"Me considera un superhéroe para comer 195 calçots en 45 minutos pero soy muy normal"
Adrià Wegrzyn, ingeniero hijo de cirujano, gana de nuevo el concurso de calçots de Valls, y no podrá volver a presentarse hasta dentro de dos años


VallesAdrià Wegrzyn, ingeniero nacido en Barcelona, volvió a ganar ayer en Valls el concurso de calçots, como ha hecho desde la primera vez que se presentó, en el 2002. Comió un total de 195 (3.275 gramos ) en cuarenta y cinco minutos. "Me considera un superhéroe para comer 195 calçots en 45 minutos, pero soy una persona normal que no se gana la vida con el concurso porque no hay ningún premio en metálico", dice. De hecho, después del concurso, Adrià se fue con sus amigos a la cooperativa agrícola a hacer una barbacoa. Se fue con los premios que había conseguido: un cava Magnum, dos botellas de vinos de la DO Tarragona, un pastel de queso y una sudadera. "Increíblemente me iba bien, porque era de la talla XXL", sostiene.
Y ya que menciona la talla que utiliza de sudadera, Adrià recuerda que mide 1,98 de altura y pesa ciento diez kilos, es decir, que su estómago "tiene mucha capacidad". Lo ha explicado cada vez que ha ganado el concurso, como el del 2018, cuando le acompañó su padre, cirujano general que asegura que los calçots no duelen en el estómago, aunque te comas la cantidad desorbitante que traga su hijo. O él, que en el 2018 también se presentó. "Lo importante son los hábitos alimentarios diarios. Además, los calçots son cebollas, que no duelen", dice Constantin, que nació en Viena y llegó a Barcelona cuando tenía 17 años. De hecho, el padre del ganador había quedado en segunda posición en diferentes concursos en los que había acompañado al hijo. Adrià no lo recuerda. "Es que sólo lo hacemos para pasárnoslo bien, porque así pasamos el domingo, así que si me dices que en el 2018 el padre comió 183 calçots, que pesaban 2.380 gramos, y que quedó en segunda posición, pues diez ser verdad".
Sobre la digestibilidad de los calçots, nutricionistas como David Gasol tienen otra teoría. Comidos en exceso, los calçots pueden provocar problemas intestinales graves por culpa de la fibra. En cambio, Adrià asegura que a él nunca le ha pasado nada. Los calçots no le han hecho perder el apetito, por lo que, después del concurso, se van a hacer una barbacoa de carne.
Interviene el padre, ahora ya jubilado: "El impacto de la salsa de los calçots en el estómago es otra historia". Y es así, porque según apunta David Gasol, la salsa "son grasas que pueden saturar el hígado y estimular demasiado la vesícula biliar y, por tanto, pueden derivar en molestias digestivas". Y justo en este punto, el padre del ganador dice: "Es cierto, ya lo sé, pero durante el concurso mojamos muy poco el calçot en la salsa, sólo una puntita".
Cómo come los calçots el ganador
Adrià Wegrzyn tiene bien calculada la mecánica del concurso. Se come un calçot, con la cabeza hacia arriba, en una media de entre cuatro y seis mordeduras. Luego, con la cabeza hacia abajo, lo muerde bien, para que el calçot entre perfectamente garganta abajo. Cuando tiene la boca toda vacía, se come el segundo, con la cabeza hacia arriba otra vez. Y así sin cesar, hasta 195 calçots seguidos. No para ni para beber vino con porrón, algo que sí hacía su padre de vez en cuando. Él no. Y tampoco come pan. No descansa. No para de comer durante 45 minutos seguidos.
"En la historia del concurso ha habido que han comido de cuatro en cuatro", recuerda el exconcejal del Ayuntamiento de Valls Òscar Peris. Una técnica que Adrià no utiliza porque procura "no hacer bola en la boca con todos los calçots masticados de golpe".
Para averiguar quién gana, los organizadores del concurso de calçots, la Cámara de Comercio y el Ayuntamiento, pesan las bolsas de basura azul que contienen los restos de calçots comidos por los concursantes. Cada bolsa tiene enganchado un número, que corresponde a uno de los veinte concursantes. Lo tienen todo preparado para que, cuando acabe el tiempo, empiecen a pesarlo.
Mientras tanto, Adrià Wegrzyn sigue comiendo detrás de sus gafas de sol. Unas gotas de sudor, incesantes, le se deslizan mejilla abajo mientras sus hijos le animan. "Algún día se pondrán ellos", comenta una de las vigilantes que controla que los concursantes cumplan las normas del concurso.
Cada dos años -la normativa del certamen no le permite presentarse al año siguiente de ganar-, Adrià vuelve. Y lo hará de nuevo. La próxima cita, en 2027.