Los hijos deben ser progresivamente más autónomos, y aquí entra el hecho de desplazarse y quedarse en casa solos. ¿Pero a partir de qué momento son lo suficientemente grandes para hacerlo? Como casi siempre, la respuesta varía en función de cada niño, la familia y sus circunstancias. "No hay una edad concreta, depende mucho de la maduración de la criatura, de las necesidades de la familia y si previamente se han trabajado habilidades o destrezas que necesitan los hijos para ir ejercitando su autonomía y responsabilidad", asegura Sònia López, maestra y psicopedagoga. Los padres deben explicarles cómo evitar los riesgos y hacerles confianza de forma progresiva. Comenta que en aquellos casos que la criatura quizás no está preparada para ir a comer sola a casa o marcharse de la escuela para ir a extraescolares, pero necesitan hacerlo porque la familia no puede acompañarlos y no cuentan con una red cercana que les pueda echar una mano, en la medida de lo posible, se deben ir preparando para incorporar el cambio. "Esto supone dejarles su espacio para que aprendan a desarrollarse autónomamente, que adquieran responsabilidades y los adultos se queden tranquilos cuando no puedan estar con ellos", propone.
Hay familias que optan por que los hijos tengan móvil o relojes GPS para que avisen cuando lleguen y tenerlos geolocalizados, "pero así se crean dependencias, tanto para adultos como para hijos", apunta López. Entiende que la clave está en trabajar la confianza, la responsabilidad y las posibles consecuencias. Nahee (11) va solo por la calle desde que tiene once años. En 5º pidió a su madre, Natalia, que dejara de acompañarle. El curso pasado empezó a ir solo por la mañana, un trayecto de cinco minutos, de casa en la parada del bus escolar, para ir probando. Y por la tarde ella seguía recogiéndolo. Ahora que hace 6º también vuelve solo por la tarde cuando no tiene extraescolares. El otro cambio que se ha incorporado es que ahora tiene móvil: “Creo que todavía es pequeño por tener smartphone, le he comprado un Nokia 3610 con el que puede hablar, enviar y recibir mensajes por si tiene cualquier emergencia” , comenta la madre. Él está contento, le gusta ir solo, dice sentirse un poco mayor y autónomo.
¿Cuándo están preparados?
Para Alba Castellví, educadora, socióloga y mediadora, las familias sabrán valorar la edad adecuada para soltar a los niños solos en función de la distancia y la peligrosidad de los espacios a recorrer, pero considera que si el trayecto es sencillo y seguro a menudo con cinco años ya son capaces. En cambio, en la ciudad, para ir solos a la escuela deberían ser algo mayores, y la edad siempre dependerá según la distancia y el tipo de trama urbana que haya que atravesar, y si deben tomar algún transporte o no. Muchas veces se descubre el momento adecuado porque el niño dice "quiero ir solo a la escuela".
Mateu, de catorce años, empezó a ir solo a la escuela cuando tenía seis años. “Entonces vivíamos en Alemania. Allí casi les obligan a ir solos a partir de primero de primaria”, recuerda su madre, Pilar. Explica que está todo organizado para que no suponga un descalabro: los caminos escolares funcionan de verdad, a principio de curso la policía está en el perímetro de las escuelas y en las familias les dan un mapa para diseñar el camino que hará cada criatura, cada niño tiene una chaleco reflectante y las mochilas de la escuela también lo son, todo el mundo respeta las normas de tráfico, y agrupan a niños y niñas que viven por la misma zona para ir juntos. Al curso siguiente ya vivían en Cataluña y dejaron el hábito. "Vivíamos muy lejos de la escuela y no podíamos ir a pie", explica. El curso pasado, cuando el segundo hijo, Néstor, de once años, cumplía 5º, iba caminando solo de la escuela al polideportivo del pueblo los días que tenía fútbol. Pilar propuso a otras familias que soltaran a los niños juntos por su cuenta. Al principio todo el mundo era reacio, tenían miedo y no se animaban, pero poco a poco se fueron sumando niños y al final eran un grupo.
Preparémoslos para ser más autónomos
1. Trabajamos la responsabilidad de los hijos. Aprovechamos para que en casa vayan asumiendo responsabilidades en función de su edad y capacidad, ya partir de ahí extenderlo a otros ámbitos.
2. Dejemos margen para que vayan tomando la iniciativa. Antes de dejarlos solos, acompañémoslos y hagamos que vayan tomando decisiones sobre cómo cruzar o elegir el camino para ir hacia la escuela y en casa. Hablamos de los posibles problemas y peligros que pueden encontrarse sin asustarlos.
3. Hagámoslo de forma gradual. Las primeras veces que los dejamos solos en casa, temporalícelo y vamos ampliando el tiempo progresivamente. Cuando empiecen a ir solos por la calle, que prueben trayectos cortos y los vayan aumentando.
4. Recordémosles que confiamos en ellos y que son capaces de hacerlo bien. Así se sentirán más seguros. No olvidemos que debemos darles la oportunidad de equivocarse.
5. Preguntémosles cómo se sienten. No damos por hecho que lo tienen todo controlado, ocupémonos de cómo traen estas nuevas experiencias.
Rutinas que fomentan la autonomía
Si los hijos se acostumbran a que los padres siempre los quiten, no tienen el hábito de ponerse despertador y de golpe de un día para otro se deben introducir cambios, será mucho más complicado que si se crea el hábito de levantarse solos cuando sientan al despertador, aunque estén acompañados. Optar por un tipo de rutinas u otras es lo que hace que niños con nueve años puedan ser más responsables que otros con trece.
Lo que necesitan los hijos para desarrollar sus habilidades es confianza y que los padres sean conscientes de que pueden fallar. día se despisten hablando con un amigo y quizás lleguen un poco tarde. Cuando esto ocurra, aunque los adultos se hayan asustado, tendrán que hablarlo con tranquilidad, que los hijos se den cuenta de que se han equivocado y se comprometan a hacerlo mejor.
Superar los miedos
Castellví apuesta por animar a sus hijos a andar solos ya quedarse solos aunque no lo vean muy claro: “A veces hay que darles «un empujón» para poder formarse como personas capaces de hacer más de lo que piensan. Cuando son capaces de hacer cosas por cuenta propia, su autoestima puede crecer”, asegura. Para estar solos en casa, si un niño tiene recelo debería empezar por ratos cortos y ampliarlos progresivamente.
Pilar reconoce que le da más impresión dejar a sus hijos solos en casa que si hacen un itinerario por su cuenta, tanto por los miedos de ella, que es consciente de que pueden ocurrir muchos accidentes, como porque el más pequeño, Félix (7 ), es a quien más le cuesta y quien aguanta menos tiempo. Trate de irlo dejando ratos y pasar de diez a quince minutos, para que se acostumbre. Admite que el teléfono fijo de su casa ha sido útil muchas veces. Los tres se han sabido su móvil de memoria y cuando lo han necesitado le han llamado. Pilar reconoce que a veces se pregunta dónde está el límite de qué podrían hacer y qué no: “Su padre siempre ha sido más valiente y les ha animado a ser muy autónomos. Sé que en otros lugares del mundo menos seguros, las criaturas van a sus anchas desde que son más pequeñas, pero en nuestra realidad los hijos están tan ultraprotegidos, que a veces dudo”, dice.
Castellví recomienda que las familias intenten evitar tener más miedo a la cuenta, que no sobredimensionen posibles peligros debido a la difusión de noticias escandalosas sobre hechos extraordinariamente poco habituales. Explica que sobreproteger supone adelantarse a cualquier pequeño imponderable que pueda surgir. Aunque hay que tener cuidado de que el exceso de miedos de los padres no se traduzca en frenos paralizantes por los hijos, sí que se les deben dar instrucciones para poder reaccionar en caso de problemas, sabiendo por ejemplo a quienes pueden pedir ayuda en caso de necesidad.