Arte

Coleccionar videoarte: dificultades y recompensas

El mercado del vídeo se expande y cada vez es más aceptado por el gran público

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Ménagerie', de Acoto Conesa y Siddharth Gautam Singh

BarcelonaLlegan los meses fuertes del videoarte en Barcelona. Este martes Fito Conesa y Siddarth Gautam Singh inauguran el Festival Loop en el Born con la performance Ménagerie. La nueva edición de la Feria Loop se celebrará entre los días 15 y 17 en el hotel Almanac Barcelona. En un mundo infestado de imágenes la capacidad del videoarte para dar una mirada penetrante e inmediata de la realidad está superando las condiciones específicas de su mercado.

El reto de coleccionar un intangible

“Un coleccionista de vídeo tiene que ser un coleccionista comprometido, que no tenga una relación fetichista con el objeto”, afirma la directora artística de Loop, Carolina Ciuti. Es lógico: el vídeo es un medio intangible e infinitamente reproducible. “No tiene esta característica de rareza que tienen las otras obras de arte”, añade. A menudo los coleccionistas de videoarte hacen también el papel de mecenas, porque participan en la producción de las obras y, según el acuerdo que subscriban con el artista, pueden tener derecho a quedarse un ejemplar del vídeo. “Los coleccionistas de videoarte muestran valentía y un sentido más avanzado del coleccionismo”, dice la directora de la galería Àngels Barcelona, Gabriela Moragas.

“El coleccionismo del vídeo no se puede resolver con la posesión de un objeto que te llevas a casa y muy a menudo se traduce en una participación que va más allá de la adquisición”, subraya Ciuti. Lo que compran los coleccionistas son los derechos de exposición pública, recogidos en unos certificados que también pueden incluir las condiciones específicas a la hora de exponerlo y que el coleccionista recibe cuando compra una obra. “El videoarte lo empezaron a comercializar las galerías como si fueran fotografías seriadas o grabados, pero tenía que haber un encaje muy bien trabado con la ley de la propiedad intelectual de las obras audiovisuales, que están muy bien reguladas, pero cuando se pensaba en obras audiovisuales se pensaba en películas”, dice la directora de Innovación, Conocimiento y Artes Visuales del Instituto de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, Eva Soria. Por eso, Soria considera muy importante el protocolo de compraventa que han desarrollado en la feria Loop. "Es fundamental", subraya.

Poder participar de un mercado en ebullición

El mercado del videoarte está en pleno auge. Los museos y las fundaciones artísticas han sido a menudo un puntal y un estímulo para que los coleccionistas particulares también lo compren. “El mercado del videoarte se está ampliando, ya sea por una cuestión generacional o porque el público ya ha integrado el vídeo como un formato artístico, como pasó con la fotografía”, afirma Gabriela Moragas. El público que es más sensible hacia este lenguaje es el que ha nacido en un mundo “hecho de imágenes en movimiento”, como dice Ciuti; es decir, el que ahora tiene entre treinta y cuarenta años.

Tener versiones importantes de una obra de arte

El modelo de las ediciones limitadas se implantó en el campo del videoarte en los 70, como se había hecho antes con la fotografía, y se ha mantenido. A pesar de todo, ha habido casos que han provocado revuelo, como el de The Way Things Go, el conocido vídeo de Peter Fischli y David Weiss. Los coleccionistas que habían comprado ejemplares por miles de euros se quejaron de que apareciera una edición en DVD con un precio muy asequible. Es una paradoja: “Como el vídeo es intangible e infinitamente reproducible, cuando intentas aplicar la restricción que supone la edición limitada para garantizar la máxima circulación del vídeo, te encuentras con estas contradicciones”, explica Ciuti.

Un fragmento del vídeo 'The way things go'

Un sector poco especulativo

El mercado del arte es esencialmente el primario, es decir, el de las galerías. “Está clarísimamente fuera de la especulación”, dice Moragas. A las casas de subastas solo han llegado, con precios astronómicos, piezas como vestidos y objetos de vídeos de artistas contemporáneos consagrados, como Shirin Neshat y Mathew Barney. Este último es conocido por un conjunto monumental de cinco vídeos titulado The Cremaster Cycle que requirió una producción propia de un film convencional. Estas piezas son conocidas como auxiliary goods y son fruto del intento de "objectualizar” los vídeos por parte del mercado. 

Un lenguaje artístico a prueba de los NFT

Los NFT también han llegado al mercado del videoarte, porque los artistas usan la tecnología de la cadena de bloques o directamente los NFT para hacer sus vídeos. El videoarte evoluciona rápidamente según el ritmo de la tecnología, y esto no parece comprometer su esencia. “El debate de los NFT en el campo global del arte está un poco obsoleto, porque el boom se produjo durante la pandemia y en cambio, en el campo del vídeo, todavía tenemos que ver qué impacto puede tener”, advierte Ciuti. Puede ser que los artistas usen la tecnología de la cadena de bloques para vender sus trabajos como obras únicas, pero además los NFT son “un nuevo formato tecnológico” del que surgen unos trabajos que a veces no son ni vídeos ni obras de arte. Aun así, hay colecciones de videoarte muy respetadas, como las de la fundación Kadist, establecida en San Francisco y París, que están invirtiendo muchos esfuerzos en el coleccionismo de NFT. El tiempo dirá.

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