Literatura

¿Cómo podría ser el primer contacto con extraterrestres?

En 'El problema de los tres cuerpos', Cixin Liu mezcla con excelencia la filosofía oriental, la historiografía y la física teórica para explorar a fondo la condición humana

3 min
Un fotograma de la adaptación reciente de Netflix de 'El problema de los tres cuerpos'
  • Cixin Liu
  • Traducción de Mireia Vargas Urpí
  • Duna Libros
  • 480 páginas / 21,90 euros

El problema de los tres cuerpos es uno thriller escrito por el escritor chino Cixin Liu (Yangquan, 1963) y la excelente entrada a una de las trilogías más interesantes de los últimos años, que nos muestra cómo podría ser el primer contacto con extraterrestres y lo complicado que llegaría a ser construir un puente que permitiera una coexistencia pacífica. El relato de Liu mezcla con excelencia la filosofía oriental, la historiografía y la física teórica. Por situar el título: en el campo de la mecánica orbital, el problema de los tres cuerpos consiste en determinar el movimiento que seguirán tres cuerpos puntuales sometidos sólo a su mutua interacción gravitatoria, si son conocidas las posiciones y velocidades de los cuerpos en un momento inicial . Lo cierto es que el problema no tiene una solución definitiva. Liu construye Tristolaris, un planeta habitado del sistema estelar ternario que, dada su órbita irregular en torno a las tres estrellas que le rodean, sufre continuas catástrofes naturales, climáticas y geológicas imposibles de predecir.

El pensamiento creativo de Liu está muy influido por Isaac Asimov, Arthur C. Clarke y Lev Tolstoi. Como ya hizo Asimov, Liu es también un divulgador que quiere y puede deleitar a su audiencia gracias a su prodigiosa imaginación arraigada en un sólido conocimiento de las nuevas tecnologías y de las ciencias de la física. Junto a la ciencia tradicional, El problema de los tres cuerpos plantea profundas implicaciones sociales en las que el autor revela los principios de la sociología cósmica, una protociencia sobre las leyes de supervivencia del Universo. Por eso, los tristolarios cuentan con un nivel de tecnología más avanzado que los humanos y consideran la supervivencia su prioridad fundamental. Han desarrollado una sociedad totalitaria y un sistema moral completamente distinto al de la Tierra. Dentro del término tristolarios resuena, en efecto, el clásico de ciencia ficción Solaris (1961) del autor Stanislaw Lem, quien plantea si un planeta orbitado por dos solos podría sostener la evolución de la vida. Liu amplía el reto e introduce un tercer solo en la ecuación.

Comunicarse a través de un videojuego

Narrada en dos épocas temporales distintas, la historia comienza durante la salvaje Revolución Cultural china, en 1967, momento en que los comunistas ejecutaron científicos e intelectuales contrarrevolucionarios, mientras Estados Unidos y la Unión Soviética buscan vida extraterrestre. Conocemos a Ye Wenjie, una joven y brillante astrofísica que es testigo de la muerte de su padre científico en manos de la Guardia Roja, algo que le altera la vida para siempre. Pronto, una civilización alienígena al borde de la destrucción capta la señal y empieza a plantear el desembarco en la Tierra. Durante los siguientes años las dos civilizaciones se comunican con un método insólito: un videojuego virtual lleno de historia y de filosofía que lleva por nombre el título de la novela. Pero a medida que los extraterrestres van ganando los terrícolas, se forman varios bandos: algunos están dispuestos a dar la bienvenida a estos seres superiores y ayudarles a hacerse cargo de un mundo corrupto, y otros se preparan para luchar contra la invasión. Y aquí entra el primer dilema filosófico que nos dispara Liu: ¿la humanidad merece la salvación o la extinción? En el presente, en cambio, el narrador es Wang Miao, un científico que estudia los nanomateriales y que de repente se ve inmerso en una investigación para descubrir quién está detrás de las numerosas muertes de científicos de los últimos tiempos.

El problema de los tres cuerpos no es una novela de ciencia ficción convencional: de hecho, es un punto de inflexión en el género. Los personajes son responsables de sus historias, no hay protagonistas (excepto la historia y la ciencia) que vehiculen la historia, sino que cada personaje desempeña su función de forma fría y distante con el lector, no encontramos naves espaciales ni futuros distópicos , no hay suposiciones ni puedes pensar que intuyes nada: todo es una sorpresa (ya veces perturbadora). Cierto, también, que la última parte de la novela reclama, casi, un doctorado en física, en matemáticas o en astrofísica, aunque hay que aplaudir y agradecer la gran cantidad de ejemplos esclarecedores que Liu nos regala. Como el gran tema de la novela es la crítica mordaz al ser humano –que destroza todo lo que le rodea pensando que el mundo le pertenece–, los tecnicismos y la densidad narrativa sobre el comportamiento de los protones pasa a segundo término y el libro termina siendo una espléndida exploración de la condición humana.

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