Música

La despolitización de la música catalana: de la reivindicación al deseo sexual

El cambio de rumbo de la escena musical en Cataluña de 2014 a 2024

Natalia Avellan
6 min
Montaje con fotos de Julieta, The Tyets y Mushkaa

BarcelonaEl panorama político catalán actual se aleja mucho de las protestas y contenedores quemados en la plaza Urquinaona de 2019. El cambio de paradigma sociopolítico se ve reflejado en las nuevas tendencias de creación artística: la música ha dejado atrás la hegemonía de las trompetas , la llamada música mestiza y la reivindicación política para dar paso al reggaetón, el trap, el pop y el deseo sexual. Lo confirma el último informe del Anuario de la Música, que señala el dominio abrumador de la nueva música urbana, que copa las primeras posiciones de las listas de canciones y discos en catalán más escuchados del 2023. Y lo certifica de forma simbólica la retirada de Valtonyc, que tras regresar de un exilio de seis años anunció la semana pasada que se retiraba de la música: "La gente está algo saturada y la canción protesta ya no es tan bien recibida porque, hoy en día, tú vas a un concierto y no tienes ganas de escuchar lo que has estado consumiendo las 24 horas en las redes sociales", afirma el rapero.

El cambio es inevitable: la identidad musical del país ha evolucionado con cada generación. La década de los 90 estuvo marcada por la consolidación del rock catalán, y en catalán, de bandas como Els Pets, Sangtraït, Sau y Sopa de Cabra; fue un estallido popular y juvenil y la constatación de que el rock también podía expresarse en catalán, tal y como habían demostrado Pau Riba y otros antes. Paralelamente, y al abrigo de Manu Chao, iba formándose una escena mestiza liderada por formaciones como Dusminguet, que dio pie al sonido de Barcelona de finales de los años 90 y principios de 2000: rock, rumba, ritmos jamaicanos y activismo social . Aquel mestizaje fue la semilla de los grupos, mayoritariamente masculinos, que dominaron los escenarios catalanes a partir del 2011, como Txarango, Els Catarres y Doctor Prats (y más adelante Oques Grasses), que también sintonizaban con la fértil tradición valenciana representada por Abriendo Paso, La Perra Sorda, Aspencat y, finalmente, Zoo. Pese a la diferencia de estilos, todos compartían un mismo telón de fondo: la protesta frente a la situación política.

En aquella misma época triunfaban también propuestas de pop como Els Amics de les Arts, Manel, Mishima y Antònia Font, que no llevaban la política a las canciones, al menos de manera explícita. Y quien más explícita hizo esta crítica, Valtònyc, se topó con la justicia española por las letras de sus canciones y tuvo que exiliarse para evitar la cárcel. Otro rapero, Pablo Hasél, está en prisión desde el 2021 cumpliendo diferentes condenas por calumnias, injurias y enaltecimiento del terrorismo.

Canet Rock, escaparate del cambio de paradigma

Un festival que ejemplifica la popularidad de los grupos catalanes es el Canet Rock, que se había celebrado por última vez en 1978 y regresó en 2014. El cartel de la quinta edición del festival del Maresme lo encabezaban grupos como Els Pets, Txarango y Manolo. Aquel verano, los mismos grupos actuaron en el escenario del Festival Acústica de Figueres, y en otros muchos eventos en toda Cataluña. En cambio, la programación del 2024 de ambos festivales cuenta con la presencia de The Tyets, Figa Flawas y Julieta, referentes de la nueva música urbana en catalán.

La nueva hornada de artistas, conocida como La Banda del Patio, ha desatado un cambio en los códigos que habían regido la industria musical catalana. El confinamiento de 2020 fue el punto de inflexión a partir del cual la música catalana empieza a transitar de la denuncia política a base de trompetas en la declaración de amor con ritmos urbanos. La nueva generación que integran The Tyets, Julieta y Figa Flawas, pero también Mushkaa y 31Fam, entre otros, produce y escribe temas despolitizados, o al menos en los que la política no aparece de forma explícita.

Mientras la generación milennial (nacidos entre los 80 y los 90) cantaba contra la condena de los presos políticos, ahora la denuncia ha dejado de ser uno de los motores de la creación musical. La composición ha pasado de la voluntad de un espíritu colectivo a la individualidad, puesto que los nuevos temas se basan principalmente en vivencias personales centradas en el amor romántico y la fiesta.

Un ejemplo es el dúo Ginestà, formado por los hermanos Júlia y Pau Serrasolsas. A partir del tercer disco, Supongo que el amor es esto (2022), cambiaron la dirección de su mensaje. "Dejamos de hablar de forma tan explícita sobre política y pasamos a hablar sobre el amor, que para nosotros también es un tema muy político", explica Pau Serrasolsas. El dueto de Sant Andreu reivindica la libertad de los artistas para escribir sobre lo que ellos quieran. Además, defienden que las letras no son la única vía para hacer política; para ellos también es importante utilizar herramientas como las redes sociales o las apariciones en los medios de comunicación.

Con el tiempo, sin embargo, las canciones en catalán han perdido paulatinamente parte de su carga reivindicativa. Algunos artistas vinculan ese desinterés con un agotamiento político general. La desilusión de los años posteriores al Proceso ha hecho que la cuestión no esté entre las principales inquietudes de los jóvenes. "Está todo tan desinflado que no hay una razón de peso para cantar al respecto", dice el cantante de Ginestà, que recuerda que "hay muchos temas políticos que son candentes, como el conflicto en Palestina o el derecho a la vivienda ". "Los artistas, tanto de la nueva hornada como los que llevamos más tiempo, tenemos la responsabilidad de hacer de altavoz", añade.

El uso de la lengua a debate

Hace diez años, Doctor Prats, Els Amics de les Arts o Joan Dausà componían sus letras íntegramente en catalán. Hoy en día se ha producido un relevo generacional y el público escucha cada vez más a los artistas de la generación Z (nacidos entre mediados de los 90 y 2011). Por eso, es habitual el uso de anglicismos y castellanismos en las canciones. Por ejemplo, expresiones de la jerga juvenil como shorty, tonteo, diabla o bailoteo ya forman parte del diccionario del género urbano catalán.

El tema suscita opiniones enfrentadas. Algunos acusan a los artistas de promover un catalán contaminado, pero otros abogan a favor de la sinceridad que supone escribir al igual que se habla. Otro problema es la idealización de los artistas, a los que se les adjudica la pesada carga de resolver todos los problemas de una lengua minorizada. "Quizá alguien no ha hecho bien las cosas si yo, con 19 años, tengo que salvar el catalán", explicó Mushkaa (Irma Farelo), en una entrevista el ARA.

En cuanto al estilo musical, el reggaetón se ha convertido en el género más reproducido, tanto en el Estado como en Cataluña. Dentro del entramado que conforman los gigantes de la música urbana en castellano, como Bad Gyal, Rosalía o Lola Índigo, también hay sitio para los artistas que cantan en catalán. “Hay una ola deurbano que está teniendo lugar en España y va cogida de la mano con la catalana”, explica Pau Serrasolsas.

En la música en catalán hay un amplio abanico estilístico que va desde el pop de autor de Manel al trap de Lildami. A menudo, el único elemento que tienen en común las diversas propuestas musicales es la lengua. Sin embargo, las listas de reproducciones los engloban todos en una misma etiqueta ambigua, la de "música catalana". Y esto supone una limitación a la hora de acceder a las listas de los distintos géneros musicales y poder llegar a un público más amplio.

Pero a pesar de la variedad de registros, existe una técnica que une a muchos de los artistas que dominan la escena catalana actual: la sonoridad digitalizada. Hace una década, los escenarios de los festivales se llenaban de secciones de viento y percusión. De repente, los músicos desaparecieron de los escenarios, porque muchos artistas empezaron a ofrecer el espectáculo acompañados de una mesa de mezclas y un grupo de bailarines. Pero a medida que estos mismos artistas han ensanchado a la audiencia, los instrumentos han vuelto a los escenarios; el ejemplo paradigmático son The Tyets, que actúan acompañados de batería, percusión, guitarra...

El orgullo de gremio

Como en el patio de la escuela, nadie quiere quedarse fuera de la banda. Tanto es así, que el nuevo relato musical se ha tejido a base de colaboraciones entre artistas. Independientemente de su identidad, voz o estilo, los integrantes de La Banda del Patio colaboran a menudo unos con otros. "Veo relaciones muy sanas, dentro de esta nueva escena, porque todos somos de la misma quinta, venimos más o menos de lo mismo background en cuanto a la música que hemos escuchado ya los festivales a los que hemos ido", decía Xavier Coca, de The Tyets, en el AHORA. De este espíritu participativo han surgido colaboraciones exitosas como Gotta be sufriente, de Stay Homas y Judit Neddermann; Club, de Julieta y Maria Hein; Buena vida, de Flashy Ice Cream, Mushkaa y 31 FAM, o Triste en Miami, de Maria Jaume y Julieta.

La política continúa

Que la política no forme parte de las letras de las canciones de La Banda del Pati no quiere decir que haya desaparecido de la música en catalán. El festival Barnasants (y también el Tradicionàrius) sigue mostrando la potencia crítica de la canción de autor, un hilo que conecta con la canción antifranquista y el legado de Raimon y Ovidi Montllor. Artistas como Cesk Freixas, Maria, Kolontai, trío Marala y Anna Ferrer, entre otros, trabajan con material político de reivindicación de clases subalternas. Ejemplos que la crítica política sigue presente en la música hay a espuertas. El grupo Fetus utiliza el punk-folk como herramienta para cantar a revueltas obreras y campesinas ya la insurgencia. En el caso del dúo Hidrogenesse, el pop electrónico es el traje de la ironía crítica de las canciones de Ciudad de arena (2023). El grupo de metal Siroll hace un llamamiento a la acción directa en el disco Al gran! (2024). Remedio de Ca la Fresca organizan la indignación contra la desigualdad y el abuso capitalista. Joan Colomo ha construido una discografía anticapitalista por naturaleza. Maria Jaume y Joan Miquel Oliver señalan el ansia depredadora del turismo en Baleares. Las Tribade mantienen el espíritu combativo del hip hop. Los Zombi Pujol no paran de espetar coces punk a diestro y siniestro... Y, en este país de desahucios e injusticias diversas, un grupo como Els Pets ha probado las consecuencias de hacer política con la música: los quisieron censurar por la canción Atraco a la caja , del 2022, y los vetaron en algunos festivales . Xavier Cervantes

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