porque la ley de la eutanasia es un "cambio de paradigma". Efectivamente, la norma rompe con la tradicional jerarquía que ha regido la sanidad de médico-enfermo y, otorga por primera vez al paciente la capacidad (el derecho) a decidir el cómo y el cuándo quiere morir. "Los sanitarios tenemos una visión bastante paternalista, en la que nosotros decidimos y el paciente acepta", afirma la enfermera.

Como ocurre con el aborto, con la introducción de la eutanasia como una prestación más de la cartera de servicios, las grandes resistencias se han encontrado más entre los profesionales que en la sociedad. Como dice Güell, todos los sanitarios salen de la facultad con el mandato de "curar y salvar vidas", así que el ejercicio de "ayudar a morir" es una novedad ya muchos les cuesta. Quizás por miedo o por desconocimiento y también "cierta pereza", médicos y enfermeras se declaran objetores, más por "conveniencia" que por convicción, afirma.

A punto de que la ley de la eutanasia cumpla tres años, Güell sostiene que hay que darle tiempo antes de realizar ningún cambio para mejorarla. Y apunta que antes sería necesario que la sociedad deje de dar la espalda a la muerte y al envejecimiento. "La muerte es algo natural y la eutanasia es hoy una nueva manera de morir", concluye.

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