David Bueno: “Sin la adolescencia no tendríamos arte, ciencia ni filosofía”

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“Sin la adolescencia no tendríamos arte, ciencia ni filosofía”

David Bueno (Barcelona, 1965) es biólogo. Desde 2019 dirige la cátedra de neuroeducación UB-EDU1st, la primera del mundo dedicada exclusivamente a este campo, y ha sido asesor del International Bureau of Education de la Unesco. Acaba de publicar el libro El cervell de l'adolescent (Rosa dels Vents).

Los adolescentes son rebeldes con causa.

— Cuando llega la adolescencia el cerebro busca romper límites y cuestionar todo lo que se le ha dicho hasta entonces, y eso hace que a menudo los adolescentes se enfrenten a su entorno. No solo no lo pueden evitar sino que lo tienen que hacer. Para madurar se tienen que cuestionar su niñez. Para ser creativos, hay que cuestionarlo todo. Sin la adolescencia seríamos homínidos pero no humanos, no seríamos creativos, no tendríamos arte, ciencia ni filosofía.

¿La adolescencia nos hace humanos, pues?

— La mayoría de animales tienen una adolescencia muy corta porque es una época de cambio, muy frágil. Los otros primates como los chimpancés también pasan por ello, y hacen alguna tontería, pero no les dura más de dos semanas. La adolescencia humana, que dura años, es una incorporación del Homo sapiens porque hemos convertido el aprendizaje cultural en nuestra principal adaptación de supervivencia. No tenemos zarpas para arañar ni dientes para morder. Sobrevivimos porque aprendemos y aplicamos lo que hemos aprendido. Y tenemos que aprender tantas cosas que no basta con la niñez, que es cuando los otros mamíferos lo hacen.

Compara la adolescencia con la metamorfosis de una oruga que se transforma en mariposa. ¿Tan drástico es el cambio?

— Lo es para el cerebro. Para otras partes del cuerpo no tanto. Los órganos reproductores, por ejemplo, que ya están formados, adquieren funcionalidad, pero el cerebro experimenta unas reorganizaciones neuronales que equivalen a la metamorfosis de un insecto.

¿Qué pasa en el cerebro de un adolescente?

— Los cambios principales se producen en la corteza prefrontal, donde se generan y se gestionan los comportamientos más complejos como la capacidad de planificación o el conocimiento del propio estado emocional. Los adolescentes tienen que dejar atrás los comportamientos infantiles en los que dependen de los padres para ser adultos que dependerán de ellos mismos. Por lo tanto, eliminan las conexiones neuronales que los hacen ser niños para incorporar conexiones nuevas que los hacen ser adultos. Y las incorporan por ensayo y error. Si funciona un comportamiento lo retienen y si no, no.

¿Cómo saben si funciona?

— Lo más habitual es buscar el reconocimiento del entorno. Por eso hay adolescentes que hacen barbaridades, porque su entorno de adolescentes se lo reconoce, pero también es importante el de los adultos, sobre todo de padres y maestros.

¿Levantarse tarde forma parte de todo esto?

— El ritmo circadiano de los adolescentes se atrasa una media de entre dos horas y dos horas y media. Cuando por la mañana no se levantan y pensamos que son unos vagos, muchas veces pasa que su cerebro todavía no se ha activado. Cuando empiezan el instituto y entran antes, se le exige atención a un cerebro que todavía está medio dormido.

En Inglaterra se trató de empezar más tarde el instituto y se vio que mejoraba el rendimiento académico.

— La mejora era de entre el 20 y el 30%. Y también se vio que el número de días que faltaban por enfermedades se reducía a la mitad. Por la noche, el sistema inmunitario también baja la eficiencia. Si sales a la calle antes de que se te active, es más fácil que te pongas enfermo.

¿Qué más pasa en su cerebro?

— La amígdala, el centro que genera las emociones, cambia. Por eso reaccionan a las emociones más rápido y con más intensidad. Por primera vez tienen que afrontar situaciones de adultos sin haberlo sido nunca, y si detectan que pueden ser una amenaza, activan las emociones intensamente para protegerse. Por eso tienen muchos miedos, aunque los escondan. Y reacciones de ira, porque la ira permite defenderse. También cambia el estriado, que es el centro que genera sensaciones de recompensa. Descubren que hay actividades que les producen bienestar y placer. Y lo prueban todo, para ver qué los estimula más. Por eso es la edad en la que se inician en el consumo de drogas.

También son gregarios.

— Por primera vez pueden socializar libremente con sus iguales y les encanta. La sensación de unidad con el entorno es brutal. Y la socialización es un instinto básico imprescindible que también genera recompensas en el cerebro. Quieren estar con ellos, quieren hacer lo que hacen ellos, quieren hacer cosas que se les reconozcan. Y esto es sano. En este sentido, los confinamientos han sido un gran problema.

¿Han tenido un impacto muy grande?

— El 41% de los adolescentes y jóvenes tienen síntomas compatibles con la depresión. Es aterrador. La adolescencia es una época de estrés y puede haber momentos de tristeza, pero estos porcentajes son extremamente elevados.

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