Neurociencia

Sonríe y verás a los demás de una manera diferente

Un experimento muestra que sonreír hace que percibamos más positivamente a las demás personas

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Personas sonriendo por una foto.

En 1872 el naturalista inglés Charles Darwin, padre de la teoría de la evolución por selección natural, publicó el libro La expresión de las emociones en el hombre y los animales. Trata de cómo los seres humanos y otros animales, principalmente mamíferos y pájaros, mostramos nuestro estado emocional con el cuerpo y mediante expresiones faciales.

Darwin utilizó, entre otros muchos datos y observaciones, los resultados de unos experimentos realizados por el médico francés Duchenne de Boulogne. Pionero en estudios de neurología y en el uso de la fotografía para documentar sus hallazgos, aplicaba pequeñas descargas eléctricas a personas voluntarias para estimular diversas expresiones emocionales, como por ejemplo miedo o alegría.

Una de las expresiones faciales que generan bienestar, tanto a quien la hace como a quien la ve, es la sonrisa. Desde el punto de vista emocional, la sonrisa, que se relaciona con la alegría, genera confianza. Nos es más fácil confiar en las personas que sonríen, dado que rebaja la sensación de amenaza y de estrés. Además, la sonrisa demuestra, y nos hace aumentar, nuestra propia autoconfianza. ¿Pero hasta qué punto el hecho de sonreír puede alterar la percepción que tenemos de los estados emocionales de las demás personas?

Sonrisas eléctricas

Para abordar esta pregunta, el psicólogo Sebastian Korb y sus colaboradores, de diversas universidades y centros de investigación ingleses, austríacos y de los Países Bajos, han reproducido, refinado y ampliado algunos de los experimentos realizados hace 150 años por Duchenne de Boulogne.

Según han publicado en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience, los investigadores han aplicado pequeñas descargas eléctricas a un grupo de voluntarios para provocarles una leve sonrisa y han visto cómo el simple hecho de tener esta expresión facial modifica la actividad cerebral y altera la percepción que tienen de los estados emocionales de las demás personas .

Para comprobarlo, se aplicaron pequeñas descargas eléctricas a un grupo de 47 voluntarios y voluntarias para provocarles una ligera sonrisa. Se cuidó de seleccionar a personas que nunca hubieran tenido ningún tipo de trastorno psiquiátrico y que nunca hubieran consumido ningún tipo de droga, dado que estas condiciones alteran los estados emocionales propios y los que se perciben en las demás personas. Las descargas eléctricas eran muy leves, no causaban ningún tipo de molestia ni cosquilleo y sólo duraban medio segundo. Sin embargo, aplicadas de forma correcta a los músculos faciales, provocaban una leve expresión involuntaria de sonreír.

Al mismo tiempo, se hacían ver a los participantes una serie de caras generadas por ordenador que mostraban diferentes expresiones emocionales: alegría, tristeza o, alternativamente, una expresión neutra, que era la combinación en distintos porcentajes de alegría y tristeza. Los voluntarios tenían que identificar con rapidez qué estado emocional manifestaba la cara que les mostraban, pero sólo tenían dos opciones: alegría o tristeza, lo que les obligaba a incluir las neutras en alguno de estos dos grupos.

Lo importante de este estudio es que en algunas ocasiones, mientras se mostraba la cara a los voluntarios, recibían la descarga eléctrica y en otras no la recibían. Además, los participantes no podían ver la expresión que tenía su propia cara, por lo que la única información sobre ellos mismos que recibía su cerebro provenía de la contracción involuntaria de los músculos faciales.

Los efectos de sonrisa

En ambas situaciones, tanto si recibían la descarga eléctrica que les provocaba una expresión involuntaria de sonrisa como si no la recibían, los participantes identificaban correctamente las expresiones de alegría y tristeza. En cambio, cuando la descarga eléctrica les hacía sonreír, a menudo identificaban las caras neutras como si fueran de alegría. Cuando no les hacían sonreír, tenían mayor tendencia a identificarlas como si fueran de tristeza. Dicho de otra forma, la expresión facial que tenemos, tanto si la estamos viviendo emocionalmente nosotros mismos como si es forzada, altera la percepción que tenemos de los estados emocionales de las demás personas.

Simultáneamente, los científicos también monitorizaron la actividad cerebral de los voluntarios y encontraron cambios en algunas ondas cerebrales. Más concretamente, en las llamadas P1 (responsables de la detección, análisis y priorización de los estímulos visuales) y N170 (implicadas en la percepción, discriminación e interpretación emocional de los rostros). En conjunto, estas ondas afectan a la comprensión de la percepción visual y el comportamiento social. Por tanto, la contracción de los músculos faciales para esbozar una leve sonrisa, aunque sea forzada, altera el funcionamiento del cerebro y, en consecuencia, la percepción de los estados emocionales de otras personas.

Los autores del trabajo destacan la importancia que puede tener este hallazgo por tratar algunos tipos de condiciones cerebrales y mentales, como la depresión, mediante el trabajo con sonrisas forzadas eléctricamente. Los resultados también ponen de manifiesto la importancia de las sonrisas propias para fomentar las interacciones sociales basadas en la confianza mutua.

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