Literatura

"Estas llamas de ahora que nos rodean": sobre el premio Carles Riba a Mireia Calafell

'Si una emergencia' reflexiona sobre el dolor y sobre la necesidad de un cambio urgente

2 min
Mireia Calafell, premio Carles Riba
  • Mireia Calafell
  • Proa
  • 72 páginas / 16 euros

El libro tiene dos partes. De hecho, debería apuntarse que la materia de la obra se sostiene –y se sustancia– sobre estas dos partes, que corresponden a los dos sentidos de la palabra emergencia. La primera reflexiona, por lo general, sobre el dolor: "Evento grave, el accidente que urge"; la otra es el nombre de acción de un verbo: "Acción de emerger, la posibilidad que empieza". La autora ha adaptado ambas definiciones, que, como se ha visto, son bimiembros. La segunda parte de cada una –“el accidente que urge”, “la posibilidad que empieza”– introduce el discurso del libro con el que Mireia Calafell ganó la última edición del premio Carles Riba.

Una de las poesías más trastornadoras de Joan Vinyoli es la titulada Juego, de su penúltimo libro, Dominio mágico (1984). El pretexto es el juego de billar (francés); el tema, bien otro, apunta al deseo de concluir la pesadilla de vivir. La bola de marfil de la conciencia humana, totalmente carente de autonomía, la “fundirá, al fin y al cabo, la mano del fuego”. En el libro de Calafell, también hay unos versos que parten de la anécdota de este juego (en su caso, sin embargo, es el billar americano). Se trata de la poesía titulada Loop, que termina así: “Cuando cae la bola negra / tú ya te has ido”. No son versos tan amargos como los de Vinyoli: pero la bola es negra, y el agujero que se la traga, inapelable.

Calafell tiene una gran habilidad para encontrar pretextos brillantes que abonen la idea de la irrevocabilidad del tiempo. En la primera sección, todo da una sensación de perentoriedad, de llegar tarde. El tiempo acucia. Todo está al final –o ya ha tocado–: “La extinción está en el centro / de ese futuro que llega exhausto”. Magritte nos enseñó que lo que había pintado no era una pipa, sino un cuadro que representaba una pipa. La poeta barcelonesa escribe: “Existe el dolor y después está el dolor / la palabra que escribes y persigue el corte / pero no dice el corte la incisión la punzada”. El subrayado es suyo (quiero decir, la cursiva). Lo subrayado, en realidad, es la forma de entender artísticamente la vida: el dolor, la angustia, el tedio. Y también la alegría.

La obra va llena de animales y bichos que, a menudo, desaparecen. O que trabajan, como las carcomas, por la consumpción. La poeta ha prescindido de la puntuación, porque sus poesías imponen lo que se ha dicho forma orgánica: cada una tiene la forma que exige. En los versos que acabo de transcribir, hay más blanco entre el corte, la incisión y la punzada (no un mero espacio). La segunda sección abre una puerta que quizás no invita a la esperanza, pero sí al cambio. A hacer fuego nuevo, como decimos en catalán: "Estas llamas de ahora que nos rodean / que nos ahogan que nos asfixian / también nos salvan". Verdaguer –sol, y de luto, y destronado– lo entendió así: “Emmustecerse es florecer”. Es una poesía marcada por la conciencia del dolor, de la pérdida. "El muerto puedes ser tú". El pretexto de los versos finales adquiere la categoría de símbolo: un lirio de mar que florece "con todo ese esfuerzo descomunal por un día de vida / sólo por vivir un día". Uno, sólo.

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