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Cal Cisteller, en Berga: 100 años de capazos y cestos artesanos

El histórico negocio ofrece una amplia variedad de objetos artesanos hechos con fibras vegetales y sin plástico

El matrimonio de Lluís Plans y Marisa Coll, propietarios de Cal Cisteller de Berga.
28/02/2025
4 min
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BergaEn el centro de Berga, junto a la famosa plaza donde cada año se celebra la Patum, pervive una de las tiendas más antiguas y queridas del municipio: Cal Cisteller. Como bien indica el nombre, este establecimiento, fundado en 1925, ofrece una amplia variedad de productos artesanos de cestería, desde sillas y taburetes hasta capazos de todo tipo, baúles y un montón de objetos de decoración. Decenas de artículos expuestos por todas las estanterías y rincones de la tienda, hechos de forma manual, sin plásticos ni materiales sintéticos, sólo con entramados de cañas, mimbre, palmito u otras fibras vegetales, que desprenden un olor muy característico que recuerda a las casas de antaño. Actualmente, regenta la tienda el matrimonio formado por Lluís Plans y Marisa Coll, la tercera generación al frente de un negocio que en 2025 alcanza la cifra redonda de los cien años.

Plans y Coll son los propietarios del establecimiento, mantienen el trato día a día con los clientes y se encargan de proveer la tienda de los mejores artículos. Pero ninguno de ellos practica el oficio de cestero ni fabrica los productos que vienen a casa, sino que, después de muchos años de experiencia, contactan y compran los artículos a los artesanos con más traza de la zona. "Siempre es un producto de proximidad, de artesanía, hecho sólo con fibras naturales, no vendemos nada de lejos o de mala calidad", explica Coll.

Cada pieza es única

Los porrones y alpargatas catalanas hechas de esparto o la serie de caracoleras para ir a buscar caracoles, cada una diferente del resto, con el mango torcido o la circunferencia imperfecta, signo inequívoco de la manufactura artesana, son algunos de los productos estrella. También, evidentemente, las cestas y los capazos, además de los leñeros para la chimenea, las arcas gigantes para guardar juguetes o ropa y figuras de decoración como los burros catalanes.

Marisa Coll reivindica la opción de adornar la casa con objetos de cestería, sean útiles o de decoración. "Vivimos muy estresados, en un mundo donde todo es de plástico o metal, así que un hogar con objetos de fibra natural te hace respirar de otra forma, te abre los pulmones, te da paz y te acerca a la naturaleza", argumenta. Y continúa: "Son productos a los que se les ha dedicado un tiempo para hacerlos, únicos e individuales, que se transforman con el tiempo, no como las cadenas de fabricación automática, donde todos los objetos salen con los clichés marcados, sin personalidad, y todo el mundo los tiene iguales".

El interior de la tienda Cal Cisteller de Berga.

Cal Cisteller se fundó en 1925, cuando Josep Comellas, abuelo de Lluís Plans, se casó con Maria Guitart, muy emprendedora, y juntos inauguraron el negocio en la planta baja de la misma casa familiar. Por aquel entonces venían de todo: juguetes, perfumería, utensilios de camping, bolsas y maletas, bisutería, cosmética y, arriba, había una pequeña parte de cestería. El abuelo Comellas aprendió el oficio de cestero y, mientras su esposa despachaba, con algunos trabajadores hacía cestas y otros encañados. Es a partir de ahí que los vecinos de Berga empezaron a conocer este comercio local como Cal Cisteller.

Postguerra y tifus

Tras los abuelos pasó a manos de Bienvenida Comellas, única hija del matrimonio, que durante la posguerra, con la epidemia del tifus que infectó a Berga, se quedó huérfana de madre con sólo 12 años. Como vivía en el mismo edificio de la tienda, desde pequeña corría entre los clientes y ayudaba a su padre hasta que, en cuanto tuvo edad de trabajar, se puso al frente, con mucho empuje y un trato cercano con los clientes. Ca la Bien, llamaban a la tienda muchos berguedans. Con el tiempo, la oferta de cestería, que tenía muy buena salida, fue ganando peso, aunque todavía se vendían otros artículos, sobre todo juguetes durante la campaña de Navidad.

Capazos y sombreros de Cal Cisteller.

Entonces llegó Lluís Plans, que al igual que hizo la madre con su abuelo, de pequeño también rondaba mucho por la tienda, se sentía cómodo y empezó a trabajar desde los 16 años. Hasta que, hace unos treinta años, cuando Plans se casó con Marisa Coll, la pareja tomó sus riendas para dedicar toda la tienda exclusivamente a la cestería, recuperando de forma oficial el nombre popular de los orígenes de Cal Cisteller.

Sucesión irresuelta

Con todo, Plans y Coll, que se acercan a los sesenta, están convencidos de que serán la última generación de la estirpe y que ellos pondrán punto final a la historia de Cal Cisteller. Uno de los hijos, cuando los servicios no esenciales tuvieron que bajar la persiana por la covid, dio un gran empujón al negocio familiar creando la empresa Vimetea, que vendía online los productos de casa. La página web funcionó muchísimo e hizo ventas de récord, pero, con el tiempo, el hijo emprendió otros proyectos profesionales y cedió la marca de forma amistosa a unos amigos, desvinculándola de Cal Cisteller. "La estirpe acaba aquí, porque los hijos tienen sus trabajos y es bien comprensible, porque una tienda necesita a una persona detrás que tenga vocación: si no, no funciona", concluye Marisa Coll.

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