Arquitectura

De Matisse a Vasarely, el arte que humanizó el racionalismo

El COAC presenta el contexto de sus frisos en la muestra 'Picasso, el urbanismo y la síntesis de las artes'

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La iglesia de Notre-Dame-de-toute-Grâce con el mosaico de Léger en la fachada.

Barcelona"¿Es posible hoy en día contemplar desde el principio un trabajo de equipo entre arquitectos, escultores y pintores que dé como resultado una cohesión cada vez más estrecha?" La pregunta formaba parte de una encuesta que se realizó y comentó en el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM), dedicado en 1947 a analizar la reconstrucción de las ciudades después de la guerra, y en 1949 centrado en la relación entre arquitectura y arte. La encuesta, firmada por el artista Hans Arp y el arquitecto Sigfried Giedion, impulsor con Le Corbusier de este foro de debate de la arquitectura racionalista que se celebró entre 1929 y 1958, era relevante. Respondía a la necesidad de aportar algo más que funcionalidad a las “cajas de zapatos” que empezaron a proliferar por toda Europa, y el mundo, después de la Segunda Guerra Mundial.

Es cierto que esta unión de las artes ya la habíamos visto en el Modernismo, pero cuando el racionalismo arquitectónico se convirtió en el estilo imperante, el ornamento y todo lo que huyes de la racionalidad pura parecía anatema. De hecho, todavía hoy no es fácil encontrarlo.

Fue en ese contexto, pues, en esa necesidad o preocupación por “humanizar” la arquitectura funcional, donde se enmarca la intervención que realizó Pablo Picasso en la fachada del nuevo edificio del Colegio de Arquitectos (COAC) en Barcelona. La exposición Picasso, el urbanismo y la síntesis de las artes, abierta en el COAC hasta el 11 de febrero, forma parte del Año Picasso, pero va más allá de la explicación concreta de estos frisos, que hace poco se restauraron con el apoyo de la Fundación Banco Sabadell.

Los inspiradores

"De los frisos se ha hablado mucho en otras exposiciones y a mí lo que me interesa es contextualizar las cosas", explica Fernando Marzá, comisario de esta muestra, que es en realidad un recorrido estimulante por este intento de síntesis de las artes de los inicios del racionalismo. “A lo largo de la historia siempre ha existido esta voluntad de satisfacer el espíritu además de las necesidades básicas. Si en los años veinte y treinta del siglo XX encontramos desde los muralistas mexicanos hasta la Sagrada Familia o el pabellón de la República, en los años cincuenta esta síntesis de las artes tiene a Le Corbusier, en el monje dominico Marie-Alain Couturier –director durante aquellos años de la influyente revista L'Art Sacré– y André Bloc –editor de la revista Architecture de Aujourd'hui– sus principales defensores”.

La iglesia de Ronchamp, de Le Corbusier.

Couturier está detrás de algunos de los hitos de la arquitectura de ese momento, como la famosa iglesia de Ronchamp de Le Corbusier; la capilla del Rosario de Vence, donde intervino Mattisse, o la iglesia de Notre-Dame-de-Toute-Grâce, en Plateau d'Assy, en la que participaron algunos de los principales artistas modernos de la época. Esta última, construida por el arquitecto Maurice Novarina, incluye obras de Braque, Chagall, Lipchitz, Matisse, Léger, Roualt y otros creadores que, animados por Couturier –que también era pintor y tiene obra–, participaron en este movimiento que, además, quería renovar el lenguaje litúrgico y fue fuertemente contestado por los reaccionarios de la Iglesia, aunque después del Concilio Vaticano II acabó imponiéndose.

Capilla del rosario, de Vence, obra del arquitecto Auguste Perret y el artista Henri Matisse.
Vitrales de Ràfols Casamada en el interior del santuario de la Virgen del Camino, en León.
La Fundación Vasarely en Aix-en-Provence.
El Museo de Fernand Léger en Biot.

Fotografías de Manolo Laguillo

En el COAC, la presentación de estas obras se realiza a través de documentos de la época, planos y también fotografías tomadas expresamente por Manolo Laguillo, que con Marzá visitó estas emblemáticas iglesias y otros edificios similares de la época, como el Museo Fernand Léger de Biot o la Fundación Vasarely de Aix-en-Provence, para mostrar la espectacularidad de estas intervenciones que tuvieron gran influencia en ese momento gracias a la difusión que hacían las revistas.

En España estas ideas tomaron mucho protagonismo en el contexto de los pueblos de colonización del franquismo –entre 1940 y 1970 se construyeron de nuevo unas 300 poblaciones– o en el de las nuevas iglesias que se fueron haciendo en ciudades o pueblos turísticos. La exposición incluye el ejemplo de la basílica del santuario de Nuestra Señora del Camino de León, que incorpora obra de Josep Maria Subirachs y Albert Ràfols Casamada.

Carl Nesjar en 1962 realizando los frisos de Picasso en la fachada del COAC.
La fachada del COAC con el friso de Picasso en 1962.

Picasso va a la suya

Le Corbusier intentó convencer a Picasso, también tentado por Couturier, para que se integrara en este movimiento de unión de las artes. La exposición muestra unas fotografías de su visita a la Unidad de Habitación de Marsella –la obra manifiesto del arquitecto suizo–, donde su expresión parece mostrar claramente su escepticismo. “No le convenció el trabajo en hormigón de Le Corbusier y lo dejó correr –dice Marzá–. En cambio, cuando el artista noruego Carl Nesjar le habla de sus grabados sobre los muros de Naturbetong, una nueva técnica para trabajar el hormigón en las superficies de los edificios, Picasso se entusiasma y entre 1957 y 1975 colaboran en 34 obras”. Entre ellas se encuentran las cinco que hizo en Barcelona.

"Es curioso, porque damos poca importancia a estos murales de Picasso en Barcelona, que son impresionantes y que marcan la personalidad de la plaza, que no sería la misma si no estuvieran, porque son lo que la hace especial", recuerda Marzá. Es una operación que fue a la vez urbanística y artística porque el edificio de Xavier Busquets, de 1962, se sitúa en un ángulo de confluencia entre la nueva avenida de la Catedral y la nueva calle Arcs, un espacio que había sido destrozado por los bombardeos de la guerra y que permitió recuperar la gran Vía, proyectada inicialmente por Cerdà. El edificio retira la torre hacia adentro y deja en el edificio bajo un gran muro de hormigón preparado casi como un gran lienzo. "Sin duda, esto fue lo que le interesó a Picasso", insiste Marzá.

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