Música

La nueva era de Taylor Swift empieza arrasando en París

La cantante estrena 'Tortured poets department' en directo y revoluciona el repertorio de la gira

5 min
Taylor Swift actúa en el escenario durante "Taylor Swift | The Eras Tour" en La Defense el 9 de mayo de 2024 en París, Francia

Enviado especial a ParísNo era un concierto más de Taylor Swift, si es que se puede calificar así ninguna actuación de la gira más relevante de los últimos años, al menos en lo que se refiere al impacto económico y mediático. El concierto que Swift ofreció este jueves en París era doblemente especial porque era la primera parada en Europa de The Eras Tour y, sobre todo, por ser el primer show desde la publicación del nuevo disco Tortured poetes department. Y la cantante lo ha aprovechado para mover ficha y revolucionar de pies a cabeza la estructura y el repertorio de la gira: han desaparecido canciones que sonaban en cada concierto desde el primer día, dos segmentos se han fusionado en uno solo y otros han cambiado de sitio. Todo para hacer sitio a un nuevo segmento, el dedicado a su nuevo disco; es decir, a una nueva era en la carrera de Taylor Swift.

Evidentemente, un cambio en el repertorio de la gira de otros músicos sería poco más que una anécdota, pero en un tour sometido a un escrutinio mediático intenso como The Eras Tour, analizado exhaustivamente y fijado en la cultura popular por la película concierto más taquillera de la historiaTaylor Swift: The Eras Tour (Taylor's Version), obviamente–, los cambios son casi una conmoción para los swifties, que ya lloran la ausencia de temas como The 1, The great american dinasty, Tolerate it o The archer en un repertorio que se había mantenido estable durante todos los conciertos de la gira. La decisión es, sin embargo, coherente con un The Eras Tour que, precisamente, existe para dar protagonismo a los lanzamientos discográficos de la cantante como unidad artística, estética y conceptualmente. Si el concepto de The Eras Tour de viajar a través de la discografía de Swift nació como respuesta a la imposibilidad de presentar en directo los discos Lover (2019), Folclore (2020) y Evermore (2021) por la pandemia, no tendría sentido guardar las canciones de Tortured poetes department en un cajón o incluir solo un par.

Todo ello convirtió el concierto de Taylor Swift en París en una experiencia emocionalmente intensa para los cerca de 40.000 espectadores del Paris La Défense. El público, abrumadoramente femenino y diverso en generaciones, formaba un océano de lentejuelas y brille-brille que se había vestido a conciencia para la ocasión, a menudo evocando la estética de algún período de la cantante: había quien apostaba por el body reptiliano de Reputation, familias enteras con el look country de los primeros discos –incluidos rizos–, algunos chicos sofocados bajo la capa de terciopelo verde de Evermore y un motivado que iba disfrazado de papelera (¿de la historia?) donde caían fotos de Kanye West y Jake Gyllenhaal, los malos de la película en el imaginario swiftie; en el otro extremo, muchos hombres (y alguna mujer) con camisetas de los Kansas City Chiefs con el nombre de Travis Kelce, la actual pareja de Swift. El ambiente previo del concierto ya era digno de ver, con las terrazas de los alrededores poniendo música de Swift a todo volumen y muchos fans coreando las canciones a corazón qué quieres. Y merece un capítulo aparte el fenómeno de las pulseras confeccionadas a mano que las swifties se intercambian antes, durante y después del concierto, tejiendo conexiones espontáneas entre las fans que refuerzan una atmósfera de comunidad que puede recordar la de un Manga Barcelona: entusiasta, empático y participativo.

Una espectadora antes de entrar en el concierto de Taylor Swift en París.

Grito brutal

Pero como recordó la cantante de los teloneros Paramore, una Hayley Williams vivaracha y entregada pero consciente de su lugar, "todos sabemos por qué estamos aquí esta noche". Así que después de media hora de punk-pop con empuje –y una versión bastante decente del Burning down the house de Talking Heads– empezó a las 19.54 h el concierto de Taylor Swift –y el segmento de Lover– con Miss Americana and the Heartbreak Kid injertada con Cruel summer, un inicio canónico que provocó un ruido de la multitud atronador por naturaleza. Fans con el oído sensible: lleven tapones a un concierto de Taylor Swift, no les molestarán, porque el ruido se mantuvo mientras iban cayendo The man, Lover o el viaje al pasado country pop de Swift con Fearless, You belong with me o Love story.

Bajo el griterío se apreciaba un sonido bastante correcto, pero también una sensación colectiva de obligado déjà vu, ya que la puesta en escena es exactamente la misma que en la película sobre The Eras Tour. Estrenar el documental de la gira antes de terminarla puede haber sido una decisión comercial brillante, pero elimina el factor sorpresa del 80% del concierto y pone de relieve hasta qué punto todos y cada uno de los gestos de la cantante están ensayados y calculados al milímetro. Por otra parte, en la era de las redes sociales, cuántos swifties ¿no habían visto cientos de fragmentos en vídeo del concierto antes del estreno del documental?

La rigidez del concierto, inevitable en cualquier gran gira o espectáculo musical de gran envergadura, pone en valor el segmento acústico del concierto, dos canciones sorpresa y que cambian de recital en recital que la cantante interpreta con guitarra la primera y en el piano la segunda – incluso la espontaneidad está diseñada en un concierto de Taylor Swift. En París, la cantante jugó una carta ganadora: tocar París, tema de Midnight que la cantante nunca había interpretado en directo.

Pero en París, las sorpresas del segmento acústico quedaron eclipsadas por el estreno de siete canciones de Tortured poetes department y de un nuevo vestuario icónico, un vestido blanco con la falda abierta por delante y estampada con frases manuscritas. Repleto de coreografías con los bailarines y algún exceso teatral, el segmento acabó en alto con un Y can do it with a broken heart en clave de homenaje al musical clásico y las pantallas, en blanco y negro, mostrando la fachada de un teatro anunciando The Eras Tour. Todo esto hace explícito que, más que una innovación en la música en directo, la nueva gira de Taylor Swift recicla el viejo concepto de revista musical, pero adaptado a los códigos del pop de estadios.

En cualquier caso, un concierto de The Eras Tour es sobre todo un ejercicio de generosidad hacia el público en el que la prioridad es la abundancia, tanto de temas musicales como de cambios de vestuario. Y no hablemos ya de minutaje: cuando las últimas notas de Karma se extinguieron en la Défense el reloj marcaba las 23.09 h, tres horas y cuarto de concierto sin pausas ni descanso. Como apuntaba Gerard Casau en su crítica del documental Taylor Swift: The Eras Tour, la de Pensilvania ha trasladado al pop mainstream la épica de los maratones de más de tres horas de los conciertos de Bruce Springsteen con The E Street Band, pero con un relato ordenado sobre su propia carrera y adaptado a las lógicas de la era de las redes sociales.

La división en épocas del repertorio puede jugar en contra de Swift, sobre todo por el protagonismo que toman el nuevo segmento que integra Folclore y Evermore ("Son discos hermanos, así que podéis llamarlos Folkmore o Everlore, da igual", dijo Swift antes de cantar Champagne problems) y el de Tortured poetes department, con canciones más alejadas de los códigos y la efectividad del pop de estadios. A las swifties, sin embargo, no parecía importarles: al contrario, dos de los momentos de mayor griterío del concierto –a niveles de beatlemanía– fueron los nuevos temas But daddy I love him y Sonido high school, que empezaron el segmento dedicado al nuevo disco. ¿Pero era por la importancia de estas canciones, publicadas hace solo tres semanas, o por la emoción de estar viviendo un momento histórico, al menos desde una perspectiva swiftie? Taylor Swift empezó un nuevo capítulo de su historia de éxito y dominación cultural en París, y sus fans estuvo allí, una vez más, para acompañarla.

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