El final del curso PISA: ¿qué hemos aprendido y qué se ha hecho después del informe?

El curso escolar ha estado marcado por las pruebas de la OCDE, en las que Cataluña obtuvo los peores resultados de la historia

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Aulas vacías de la escuela Vedruna el primer día laborable para los maestros, el curso 2023/24

BarcelonaSi tuviéramos que definir con una sola palabra el curso escolar que esta semana ha llegado a su fin, muy probablemente la palabra que nos vendría a la cabeza sería PISA. Después de que los resultados de las competencias básicas y el estudio sobre comprensión lectora PIRLS supusieran el primer toque de atención respecto al nivel educativo de los alumnos catalanes, a finales de 2023 el batacazo en el informe PISA fue el detonante para que se encedieran todas las alarmas en cuanto a la situación en escuelas e institutos. Desde entonces el goteo de hipótesis para intentar explicar por qué los estudiantes catalanes sacaron los peores resultados de la historia de Catalunya en las pruebas de la OCDE y por qué su nivel estaba por debajo de la media española y de la europea ha sido constante. Análisis se han hecho muchos: desde las primeras explicaciones por parte de Save The Children y Esade, que denunciaban la vulnerabilidad que sufre una parte importante del alumnado, hasta un reciente informe del IESE que cuantifica hasta qué punto los argumentos que se han dado en los últimos meses son estadísticamente relevantes. Seis meses después del batacazo, ¿qué hemos aprendido de los datos del informe PISA y qué acciones se han emprendido?

Interpretaciones: de factores sociales a carencias del sistema

Más allá de la primera reacción del gobierno, que atribuía el desastre de PISA a una sobrerrepresentación del alumnado inmigrante –que después se descartó–, la diferencia de puntuaciones en PISA entre los alumnos constató la falta de equidad del sistema educativo catalán. Aparte del bajón de resultados generalizado, que suponía haber perdido hasta un curso escolar completo, el informe mostraba cómo Cataluña es la comunidad donde existe una diferencia más importante de nivel entre los alumnos con mejores y peores resultados. Esta diferencia fue la clave para abrir la caja de los truenos, que muestra la complejidad y vulnerabilidad del sistema: entre los resultados de los centros públicos y los privados hay una diferencia de 36 puntos en las pruebas de la OCDE, una diferencia que supone una desigualdad de casi dos cursos. Por término medio, entre un alumno de familia recién llegada (el 24% de los estudiantes, según PISA) y un alumno que ha nacido en Cataluña y con familia autóctona hay una diferencia de 42 puntos en matemáticas.

Ahora bien, detrás de esta última diferencia todavía hay una realidad que no se había previsto. Una análisis de Save the Children y Esade basándose en los datos PISA mostró cómo la asimetría de puntuaciones entre alumnos nativos y recién llegados se reducía a sólo 5,1 puntos si se sacaba de la ecuación el factor socioeconómico. Es decir, que uno de los principales problemas del sistema educativo catalán, como después también advirtió la consellera de Educación, Anna Simó, es el aumento de la pobreza de los alumnos y sus familias. De hecho, entre el informe PISA de 2018 y el de 2022 en Cataluña aumentó un 50% el número de alumnos vulnerables detectados. Un incremento que, en parte, se debe a la mejora de los mecanismos de detección, pero en estos momentos es imposible distinguir qué parte de los 85.196 alumnos con problemas socioeconómicos detectados en 2022 son nuevos alumnos vulnerables o estudiantes a los que no se les había detectado esta situación.

No todo es el contexto

Ahora bien, un estudio reciente de la escuela de negocios IESE, advierte que, en el ámbito estadístico, las circunstancias socioeconómicas y, en general, lo que ocurre en torno al aula no son suficientemente relevantes a la hora de justificar los malos resultados. En el estudio ¿Qué dicen los resultados de PISA 2022 sobre los sistemas educativos catalán y español?, los economistas Antonio Ciccone (Universidad de Stanford) y Walter Garcia-Fontes (Universidad Pompeu Fabra) muestran cómo aspectos como las características del alumnado –cuál es la educación de los padres o si son de origen migrante–, los ratios profesor- alumno o la lengua en la que hablan los alumnos y en la que hacen los exámenes de PISA son un factor a tener en cuenta, pero que "en ningún caso son estadísticamente determinantes", en palabras del propio Ciccone, que ha hablado con el ARA. En este sentido, en el estudio del IESE explican que, según sus cálculos, eliminar completamente la concentración de alumnos inmigrantes "elevaría a lo sumo los resultados PISA de Catalunya en torno a la media española", unos 10 puntos de PISA.

Así pues, más allá del contexto socioeconómico PISA también dejó datos que ponen de relieve otras carencias del sistema educativo que no dependen de lo que ocurre en casa de cada alumno. "Si tú miras el rendimiento a PISA según el nivel de formación de los padres, ves que ni siquiera los hijos de los padres con mejor formación están consiguiendo un resultado favorable. Incluso son más bajos que los de los alumnos con padres de baja formación de lugares como Asturias o Castilla y León", advierte el maestro y pedagogo Gregorio Luri, quien insiste también en un aspecto crucial que apunta a PISA: la pérdida de excelencia. Cataluña ha pasado de tener un 19% de suspendidos en matemáticas en 2009 a llegar al 30% de alumnos con un nivel deficiente en este ámbito. En cambio, el porcentaje de alumnos excelentes ha hecho la evolución contraria y ha pasado de un 11% en 2009 a no llegar al 6% en el último informe PISA de 2022.

Aún por lo que en lo que ocurre dentro de las escuelas y los institutos, el estudio del IESE destaca que la literatura académica ha encontrado que el rendimiento escolar mejora cuando se combina la autonomía escolar con la responsabilidad externa, y que otros factores clave para la mejora educativa son la selección del profesorado en función de sus habilidades en el aula y la creación de incentivos en función de capacidades docentes. "El problema es que de todos estos aspectos Catalunya no tiene datos oficiales", advierte Ciccone, que en el estudio también apunta cómo la creación de incentivos para el profesorado también es uno de los puntos que el grupo de expertos PISA catalán propuso como clave.

Decisiones y primeras medidas

Casi una semana después de la publicación de PISA, Simó compareció para pedir "hacer piña" y descartó realizar cambios inmediatos en el sistema. Poco después, aseguró a las familias mediante una carta que se reforzarían la lectura, la lengua y las matemáticas. A partir de ahí, se creó un grupo de expertos en formato gabinete de crisis que propuso un paquete de medidas para mejorar la situación. La propuesta preveía más de 150 medidas, entre las que se encontraba mejorar la formación docente, que se reforzara la exigencia en el acceso a la profesión, que se repensaran los horarios o que se incorporaran más especialistas de lengua y matemáticas. En los presupuestos que no recibieron luz verde para 2024 se preveía una partida de 50 millones de euros para las medidas PISA que finalmente quedó en papel mojado.

Sin embargo, el departamento de Educación sí ha sacado adelante diversas medidas. Actualmente, se está trabajando con las universidades para mejorar la formación que reciben los futuros maestros en las facultades y se ha enviado una serie de orientaciones a escuelas e institutos para dejar claro cuáles son las prioridades del currículum. Más allá de eso, se ha creado el programa Florence para mejorar las competencias en matemáticasen 200 centros, un plan de mejora de comprensión lectora que se aplicará en 250 escuelas e institutos ya inicio de curso se enviarán guías a todos los centros con actividades didácticas que repasan los ítems de competencias básicas con mayor margen de mejora para los alumnos de 4º y 5º de primaria y de 1º y 2º de ESO.

¿Y ahora qué?

Después de tantos diagnósticos, la duda vuelve a ser: ¿cuál es el remedio? Luri tiene claro que es necesario priorizar ciertos aspectos para conseguir salir adelante. Uno es tener más datos sobre qué ocurre en el aula y también cómo se sienten los docentes. "Necesitamos su motivación y complicidad, pero para que esto ocurra deben saber por qué hacen lo que les hacen hacer desde la administración", insiste el maestro.

En segundo lugar, Luri advierte que hay que "pensar a largo plazo", y pone como referencia a Galicia, que lleva siete años manteniendo al propio responsable de educación y es una de las comunidades que ha sufrido una bajada de resultados menos acusada. En el mismo sentido, el pedagogo apunta que es necesario seguir analizando los datos PISA y compararse con territorios que estén en una situación de "desconcierto" similar a la catalana: "Un ejemplo es Escocia, que ha rehecho todo su currículum escolar porque han visto que era un fracaso".

El pedagogo también pone sobre la mesa dos ideas que ha planteado el padre de las pruebas PISA, Andreas Schleicher y que es necesario abordar. Una es que "en los países ricos los estudiantes se han convertido en consumidores y profesores en proveedores de servicios y no en transmisores de conocimiento". La otra es que hay que quitarse de la cabeza la idea de que "hay que alcanzar el bienestar de los alumnos a expensas del éxito académico, puesto que la única opción es conseguir el bienestar mediante el éxito académico", afirma.

Finalmente, Luri plantea que hay que fijarse en "los puntos de fractura del sistema", que el pedagogo sitúa a la edad de los cinco, nueve y quince años de los alumnos. "No puede que hoy en Cataluña podamos prever a través de las competencias lingüísticas de un alumno de nueve años que después en la ESO fracasará. Eso debe romperse, porque si no... de qué sirve la escuela ?", concluye el maestro.

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