Monólogo escénico

Carlos Cuevas y la felicidad de vivir en una cabaña, lejos de los vicios congénitos de la ciudad

El actor estrena un monólogo sobre el elogio de la vida en los bosques de Henry David Thoreau en el Festival Temporada Alta de Girona

El cartel de 'Thoreau: La vida en los bosques', con Carlos Cuevas
2 min
  • Temporada Alta, Festival Clàssics.
  • Carlos Cuevas, actor.
  • Sala La Planeta, 26 de noviembre de 2024.

El pensador estadounidense Henry David Thoreau toma el relevo de Jean-Jacques Rousseau en la segunda y última lectura de textos filosóficos en la Sala La Planeta de Girona. Ambos autores, escogidos a conciencia por el Festival Clàssics y Temporada Alta, comparten, desde dos planteamientos diferentes, el elogio firme y sincero por una vida en los bosques, en estado salvaje, lejos de las normas, las leyes y los vicios congénitos de la sociedad. Dos posturas, cada una con sus razones, que ponen en cuestión los principios de progreso, orden y felicidad sobre los que se construye el ideal de civilización humana, entendida (falsamente) como una evolución lógica, positiva e inevitable respecto a la vida primitiva entre árboles y animales.

Mientras Rousseau esboza sus planteamientos desde la arqueología política del contrato social, Thoreau, que aquí toma vida a través del actor Carlos Cuevas –excelente en la lectura–, defiende la armonía natural de las cosas a partir del relato de su experiencia viviendo lejos de las ciudades, recogida en los libros Walden (1854) y Caminar (1861). El pensador, a mediados del siglo XIX, decidió pasar dos años en una cabaña hecha con sus propias manos, cerca del lago Walden de Massachusetts, para llevar a la práctica una forma de vida sencilla, solitaria, consciente, aprendiendo todo lo que es estrictamente necesario y librándose de todas las dependencias impuestas por la organización social.

Thoreau no desglosa argumentos pesados ni inteligibles, sino que defiende la vida en los bosques desde la descripción poética y apasionada de la experiencia cotidiana: la madera de sus muebles, la profundidad del lago que la aprovisiona de agua, el cultivo de judías, el acto puro de andar, o los encuentros fortuitos con bandadas de pájaros, zorras y búhos. Y esta retórica llana y accesible, entre el dietario, el cuento y las confesiones estoicas, un punto naif, pero cargada de verdad vivida, se presta fantásticamente a la lectura en voz alta, sin necesitar grandes reescrituras ni adaptaciones. El texto fluye muy bien sobre el escenario y, claro, aquí también juega un papel importantísimo la interpretación de Carlos Cuevas, que, con la mirada despegada del papel, encuentra un tono pausado y tranquilo, muy agradable, sin aspavientos, coherente con el espíritu del texto, que envuelve al público en todo momento sin dejar perder el foco de atención.

Esta misma propuesta también se podrá ver el próximo 7 y 8 de diciembre en el Jardín Botánico de Barcelona, dentro del Festival Clàssics.

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