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¿Qué debemos hacer si se mordisquea las uñas?

Aunque parezca una manía sin importancia hay ciertos inconvenientes en torno a este hábito, sobre todo si se alarga en el tiempo

Un niño mordiéndose las uñas.
25/01/2025
3 min
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BarcelonaLa ansiedad y los nervios pasan a menudo por las uñas. Roerlas relaja, libera tensiones y reduce el estrés. De hecho, por eso los humanos lo hacemos y lo hemos hecho siempre. No es de extrañar, pues, que alguien que no lo tiene consolidado como un hábito se ponga las uñas en la boca cuando mira una película de suspense, cuando se aburre, cuando está pasando por una época de nervios o cuando tiene mucho trabajo . Los adultos que tienen la costumbre, a menudo, lo han iniciado de niños y no han hecho nada por abordarlo. Con los años, es difícil quitárselo. Se ha convertido en un hábito sea porque el estado nervioso o ansioso se ha perpetuado, por herencia o por imitación.

¿Qué inconvenientes tiene?

Aunque parezca una manía sin importancia existen ciertos inconvenientes en torno a este hábito, sobre todo si se alarga en el tiempo. Joan-Pau Marcó, médico estomatólogo especialista en ortodoncia, lo ve a menudo en la consulta. La raíz del problema que obliga a recurrir a la ortodoncia puede ser, en algunos casos, la onicofagia, el nombre médico con el que se conoce el vicio de morderse las uñas.

Por eso recomienda actuar "lo antes posible" porque es un hábito oral lesivo. Su compañera en la consulta, la logopeda Elisabet Agustench, explica los motivos: roer las uñas es una acción que rompe el equilibrio entre las funciones de la boca (succión, deglución, masticación, etc.) y su estructura porque la lengua acaba cogiendo una postura errónea que, a base de tiempo, acaba haciendo mover los dientes. De hecho, el trabajo de Agustench es ayudar a poner bien la lengua para evitar que los dientes se muevan. La lengua, dice la logopeda, debe estar en contacto con el paladar y morderse las uñas lo impide porque acaba pasando más rato detrás de los dientes que en su posición natural y hace un movimiento anteroposterior que puede afectar al desarrollo del paladar con malos cierres y paladares estrechos que, de rebote, generan malas respiraciones.

Roerse a menudo las uñas también puede generar un desgaste en los incisivos, que pueden acabar asombrándose. Esta costumbre tiene también consecuencias para las manos. Además de dañar las manos y su imagen, debe tenerse en cuenta que se pueden dar problemas de infecciones, verrugas o sangrados.

¿Qué se puede hacer?

En la edad adulta hay mayor conciencia de estos efectos, pero los niños y niñas no lo ven igual y no hay soluciones ni tratamientos mágicos. Marcó, que también lo ha vivido por experiencia propia, descarta los esmaltes con mal gusto o los esparadrapos. "Si quiere mordisquear, mordisqueará", dice taxativamente. Por eso, lo importante es dejar las uñas, no de roer. Y esto las empresas lo han detectado y han puesto en el mercado elementos como collares, encajes de lápices u otros objetos, de silicona dura y con diferentes texturas, que permiten lidiar con este estrés. "Es un buen cambio porque no estropea los dientes", dice Agustench.

¿La manicura es la solución?

Por experiencia personal pero también profesional, Marcó sólo ve una herramienta relativamente definitiva: cuidar las uñas. Esto no significa pintarlas para verlas arregladas cada vez que se las vayan a poner en la boca, sino que, según explica el estomatólogo, cualquier irregularidad en la uña o cualquier repelo empuja al niño a roerse 'l para quitar la imperfección. En cambio, si las manos están cuidadas y las uñas bien limadas, esto no puede ocurrir. Por eso, cree que se debe incentivar a los niños a cuidar esta parte del cuerpo y hacerse la manicura siempre que sea necesaria.

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