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La fonda que ha pasado del bozal al wifi en 135 años

El Hostal Jaumet de Torà, en su quinta generación, atraviesa uno de los momentos más delicados de su historia

Jaume y Laia en los antiguos fogones
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ToráLa historia de l'Hostal Jaumet de Torà (Solsonès) es auténticamente camaleónica. Los propietarios reivindican que, desde que se fundó como puesta de caballos y carruajes en 1890 hasta ahora, ha tenido una gran capacidad de adaptarse a "todo tipo de situaciones y salir adelante". Han pasado por todo tipo de vicisitudes, de accidentes personales, enfermedades, muertes, una guerra civil, incendios e inundaciones. Pero no han sufrido una crisis tan dura como la actual, en la que una grave falta de personal está haciendo peligrar su futuro como nunca.

Los antepasados ​​del hostal solían cocinar ya para los tratantes de cerdos que frecuentaban el pueblo. Pero fue Miquel Closa, hijo de Jaumet dels Bous, quien inició a finales del siglo XIX un negocio que hoy en día se mantiene en marcha. Lo hizo gracias a la rifa que le tocó. Nueve onzas de oro que destinó en la compra de un terreno cerca de la única carretera que unía Barcelona con Andorra. Fue una inversión acertada que dio frutos inmediatos.

A principios del siglo siguiente, aquella carretera se vio frecuentada por los carruajes que acercaban a los viajeros hasta el tren de Calaf, a unos quince kilómetros de allí, viajeros que venían del Pirineo de Lleida y de los valles de Andorra y que se dirigían a Barcelona. El hostal vio incrementar el movimiento.

El heredero de Miquel, Jaume Closa, construyó las cuadras donde se cobijarían tanto los caballos como los viajeros. Los cobraba por cada bozal y estaca que necesitaban. Personas y bestias solían dormir juntas en el pajar, el lugar más caliente del hostal.

Jaumet de Torà
Jaumet de Torà

Pero llegó su primera tragedia. El mordisco fortuito de un burro malfirió en un dedo a Jaume que, sin haberlo curado como era necesario, vio cómo todo el brazo se le gangrenó y acabaron amputándole. Esto le obligó a confiarlo todo a su esposa Montserrat, que asumió la dura labor de tratar con arrieros y carreteros.

Durante la Guerra Civil, el hostal se convirtió en cuartel militar y, una vez terminada, la familia tuvo que empezar de cero. El heredero, otro Jaume Closa, había fallecido en el bando republicano durante su retirada en Cervera. Esto obligó a la heredera, Ramona, a tomar las riendas del negocio, junto con su marido, Pere Marimon.

En los años sesenta, con el incremento del tráfico rodado (ahora ya de tracción motora), desembarcó el fenómeno turístico, que impulsó la apertura de Snack, nombre con el que todavía muchos padrinos de la comarca conocen la fonda. En pocos años construyeron una nueva cocina, otro comedor y más habitaciones, hasta que el hijo de Ramona, Jaume Marimon, se hizo cargo del establecimiento en 1972. Era ya la cuarta generación de un negocio que seguía creciendo con salas más amplias para banquetes y convenciones y una cocina de leña siempre inspirada en la tradición. "Aquí reivindicamos los guisos del chup-chup", argumenta el último de Jaume, que ahora tiene 73 años y ha superado hasta tres cánceres. Se trata de una cocina que pide calma y tiempo, de recetas que tienen siglos de historia, como el ahogado de la Segarra (pies, mejilla y hocico de cerdo cocidos durante dos horas), las habas, los canelones o las famosas perdices en la vinagreta que Ramona estuvo guisando hasta sus últimos días.

Jaumet Torà
Jaumet Torà

El reto de la continuidad

Jaume está técnicamente jubilado, aunque todavía supervisa "la pizca final" en los fogones, y es su hija Laia quien dirige ahora un negocio que está adaptado a las modernidades del siglo XXI, pero no a una de sus grandes adversidades. Ella es la quinta generación, obligada a reinventarse para sobrevivir. Y lo afronta con incertidumbre, porque se trata de la crisis más grave de todas las que ha superado hasta ahora a la familia. La falta de personal cualificado que entienda la forma de cocinar de cal Jaumet y la losa de las normativas y la burocracia administrativa están poniendo en peligro 135 años de historia.

Mientras no encuentran al cocinero que encaje con su filosofía, Laia ha diseñado una nueva realidad para el hostal. Más sosegada, que encenderá la cocina sólo cuando sea necesario y utilizará siempre la creatividad. Bien, más bien volverá a sus orígenes, porque la joven emprendedora quiere recuperar las viejas cuadras para cobijar tanto caballos como motos. Hace apenas dos semanas, un grupo de 25 miembros de la Asociación de Marchas en Cavall de Catalunya organizaron por el Solsonès su salida mensual y pasaron la noche en el Hostal Jaumet.

Jaume Marimon tiene ya la mirada puesta en la celebración de los 150 años del negocio. Confía en que sus nietos (la sexta generación) lleguen a tomar el relevo del hostal algún día y, por eso, está preparando un libro conmemorativo para hacerles memoria. Será una recopilación de recetas de la casa, acompañadas de anécdotas de los clientes más emblemáticos. El libro seguramente hablará de Francesc Macià, monseñor Tarancón, Jordi Pujol y Josep Maria Espinàs, los hermanos Roca y Nandu Jubany. "No sé si veré terminado el libro, pero al menos quiero recuperar la memoria para quienes vendrán", confía Jaume Marimon.

Fonda Jaumet
Fonda Jaumet
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