Así hace de padre

Gerard Canals Puigvendrelló: "Me preocupa que observo a muchos adultos que son muy críticos con los niños"

Ingeniero técnico agrícola, ambientólogo, escritor y padre de Mina, de 3 años. Publica 'Cuentos de Siberia. Recopilación de cuentos y canciones tradicionales de las estepas y de las montañas de Tuvà' (Edicions Sidillà), con ilustraciones de David Granato. También ha sido premiado en el Festival Internacional Etnomusical de Khöömei, celebrado en Kizil, capital de la República de Tuvá.

Gerard Canals Puigvendrelló
28/01/2025
3 min
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BarcelonaMi vínculo con Siberia comienza con el estudio de pinturas rupestres en la vertiente norte del Pirineo. Siempre me ha apasionado el mensaje simbólico que transmiten. Hace años, leyendo sobre el tema, me enteré de que en Siberia todavía quedan chamanes que dibujan figuras similares en rocas, cuevas y, especialmente, en sus tambores rituales. A partir de ahí fui indagando en las culturas de los pueblos indígenas siberianos y quedé totalmente cautivado.

¿Cómo es el paisaje de Tuvá?

— Es una región muy montañosa. Es una gran estepa rodeada de cordilleras, especialmente las de Altai, Tannu-ola y Saian Occidental y Oriental. Estas montañas son muy agrestes, sus partes altas tienen un clima similar a la tundra ártica, mientras que en las faldas se extienden grandes bosques de taiga que descienden hasta la estepa central tuviniana, donde discurre el río Yenissei.

¿Tu paternidad tiene alguna relación con los nómadas tuvinianos?

— Cuando fui padre hacía ya algunos años que me había propuesto aprender a cantar khöömei, el canto gutural y difónico típico de Tuvá. Con la llegada de la Mina las horas para escribir se redujeron mucho, y eso hizo que aprovechara para cantar aún más, ya que podía hacerlo en cualquier lugar y momento. Puedo decir que cantar ha ido muy ligado a los primeros años de mi hija. Y ella podrá decir que desde pequeña ha escuchado canciones tradicionales catalanas y tuvinianas a partes iguales.

¿Qué hay en su forma de educar a los hijos que te haya sorprendido?

— En las creencias tuvinianas los niños se consideran que todavía permanecen entre el mundo de los espíritus y el de los humanos, aproximadamente hasta los dos años de vida. Durante esta primera infancia son tenidos como protectores de la familia y prácticamente podría decirse que se les venera.

¿A qué dedicas una atención especial?

— A intentar que los prejuicios de los adultos no condicionen su visión del mundo y que sea ella la que pueda experimentar cómo es la realidad que le rodea.

¿Y qué te hace rodar la cabeza?

— Me preocupa que observo a muchos adultos que son muy críticos con los niños y, sobre todo, con los jóvenes. Se les tacha con mucha facilidad de vagos, de débiles. Se les resta mucha importancia a ellos ya sus problemas. Parece que den un estorbo, y creo que es un gran error.

¿Qué te hace feliz?

— A mí me gusta mucho la herpetología, que es el estudio de los anfibios y reptiles, y tengo muchas guías y libros sobre el tema. Fue una sorpresa darme cuenta de que a mi hija también le llamaban mucho la atención estos animales antes de que yo le contara nada. Ahora, el momento después de cenar de revisar guías y comentar cada serpiente o cada salamandra se ha convertido en una rutina muy especial.

¿Qué cuento tradicional le gusta más a tu hija?

— Le encantan los que aparecen animales. El pato salvaje y el urogallo explica que estos dos animales son muy buenos amigos. El hecho es que durante el verano el pato salvaje y el urogallo pasan muy buenos momentos juntos. Pero al llegar el invierno el pato debe irse y cada año deja el gallo hacer solo y triste. Un invierno, mientras el pato emprende el vuelo para migrar hacia países más cálidos, el gallo intenta seguir infructuosamente. Entonces el pato retrocede y, para protegerlo del frío, le pone su plumón blanco en el pecho, sus plumas verdes en el cuello y sus cejas rojas sobre los ojos. De ahí que el plumaje de estas dos aves se parezca.

¿Por qué los camellos están siempre enfadados?

¡Hola, camello! es un cuento que lo cuenta. Antiguamente, el camello era un animal muy majestuoso y que siempre estaba de buen humor. Además de las dos jorobas y de ser muy peludo también tenía unos cuernos grandes y dorados y una cola larga que le llegaba hasta el suelo. Un día, un ciervo le pidió los cuernos porque tenía que ir a una fiesta y, más tarde, también un caballo le pidió la cola porque tenía que correr una carrera. El camello, buen chico, los dejó y ambos quedaron encantados. Tan encantados que ni el ciervo ni el caballo acudieron a devolverle, y así fue como el camello quedó sin cuernos ni cola, por lo que desde entonces tiene tan mal genio.

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