El ninotario y 'rock star' del anarquismo que el franquismo intentó borrar
Jaume Capdevila lleva en el cómic 'Shum' la vida de película del dibujante Alfons Vila i Franquesa
BarcelonaDurante la primera mitad del siglo XX, los ninotaires eran exactamente celebridades. En el momento de máximo esplendor de la prensa diaria, antes de la competencia de la radio y la televisión, los ilustradores de prensa eran un elemento fundamental de la personalidad de cada cabecera y un referente para la población analfabeta. En Cataluña, uno de los más conocidos fue Alfons Vila y Franquesa (Sant Martí de Maldà, 1897 - Cuernavaca, México, 1967), que firmaba como Shum y que no sólo fue un dibujante popular, sino que su historia personal, marcada por la lucha anarquista, un accidente que le destrozó las manos y una injusta condena de cárcel en 1922, le convirtió también en un símbolo de la libertad y, sobre todo, del efervescente movimiento anarquista. Y, por supuesto, en una firma codiciada en la prensa progresista de la época, en la que publicó tanto desde la cárcel como un golpe libre.
La historia de Vila, rodeada de equívocos y mitos durante décadas, es el hilo que estira con pasión y conocimiento Jaume Capdevila en Shum. El dibujante de las manos rotas, que publica Pagès Edicions en la colección Doble Tinta de cómic en catalán. No es, por cierto, la primera incursión de Capdevila en el mundo de este muñeco, porque en 2019 participó en una biografía escrita a seis manos con Josep Maria Cadena y Lluís Solà i Dachs: Shum, el dibujante anarquista (Diminuta). " Lluís se encargó de la parte más biográfica, Josep Maria del juicio y yo les ayudé en varias cosas y, sobre todo, en la parte más estética y de su trazo como dibujante", explica Capdevila, que confiesa que, más que la dramática vida del muñeco, lo que le fascina de Shum es "su grafismo y evolución como artista". De hecho, se planteó dibujar el cómic emulando el estilo sintético y estilizado de Shum, pero lo desestimó. "El dibujo de Shum, muy influenciado por Lluís Bagaria, es antinaturalista y fuerza los límites de la realidad con su trazo tan delgado y limpio, y no ligaba con la realidad que yo quería transmitir –comenta–. Pero igualmente he intentado empapar- de otros estilos habituales de la prensa de los años 20 y 30, una estética de los muñecos a la que añado la pátina del paso del tiempo con un bitón naranja".
La explosión que lo cambia todo
El cómic de Capdevila arranca justo después del evento clave de la vida de Shum: la explosión en el piso del barrio de barcelonés de la Bordeta donde la célula anarquista a la que Shum pertenecía estaba manipulando precursores y sustancias para fabricar una bomba. Shum fue el único superviviente y se recuperó bien, a pesar de quedar con las manos gravemente heridas; tardó muchos meses en poder dibujar de nuevo y nunca recuperó toda la destreza que poseía antes. Además, las autoridades le detuvieron y encausaron como responsable de la explosión gracias a una confesión obtenida mediante torturas.
Pero Shum, al que llamaban el Poeta, es adoptado por la prensa sindicalista como símbolo contra la represión del régimen de Primo de Rivera. Sus dibujos, que apenas venía antes de la explosión, comienzan a aparecer en todas las publicaciones de izquierda. Sin salir de prisión, Shum se transformó en una estrella mediática. Y cuando después de una década recuperó la libertad, gracias a la llegada de la República, la prensa progresista le esperaba con los brazos abiertos. "La prensa era el gran medio de masas –apunta–. Una revista como Patufet podía vender 100.000 ejemplares cada semana, y los dibujantes eran muy conocidos, casi rock stars, pero rock stars precarias: les pagaban poco y tenían que colaborar en cinco revistas para sobrevivir".
Baile de identidades
Capdevila entrelaza en el cómic los principales acontecimientos de la vida de Shum, desde los años de formación artística e intelectual hasta el exilio en México, a través de una polifonía de voces y documentos reales de la época que remiten a los códigos del documental audiovisual. "Las entrevistas a varios personajes históricos aportan su versión de los hechos, que no necesariamente son siempre verdad", señala Capdevila. Uno de los equívocos que ya aclaraba la biografía Shum. El dibujante anarquista es el de la auténtica identidad del dibujante, a quien la policía y la prensa conocía como Juan Bautista Atcher, nombre falso que el dibujante utilizaba en la vida clandestina. Durante muchos años, el nombre real de Villa no aparecía nunca en las informaciones sobre Shum. "Era un personaje construido por la prensa de izquierdas y, por tanto, no había interés por desmontarlo", dice Capdevila, que en un gesto que evoca el juego de identidades de Shum, firma el cómic con su nombre real, Jaume Capdevila, y también con su nombre artístico, Kap, el que utiliza como muñeco.
Pero la identificación va más allá: "Así como otros dibujantes eran muy militantes y combativos, a él las cosas le pasaban un poco sin buscarlas ni acabar de creérselas. En todos los testigos está recogido que Shum era como niño pequeño, inocente y naíf, como el aire que tenían sus dibujos. Era un tipo tímido y parado, y en esa mirada infantil y limpia, y en el dibujo como pantalla protectora, de algún modo yo también me identifico".
La historia de Shum es, en todo caso, tan apasionante que cuesta creer que hoy no sea más conocida. Para Capdevila, el olvido del muñeco es normal y responde al "intento deliberado de borrar y laminar completamente el anarquismo de nuestra historia". "No somos conscientes de la ruptura que supone la Guerra Civil y los cuarenta años de franquismo en cuanto a las tradiciones anteriores de Catalunya –lamenta el dibujante–. La palabra genocidio es muy fuerte, pero es que existe un intento de genocidio cultural que alcanza unos resultados muy importantes. Y el estropicio es tan bestia que la recuperación cultural posterior es totalmente sesgada. Porque cuando llega la Transición se reivindican todas las grandes figuras del comunismo, pero no las del anarquismo”.