Pensamiento

Immanuel Kant, un filósofo revolucionario en contra de la revolución

300 años después de su nacimiento, el autor de 'Crítica de la razón pura', traducida por primera vez al catalán, sigue marcando la filosofía contemporánea

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Immanuel Kant, retratado en 1791

BarcelonaImmanuel Kant (1724-1804) nació hace trescientos años en la ciudad entonces prusiana de Königsberg, de la que apenas se movió durante sus casi 80 años de vida. Lo único que conoció su intimidad fue Martin Lampe, el criado que le despertaba cada día a las cinco menos cuarto de las cinco de la mañana, con tres trucos en la puerta y un grito invariable: "¡Ya es la hora!". Cuando no daba clases en la Universidad de Königsberg –de la que no fue catedrático hasta los 46 años–, Kant trabajaba en alguno de los libros que hicieron tambalear y ampliar campos de la filosofía como la epistemología, la ética y la estética.

El primero de estos libros, y quizás aún el más emblemático, fue Crítica de la razón pura (1781), que redactó en pocos meses "mientras el canto del gallo de un vecino le impedía concentrarse", aventura Norbert Bilbeny, catedrático emérito de filosofía moral, en el ensayo El torbellino Kant (Ariel, 2024). El pensador llegó a cambiar de casa por culpa del ave cantante y se instaló en un nuevo hogar, situado junto al castillo de la ciudad, desde donde los cánticos enojosos de los prisioneros le llegaban al estudio del segundo piso en el que trabajaba en la segunda y definitiva edición del libro (que aparecería en 1787). Aunque vivió siempre solo –visitado de vez en cuando por algún colega y amigo–, Kant "nunca tuvo el silencio requerido para la meditación metafísica", explica Bilbeny. Aún así, fue el filósofo prusiano quien llevó más allá las consideraciones de Descartes y Spinoza en relación con la idea de Dios, inaugurando una línea crítica en paralelo a Gotthold Ephraim Lessing y Moses Mendelssohn. "Para Kant, las ideas religiosas pueden ser valiosas, pero sólo si admitimos que en sí mismas no constituyen conocimiento", asegura Bilbeny. Un poco más adelante añade: "Aunque Dios sea incognoscible e indemostrable, sólo puede ser un ser moral y dentro de los límites de la razón práctica, no de la revelación ni de la sola fe".

Radical e iluminador

Adentrarse en los planteamientos de Immanuel Kant implica viajar hacia el giro copernicano que representó Crítica de la razón pura. "Kant pertenece a aquellos individuos que nacen dos veces, siendo el segundo nacimiento una conversión que cambia su centro habitual de energía personal", explica Manfred Kuehn en Kant. Una biografía, uno de los textos de referencia sobre el pensador, que Akal acaba de publicar en castellano, traducido por Carmen García-Trevijano. "La suya no fue una conversión hacia la religión, sino más bien una conversión moral arreligiosa, y esa transformación tuvo una trascendencia enorme, ya que fue lo que, en última instancia, determinó o conformó su filosofía crítica" , detalla Kuehn.

"Kant considera que la razón recoge datos de la experiencia a través de la sensibilidad y busca darle forma –continúa Bilbeny–. Esto se consigue poniéndose intelectualmente al margen de lo que se examina, más allá o más acá". El proyecto kantiano tiene en su base la noción de crítica. "Hay que aprender a poner distancia con lo que tienes delante –aclara el autor deEl torbellino Kant–. Lo que estás viendo, que tiene una apariencia concreta, tienes que mirarlo a distancia de pájaro, es decir, con una inteligencia crítica". El punto donde se sitúa Kant, ese "torbellino" que todo lo chupa y transforma, reformula el empirismo clásico y avanza el idealismo sin terminar de encajar en él. “Podemos pensar qué es el mundo, qué es Dios y qué es la naturaleza. en sí mismos, pero este en sí mismo no nos es posible percibir y analizar, no está al alcance de nuestra experiencia", matiza Bilbeny.

Otro filósofo catalán que ha estudiado Kant a fondo y lo ha explicado desde las aulas universitarias ha sido Salvi Turró, que ha sido el encargado de presentar, en el Ateneu Barcelonès, la primera traducción catalana de Crítica de la razón pura, a cargo de Miquel Montserrat Capella y publicada a finales de marzo por Edicions de la Universidad de Barcelona. "En la historia de la filosofía existen dos tipos de filósofos: los que se enmarcan en unas líneas de trabajo ya existentes y los que lo reorientan todo de nuevo, introduciendo una nueva perspectiva que a veces sigue vigente en nuestra contemporaneidad –explica Turró–. Kant reinterpreta de forma radical todos los ámbitos de la filosofía, y todavía nos ilumina. Exagerando un poco podríamos decir que la filosofía posterior a Kant son notas a pie de página de lo que él planteó”.

Si con la Crítica de la razón pura sacude la epistemología, Crítica de la razón práctica (1788) profundiza en la ética. "A partir de Kant, el fundamento de la moral ya no se sitúa en el mismo lugar donde estaba hasta entonces –continúa Turró–. Antes de Kant, la conducta humana era buena o mala dependiendo de algo que era considerado el Bien Supremo" . Este Bien Supremo se desprendía de ideas como Dios, la felicidad o el placer. "Kant autonomiza el fundamento de la moral respecto a la religión y la teología -afirma-. Para él, las normas morales se fundamentan en que toda máxima de acción debe poder convertirse en ley universal". Éste es el principio delimperativo categórico, uno de los más conocidos de la filosofía kantiana. "La moral es un asunto fundamentalmente práctico, de la acción y de la voluntad –añade Bilbeny–. No es emotividad, ni ideología, ni mandamiento religioso". Bilbeny acerca a Kant a Sócrates en este punto: "Para ambos el saber es, al fin y al cabo, un saber ético. Sócrates considera que el saber nos permite conducirnos en la vida, elegir los objetivos, saber cómo dirigirnos nos a los demás y poner las preguntas clave. Al igual que Kant, Sócrates comenzó interesándose por la cosmología y la naturaleza: una de sus influencias fue Demócrito. Pero Kant también vio que el saber tenía un trasfondo moral”.

El gusto no se educa

La tercera y última crítica de Kant también fue revolucionaria: aparecida en 1790, Crítica de la facultad de juzgar aborda en parte los límites de los juicios estéticos. "Rompe con la concepción tomista de la belleza", afirma Salvi Turró. Las nociones de Santo Tomás de Aquino fueron muy influyentes a partir del siglo XIII, preconizando la objetividad de la belleza a partir de elementos como la proporción, la pulcritud y la finalización de una obra. "Kant considera que no puede haber criterios objetivos ni un canon sobre la belleza –sigue Turró–. Cada experiencia estética es nueva, y la belleza es el resultado de un juego libre de facultades. El gusto no se educa siguiendo una preceptiva sino con la experiencia de cada obra de arte. El genio crea reglas nuevas. El arte no transmite principios, cada obra despierta una síntesis libre".

El pensamiento de Kant va más allá del influjo de las tres críticas. De la etapa inicial de su obra, Salvi Turró destaca libros como Historia general de la naturaleza y teoría del cielo (1755) y Los sueños de un visionario explicados por los sueños de la metafísica (1766). "En este último parte de cómo nuestra razón humana se hace preguntas y no está satisfecha hasta que las responde, pero siempre lo hace insatisfactoriamente –sintetiza–. Algunas de estas preguntas caen en manos de los visionarios o de los que practican una pseudociencia como es la metafísica. La propuesta de Kant es que, en tanto que la situación antropológica fundamental es seguir haciéndonos preguntas, para tratar de responderlas es necesario investigar los límites".

Una de las aportaciones clave de la última etapa del autor fue Metafísica de las costumbres (1797). "El pensamiento político de Kant se asienta en la importancia concedida al derecho sobre los mismos hechos, y en la razón sobre los sentidos, la emotividad y los intereses egoístas –escribe Norbert Bilbeny en El torbellino Kant–. Su concepto de derecho es moderno y clásico a la vez. En primer lugar, porque se basa en los valores de libertad, igualdad y legalidad. En segundo, porque el derecho ampara la simetría y la reciprocidad entre los sujetos". Para Kant, "el derecho puede y debe ser universal". Éste vuelve a ser un mensaje revolucionario, sobre todo para el mundo de hoy, "tan necesidad de legislaciones de alcance mundial en materias como el cambio climático, las migraciones, la inteligencia artificial, la lucha contra el narcotráfico o el terrorismo".

Desde Königsberg, Kant simpatizó con la conversión republicana propugnada por la Revolución Francesa (1789), pero era un autor que se posicionaba en contra de las revoluciones. “Aunque la necesidad de una revolución sea comprensible, cuando lo analiza desde la razón Kant recomienda avanzar hacia sus objetivos legítimos de forma gradual y sin romper nunca con la ley –explica Norbert Bilbeny–. Así como en la ética existen alternativas radicales, en la política es necesario que rija la continuidad. Es necesario mejorar la ley a través de la ley. Si no fuera así, sería un escarnio del valor de ésta, y una contradicción de la misma razón, que para salvarnos de una situación hostil nos conduce con la revolución a otra situación hostil. Por este motivo, Kant no acepta el derecho a la resistencia civil ni vías como la sedición o la rebelión".

Kant y sus invitados, un cuadro de Emil Doerstling de 1892.
Kant en Cataluña: de Pere-Lluís Fuente en Victoria Szpunberg

El largo camino hasta la primera Crítica de la razón pura en catalán podría hacer pensar, erróneamente, que Kant ha tenido poca presencia en las librerías en catalán. Precedido por la traducción de Eduard Serra del opúsculo La paz perpetua (Barcino, 1932), el filósofo y teólogo Pere Lluís i Font (Pujalt, 1934) fue el primero que se ocupó a fondo, a principios de la década de los 80, primero ofreciendo Prolegómenos a toda metafísica futura que pueda presentarse como ciencia (Laia, 1982), y un poco más adelante con Fundamentación de la metafísica de las costumbres (Laia, 1984). Después de Sobre pedagogía Eumo, 1991; traducción de Jaume Tió) también fue Font quien, en 2003, tradujo Crítica de la razón práctica (Edicions 62) y le dedicó todo un libro, Immanuel Kant. Seis ensayos y un diálogo de ultratumba (Arpa, 2016). Jèssica Jaques Pi, profesora de estética y de teoría de las artes, ofreció la primera versión catalana de Crítica de la facultad de juzgar (Edicions 62, 2004).

El tricentenario del nacimiento del filósofo es un gran momento para revisitar su obra en catalán. La Universidad de Barcelona acaba de poner en circulación Crítica de la razón pura en un volumen fastuoso, traducido por Miquel Montserrat Capella, doctor en filosofía y profesor universitario. "El estilo de Kant es árido y de período largo, pero Miquel ha hecho un trabajo extraordinario –admite Salvi Turró–. Ha trabajado desde el 2016, y si ha tardado en salir ha sido por la longitud y complejidad del texto, pero también porque ha compaginado la traducción con la docencia”. También esta primavera la exquisita Enoanda ha editado el primero de los tres volúmenes que el neokantiano Carlo Cantoni (1840-1906) le dedicó. Y hasta hace unas semanas en el Teatre Lliure de Gràcia se podía ver El imperativo categórico , en el que Victoria Szpunberg explicaba las tribulaciones de una profesora de ética en un mundo inclemente.

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