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Opinión

La calidad de la educación es una mierda (que nadie se asuste)

Un aula de escuela.
28/01/2025
3 min
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Que nadie se asuste. Este titular es únicamente una provocación para comprobar que, si el titular de un artículo o de un libro critica, cuestiona o insulta la escuela, la curiosidad del lector aumenta.

Hablar mal de la escuela o de la educación es mediáticamente muy goloso y eso lo sabe bien quien edita los periódicos y redacta los titulares y también quien decide editar libros de profesores críticos con el sistema educativo que se autoerigen como analistas rigurosos, alimentando exactamente lo que, de hecho, denuncian sus tesis: el desencanto de los equipos de maestros. Ya verá como un libro optimista, riguroso, pero también crítico como el Diccionario inesperado de pedagogía, escrito por Philippe Meirieu y editado por Rosa Sensat estos últimos meses, desgraciadamente nunca figurará entre los top diez de los libros más vendidos en lengua catalana.

Los titulares que aparecen después de los resultados de las diferentes pruebas de evaluación externas (PISA, Competencias básicas) sacuden al mundo educativo y mediático con una intensidad directamente proporcional a la bajada de los resultados que estas pruebas han mostrado. Cada vez que se publican pruebas de evaluaciones externas acaban convirtiéndose en un boomerang que nos vuelve impactándonos en los morros y nos deja a todos aturdidos.

Estamos instalados en la era de la calidad y la excelencia. Estos dos valores, que son más propios del ámbito productivo y de mercado, también han entrado hace años en el mundo de la escuela y la educación. Estas pruebas se centran en unos ejercicios que valoran los conocimientos competenciales de todos los jóvenes del mundo, de forma homogénea, representan un ejemplo más de la globalización entendida como la tendencia para homogeneizar y estandarizar el mercado, en este caso el mercado educativo, tan condicionado por las diversidades y complejidades de cada territorio, por pequeño que sea.

Yo soy maestro, y no me considero nada capaz de hacer ningún análisis sobre los resultados de estas pruebas. También digo sin tapujos que no me gusta nada ver que nuestros jóvenes tienen menos habilidades competenciales para resolver estos exámenes hoy que dos años atrás. Nuestro colectivo debe reaccionar, esto es evidente. Mi sospecha es que la supuesta innovación educativa que tanto se cuestiona, entre otros justamente por este colectivo crítico que antes he citado, ni va en detrimento del rigor del aprendizaje, ni está tan extendido en las escuelas e institutos como se quiere hacer creer. No puedo explicarme por qué cuando se hace este análisis, en vez de cuestionar los esfuerzos de los equipos de maestros que, con aciertos y también con errores, tratan de construir estrategias organizativas y metodológicas rigurosas, no se cuestionen, por poner un ejemplo, los temarios de los libros de texto, que son todavía hoy la herramienta didáctica dominante en nuestras escuelas.

Hacer autocrítica

Si los nuevos currículums nos deben ayudar a definir el QUÉ, somos nosotros, los maestros, que debemos hacer autocrítica en un ejercicio de reflexión compartida sobre el CÓMO. con nuevos retos, más complejidades y nuevos encargos, mientras los maestros tenemos (o quizás nos hemos dado) muy poco tiempo para valorar, evaluar y debatir, con las discrepancias y acuerdos que sea necesario, sobre las estrategias que nos hemos dado en este COM.

Vivir en la era de la calidad y al mismo tiempo en la era del cambio-constante-sin-reflexión con el ritmo trepidante de estos últimos años (nuevas leyes educativas cada cinco años, decretos como el de inclusión que se aprueban sin recursos, embriague tecnológico, etc.) no permiten los espacios de reflexión en el interior de los equipos, que muy a menudo se han sustituido por una burocracia estéril y vacía.

Para salir de esa pinza perversa que pretende buscar progreso a través del orden y la estandarización, los equipos de maestros tenemos la oportunidad de contar con nuestros cotidianos para crear una estructura basada en la acción humana. Y la acción humana no puede legislarse ni evaluarse porque viene del compromiso y de la lucha individual y colectiva.

No, la calidad de la educación no es ninguna mierda, pero es urgente empezar a pensar otras herramientas de evaluación de la calidad de la educación que no pivote únicamente sobre nuestros niños y jóvenes.

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