El 'misterio' de Julieta: "No se parece a nadie"
El parentesco no es sólo una cuestión genética y la convivencia también genera semejanza
Sabadell"Creo que Julieta no se me parece nada. El gran misterio es al que se parece: ¡no se parece a nadie!", explica Laia López Arboleda de su hija. Tampoco a su padre, Álvaro Negrón, peruano. "Siempre hablamos de lo grande misterio de Julieta porque tiene unas facciones muy curiosas que, a priori, podría parecer que provienen de la banda del Perú. La gente, de entrada, no saben que tiene un padre de Perú, pero cuando lo saben dicen: "Ah, vale". Pero después ves a Álvaro y, justamente, no tiene ninguna facción de Julieta de esas que podrían ser más exóticas", añade.
A diferencia de los padres, Julieta tiene la piel y los ojos oscurísimos, la cara redonda , una constitución robusta y rasgos orientales.” Somos totalmente diferentes, pero mucha gente dice que nos parecemos. Tenemos una misma manera de movernos, de expresarnos, de hablar, porque convivimos y se nos engancha todo".
Lo de señalar la semejanza física o no entre padres e hijos ha ocurrido siempre, pero el contexto social ha cambiado. A la lotería genética, se han añadido fenómenos como la reproducción asistida con donación de óvulos o esperma, la adopción de toda la vida y todo el abanico de las nuevas formas de familia.
Es innegable que las macetas se asemejan a las ollas. "Es la combinación de la mitad de genes maternos y la mitad de genes paternos, que genera un individuo nuevo, que no es exactamente igual a ninguno de los dos progenitores, pero que tiene características similares a ambos", explica el director de la cátedra de neuroeducación UB-EDU1ST de la Universidad de Barcelona, el doctor David Bueno. Esta similitud –remarca– facilita que los padres cuiden a sus hijos biológicos: "Este reconocimiento facilita que los protejan, que los alimenten, y esta parte de reconocimiento físico tiene mucha importancia. Y, obviamente, esto favorece que no los rechacen, que los consideren ya, directamente, como parte integrante de su propia biología". Un parecido que va más allá de lo físico: "Tenemos unos 8.000 genes que actúan dentro del cerebro y que también están condicionando –no determinando, pero sí condicionando– nuestros comportamientos, nuestras capacidades cognitivas, nuestra vida mental".
El trabajo de las neuronas
En la costumbre de los hijos de imitar a los padres, no todo son los genes: también se ocupan las neuronas. "De esto –revela Bueno–, se encarga la plasticidad neuronal, la capacidad que tienen las neuronas del cerebro de hacer nuevas conexiones para ir almacenando informaciones, experiencias nuevas, y las neuronas espejo, que nos permiten imitar lo que vemos en las otras personas, y los referentes de cualquier niño son sus padres". Las neuronas espejo, indica, casi nos obligan a realizar esta imitación y el objetivo biológico sería que, si los padres han sobrevivido con estos comportamientos, nosotros también sobreviviremos. "Está claro que la biología –advierte– no tiene en cuenta, a veces, que la cultura cambia muy rápidamente". Y que, además, no le atrapa. "Ahora imitar según qué de los padres quizá no sea del todo ventajoso, pero nuestra biología sigue funcionando de esta forma y, suponiendo que haya cambios evolutivos, estamos hablando de docenas de miles de años".
El instinto –lo básico– sigue pesando pese al cambio cultural, y mucho: "Si tú reconoces tu descendencia, que son los que han heredado tus genes –remarca Bueno–, los protegerás, los cuidarás, los alimentarás y, por tanto, estarás favoreciendo que esos genes que tú tenías, que ahora han pasado a tus hijos, pasen, también, a sus descendientes. Esto es un aspecto puramente instintivo". Complementado, eso sí, por la razón: "En una situación en la que hay muchas segundas parejas con hijos de otras personas, hijos adoptados, esta distinción, este reconocimiento, tiene otra dimensión más cerebral, más mental, más reflexiva que no" paso instintiva". Y añade que la gran diferencia que tenemos las personas respecto al resto de mamíferos es que no sólo tenemos instintos y también nos guían, sino que, además, podemos añadir toda una parte reflexiva que nos hace ver las cosas, es una óptica diferente, lo que incluye también esta óptica emocional de vínculo con los descendientes.
El papel del padre
El parentesco no es sólo una cuestión genética ni acaba con la construcción de vínculos con los hijos biológicos o no, sino que traspasa las paredes del domicilio familiar: es, también, una narrativa social basada en la semejanza y que se construye fuera . La profesora del Departamento de Antropología de la UAB e investigadora del grupo de investigación AFIN, la doctora Bruna Álvarez, destaca el papel que tiene el padre: "Quien debe legitimar que los hijos son parte de él es el padre; normalmente , la madre, cuando es por nacimiento, no hace falta que lo legitime... Entonces, no es que dos personas se parezcan a toda costa y siempre se parezcan, sino que es una interpretación social de quien se puede parecer a quien; este caso, los hijos y los padres". Tanto si hay vínculo genético como si no, asegura que la convivencia genera semejanza. "Incluso ha habido casos de familias adoptivas interraciales que han ido por la calle y les han dicho "¡Ostras! Este niño se parece mucho a vosotros" y, en cambio, no hay genética de por medio".
La antropóloga subraya que, en la reproducción asistida con donación de óvulos o de esperma, ocurre precisamente lo contrario: "Se reifica [se objetiva] el parentesco centrado en la genética y en el supuesto parecido físico, que es totalmente imaginado ". Según la ley de reproducción asistida, primero, la donación es anónima, y, después, la recepción de gametos está regulada para que el donante deba parecerse fenotípicamente a la madre, a la que gesta. "Esto genera muchas situaciones complejas y se están produciendo semejanzas muy centradas en la persona que gesta y no en la otra". Una situación, sin embargo, que la tecnología ya resuelve porque ahora hay muchos de estos matchs entre material genético dado y las personas que lo reciben que se realiza con procesamiento de imagen. "Aquí, sin embargo, falta un poco de investigación para ver cómo funciona, pero hasta hace unos años era una persona ante un ordenador mirando fotos de unas y otras y viendo a ver cuál se parecía más a la otra". A ojo.
Tanto si tienes conexión biológica como si no la tienes, los hijos tienes que hacerlos tuyos: tienes que crear un vínculo que, simplemente, no existe, no está cuando nacen. Con o sin comillas, debes adoptarlos. Ahijártelos. Porque, de hecho, no soy todavía del todo hijos tus. Bruna Álvarez apunta que el antropólogo Joan Bastard decía que todos los hijos son adoptados, todos: quiero decir, quienes nacen biológicamente, también, porque lo que hace el parentesco, lo que crea el vínculo padre-hijo, madre-hijo, es el vínculo, y ese vínculo se construye con el tiempo. "Si te fijas, muchos padres y madres, cuando acaban de tener un hijo o una hija, te dicen: 'Bueno, nos estamos conociendo'. Es en este proceso de generar el vínculo en el que se está produciendo este parecido" . Todos los hijos son, en cierto modo, adoptados, porque con todos debes generar el vínculo una vez que han nacido, y eso es lo que hace el parentesco.