'Lo morenillo', la uva recuperada de la Terra Alta

En la Terra Alta lo llaman lo morenillo y seguro que no habrán probado nada tan elegante, insólito y etéreo. Carmen Ferrer y Manolo Sanmartín, junto a su hija, Pilar, se han roto los cuernos para recuperar esta variedad, desde una bodega que rinde homenaje a la tatarabuelo de la familia: Bàrbara Forés. Hoy, El Templario, 2021. Déjenme hacer los honores en lo morenillo.

Carmen, de niña, tenía prohibido entrar en la bodega. Había almazaras, el vino hervía… “Mi padre y el abuelo me lo decían: ¡no podemos ir con bromas a la bodega! Mis recuerdos son éstos”. No sabía si se dedicaría al vino, pero sabía algo: viviría en Gandesa. Fue a estudiar ingeniería técnica agrónoma, en la escuela industrial, en Barcelona, ​​pero lo que quería, en realidad, es ser jardinera. Hacer vino, encuentro yo, en realidad es ser jardinero.

“Este vino así como algo curioso tiene interés porque es una variedad recuperada. Los agricultores la dejaron de plantar después de la filoxera. Hacía poco grado y... otras cosas que no digo; no puedo decirles que esto se lo leerá todo el mundo”.

Quedamos, pues, que quien visite la bodega las sabrá porque entonces las dirá. Conoció lo morenillo a través de un campesino, que empezó a malhablar. "Y lo encontramos interesante". Era de ciclo largo, tenía poco grado alcohólico... Y ahora resulta que con los años, con el tiempo tan loco, han tenido razón en recuperarlo. “Hemos ido dando vueltas. Lo mezclábamos con garnacha tinta… lo poníamos en bota… Pero tenía que ser utilizada, porque tiene los taninos muy finos y suaves… ¿Y la propuesta última? Trabajamos sólo morenillo y lo trabajamos en jarra de barro”. Entonces Manolo, con cierta emoción, dice: “El alfarero de Miravet que hace las jarras de barro, el barro lo saca de la sierra de Pàndols”. La sierra de Pàndols. Pisa por miles de soldados durante la Batalla del Ebro, con las mulas, que subían comida. Todavía hay metralla en el suelo. Porque en El Templari han juntado (hecho el coupage, quiero decir) dos cosas que ahora son un triunfo: la frescura y la ligereza y que... ¡plantaron las uvas en una umbría! “La umbría de Tomaset”, que tiene unas diez hectáreas, rodeadas de bosque, de las cuales cultivan cuatro. Y está debajo de la sierra de Pàndols.

Un vino para decantar o para poner en el porrón

En copa, este 2021 tiene un color morado, morado muy intenso. Pero en la etiqueta le pone “vino rojo”. Quien sabe si el color del vino ha ido cambiando. Que se lo pregunten a Sciascia. Lo primero que aparece en la nariz es una sensación mineral, cerrada, algo de humedad, de trufa, de seta, que evoca mucho la finca, encuentro yo. El vino ellos le decantan. ¿No tienen decantador? ¿Tienen porrón? Pues en el porrón, cuidadosamente, ya servirlo, delicadamente, por la boquilla grande. Entonces, al cabo de un rato, aparece, humilde y radiante, la flor azul. Y entonces, la rosa. Y después, después, quizá el regaliz.

“Me parece recordar que en el Via Veneto habían tenido El Templario y lo maridaban con liebre en la Royal”, hace Manolo. Pero también nos iría bien con todos aquellos tipos de comida que, por ejemplo, combinan carne con pasta: escudilla mezclada, por ejemplo, o arroz de montaña.

No puedo estar, explicar esto. En la parte superior de la finca, tienen las cepas más jóvenes. Y allí es donde primero entra el jabalí. Se encontraron que o cosechaban antes de tiempo o se quedaban sin nada, porque cosecharía el jabalí. Recogieron, pues, temprano. El resultado es un ancestral de morenillo que me tiene enamorada. Y ahora, ahora que estamos al final de la copa... sale la delicada mora. ¿Qué tiene ese vino? Lo tiene todo.

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