De Capablanca a Vidrieret: busca el bandolero de tu pueblo
Sylvia Lagarda-Mata documenta a más de 3.000 bandoleros en todo el territorio catalán
BarcelonaCasi cada pueblo catalán ha tenido su bandolero. Incluso instituciones tan honorables como Montserrat contrató a uno, Vidrieret, para hacer frente a los monjes de Valladolid. "Los bandoleros eran nuestros antepasados. Nuestro patrimonio bandolero es uno de los más valiosos de Europa", afirma la periodista y escritora Sylvia Lagarda-Mata, que ha localizado 3.028 en los archivos catalanes y explica su biografía de 135 en Cataluña, tierra de bandoleros (Ángulo Editorial). "Creo que muchos pueblos desconocen que tienen un bandolero. Todo el mundo sabe quién es en Serrallonga, pero algunos tienen biografías mucho más fascinantes", explica Lagarda-Mata. "Serrallonga no era más excepcional que el resto ni tuvo una vida especialmente extraordinaria, pero es lo más famoso, en parte, porque el historiador Juan Cortada salvó el expediente judicial y tenemos documentada la detención, los interrogatorios, la ejecución...", detalla la autora.
Cortada (Barcelona,1805-1868) era historiador, periodista, novelista y traductor, y trabajó como agente fiscal del Crimen de la Audiencia de Barcelona desde 1828 hasta 1840. Fue él quien salvó de la quema el Proceso de Juan de Serrallonga que hoy se guarda en la Biblioteca Museu Víctor Balaguer. Para Lagarda-Mata, era un asesino despiadado, pero la literatura le ha mitificado. "Sobre todo Víctor Balaguer, con el drama Don Juan de Serrallonga, que le convirtió en un Robin Hood a la catalana".
Montserrat contrató a bandoleros
A la periodista y escritora le interesa más otro bandolero, Vidrieret. "No sabemos su nombre real, pero su historia es mucho más singular. ¡Lo contrataron los monjes de Montserrat!", dice. A finales del siglo XV, Montserrat perdió su autonomía. El rey Fernando el Católico envió al monasterio a catorce monjes procedentes de Valladolid, y Montserrat pasó a depender de la congregación de esta ciudad castellana. "Los monjes de Montserrat se quejaban de la mala administración, la exportación de limosnas a Valladolid, el reclutamiento de seminaristas castellanos... Los vallisoletanos obligaban a los monjes a confesarse en español con la histórica frase '¡Hablad en cristiano!'", lamenta la autora.
"Al final, en 1585, fray Mateu Lloret, mayordomo de Montserrat, decidió contratar los servicios del Vidrieret, un bandolero de origen gascón". Hay un informe que se envió al papa Sixto V, donde se explica que el bandolero y sus gentes habían obligado a los monjes castellanos a abandonar el monasterio. "Fueron sacando con violencia a los castellanos, que, según recuerdan los propios monjes, eran 27", se puede leer en el informe. Según este documento, fueron 40 bandoleros quienes "de malos modos y con amenazas" les sacaron del monasterio. Tenían la intención de sacarlos a pie ya caballo de Cataluña, pero en Cervera los hombres del virrey liberaron a los monjes castellanos. Sin embargo, Vidrieret y sus hombres se escaparon y regresaron a Montserrat al año siguiente.
La autora prefiere hablar de bandolerismos, en plural, que de bandolerismo, porque es un fenómeno que se extiende durante muchos siglos y, por tanto, va cambiando. "Catalunya ha sido tierra de bandoleros desde la alta edad media hasta exactamente el siglo XX. Son ocho siglos. Están los bandoleros feudales, los del Barroco, que es cuando hubo más bandolerismo, y bandoleros después de todas y cada una de las muchas guerras que ha habido en Catalunya". Inicialmente, los bandoleros formaban parte de los ejércitos privados de los señores feudales: "El nombre de bandolero proviene precisamente de bando", detalla Lagarda-Mata.
A menudo combinaban el trabajo de mercenarios con la delincuencia, y cuando los señores feudales ya no los necesitaron pasaron a ser ladrones que actuaban por su cuenta y beneficio. El fenómeno, según la autora, se intensificaba cuando existían guerras. "Cuando los ejércitos se disgregaban, algunos de sus integrantes utilizaban las armas que tenían para atracar a la gente ya las masías. El Barroco fue la época más intensa, pero el fenómeno se reavivó tras las guerras", detalla. Así, regresó después de la guerra de Sucesión (1701-1714), las guerras con Francia (1793 y 1808) y las guerras carlistas (1833-1876).
La modernidad los eliminó
No fueron las fuerzas del orden las que terminaron con el bandolerismo, sino la modernidad. Cuando los caminos reales se convirtieron en carreteras, las diligencias en trenes, la banca protegió el dinero y el telégrafo permitió que fuera más fácil la comunicación y se pudiera identificar y localizar a los bandoleros, éstos perdieron su trabajo.
Lo Peretó es, según la autora, el último bandolero censado en Cataluña. Probablemente, su nombre era Pere Guillem, tenía una de las casas de la masía de Guillem en Sant Salvador de Toló (Pallars Jussà), y actuó en la década de 1920. "Solía pedir dinero en préstamo y las devoluciones siempre coincidían con asaltos a carruajes que volvían del mercado de Artesa de Segre", detalla la autora. Le condenaron a cadena perpetua, pero se evadió cuando estalló la Guerra Civil y le acabó matando el hijo de una víctima suya.
De bandoleros hubo en todo el territorio. Era más frecuente encontrarlos en zonas montañosas, pero se trasladaban a donde había personas a las que robar, por eso también las hubo en el Barcelonès. "El bandolero siempre iba allá donde se generaba dinero... Encontré un documento de un bandolero en Guils de Cerdanya que se pasó 24 horas esperando a que alguien pasara por el camino, y eso no era nada provechoso", relata la autora .
Pocas mujeres bandoleras
Hubo pocas mujeres bandoleras, pero las hubo. Una fue Antònia Ferrer, la Vella Andreua, que era de Vilafranca del Penedès y vivió en el siglo XIX. Según la autora, se instaló en Sant Quintí de Mediona y estableció una escuela de bandoleros. "Alrededor de algunas bandoleras hay mucha leyenda y no está claro lo que es verdad y lo que no lo es", afirma la periodista y escritora. Teresa Molins y Bach tenía como alias la Condesa de Molins, a pesar de no ser condesa ni noble. Era de San Pedro Pescador y enloqueció cuando se le cayó un hijo de los brazos. Formó parte de una cuadrilla de bandoleros que se dedicaba a asaltar masías, caminos y diligencias, con Joan Teixidor, alias el Pastor de Batipalmas. Tampoco está claro que Margarita Cisneros sea sólo un producto de la imaginación popular. Su existencia se basa únicamente en un romance que explica que estaba enamorada de un campesino de Tamarit pero le obligaron a casarse con un comerciante de Lleida. Mató al amante y al marido y se hizo bandolera.
Lagarda-Mata cree que las generaciones que no han sufrido el bandolerismo han tendido a mitificarlo. Había muchos tipos de bandoleros: desde campesinos, hasta herederos de masías, marchantes, artesanos y sacerdotes o seminaristas. Algunos buscaban venganza, otros querían salir de la miseria, algunos eran ladrones comunes, huían de la justicia o eran soldados que se habían quedado sin trabajo. "Ya en su época solían disfrutar de la simpatía del pueblo porque se enfrentaban al sistema, pero Robin Hood existe tan sólo en la mente de la gente", asegura.
Consulta la relación exhaustiva por pueblos de los 3.028 bandoleros localizados por Sylvia Lagarda-Mata en Cataluña, tierra de bandoleros: