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Macroeconomía

Las grandes 'bananas' de la economía europea

Cataluña es el segundo polo de riqueza de la macroregión mediterránea, que se extiende de la Lombardía a Cartagena

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BarcelonaLa integración económica de Europa es uno de los elementos clave que se marca la mayoría de gobiernos, empresas y ciudadanos del continente de cara al futuro. En un mundo con tensiones comerciales y geopolíticas cada vez más fuertes, que avanza hacia el aislacionismo, la UE intenta ampliar los vínculos comerciales, financieros, energéticos y de comunicaciones entre los estados miembros, pero también entre las regiones. Es en este contexto que vale la pena prestar atención a un concepto que va más allá de los países propiamente dichos, pero que a su vez agrupa a las regiones: las macroregiones económicas, también conocidas como megalópolis. O, como las llaman coloquialmente los economistas por su forma, las bananas europeas.

En Europa se pueden distinguir varias de estas macrorregiones, pero destacan dos que reciben justamente el nombre de bananas porque tienen una forma de arco que se expande a través de varios estados del continente. La mayor es la llamada Banana Azul, porque se encuentra en el centro y norte del continente, en países fríos y lluviosos. La segunda es la Banana Dorada, que se encuentra en el sur.

Les macroregions econòmiques d'Europa (gràfic)

"Tiene todo el sentido del mundo" hablar de estas macroregiones, dice Pelayo Corella, profesor de la Escuela Superior de Comercio Internacional (ESCI) de la Universidad Pompeu Fabra. Aunque no tienen ninguna unidad a nivel político ni administrativo, son grandes corredores económicos y comerciales que comparten "sinergias" y permiten "profundizar en la malla económica" de Europa, añade. Con la globalización, la creación de riqueza se produce mucho en "entramados de grandes ciudades" que permiten la "concentración de talento" y de "competencia" entre empresas, dice Corella.

La llamada Banana Azul es la macrorregión más importante, ya que toma un grueso destacado de las regiones y países más prósperos de la Europa occidental: desde el norte de Italia –Lombardía, Venito y Piamonte, la triregione– hasta Inglaterra, pasando por Suiza, la región francesa de Alsacia, la mitad este de Alemania –con regiones como Renania, Westfalia, Baviera, Saarland y Baden-Württemberg–, Luxemburgo, Bélgica y Países Bajos. Representa el corazón industrial y económico del continente, y es casi un continuo de núcleos urbanos que incluye, entre otras, ciudades como Milán, Zúrico, Múnich, Frankfurt, Estrasburgo, Bruselas, Amsterdam, Londres y Manchester, además de dos puertos más grandes de Europa: Rotterdam y Amberes.

La macrorregión del litoral mediterráneo

La segunda gran macrorregión es la Banana Dorada, también llamada Sunbelt (cinturón del sol, en inglés). El color dorado y la referencia al sol se debe a que esta región se expande por todo el arco mediterráneo occidental de Europa, desde el norte de Italia –donde enlaza con la Banana Azul– hasta Cartagena. Por tanto, coge toda la costa mediterránea de Francia –la Provenza y el Languedoc–, Cataluña, la Comunidad Valenciana y Murcia. Es el motor meridional de Europa.

Es en este cinturón económico mediterráneo donde Cataluña tiene un peso importante. De todas las regiones que toma la Banana Dorada, Cataluña es la segunda en población y en producto interior bruto (PIB, el indicador que mide la actividad económica), sólo superada en ambos casos por la Lombardía: 8 millones de habitantes de Catalunya, frente a los 10 millones de la región italiana, y 270.000 millones de euros de PIB catalán en el 2022 por 440.000 millones el lombardo. Por lo que respecta a Barcelona, ​​es la primera región metropolitana en población, ligeramente por delante de Milán, la capital lombarda.

En el caso de Catalunya, poder estar integrada en una macrorregión es una ventaja, explica Corella, porque facilita tener un "patrón de crecimiento" económico más centrado en actividades de alto valor añadido. Esto es especialmente relevante de cara al futuro para economías que, como la catalana y la española, han sido muchos años "demasiado centradas en el turismo" –sobre todo el de sol y playa– y en otros sectores con sueldos y productividades normalmente bajos , como la construcción. Corella opina que la Generalitat debería potenciar la integración con Europa como uno de los ejes centrales de "su política exterior", como había hecho el gobierno de Pasqual Maragall con la Eurorregión Pirineo-Mediterráneo (que todavía está activa).

El freno francés

Uno de los hechos destacables de las dos grandes megalópolis es que no incluyen todas las capitales estatales, sobre todo de los mayores Estados. El norte de Italia es la locomotora del país y donde nacen hacia el norte bananas, por lo que Roma queda al margen. La Banana Azul deja fuera a Berlín y hay dudas sobre si habría que incluir París o también quedaría al margen. En cuanto a Sunbelt, no incluye Madrid. Las excepciones son Londres, Bruselas, Ámsterdam y Berna (que tiene un peso económico bastante limitado dentro de Suiza).

Así pues, en el caso de España la Banana Dorada incluye la costa mediterránea, tradicionalmente el "eje de dinamismo" económico más importante del Estado, apunta Corella, que recuerda que en los años 50, cuando el franquismo va dejar atrás la autarquía, el Fondo Monetario Internacional ya identificaba al litoral mediterráneo como el pilar económico del Estado. Catalunya, Comunidad Valenciana y Murcia son las comunidades autónomas con mayor peso industrial y exportador –Madrid tiene menos industria y País Vasco es menor– y las que, justamente, más apuestan por la integración con el resto de Europa, tanto con infraestructuras de transporte como por ejemplo el Corredor Mediterráneo, como energéticas, con las conexiones de electricidad y gas.

Sin embargo, este concepto de grandes macroregiones tiene un "tope", en palabras de Corella, que impacta directamente en los intereses catalanes: Francia. Aunque tanto España como las regiones del sur de Francia se beneficiarían de mayor integración entre ambos estados, el gobierno francés ha tenido políticas más bien contrarias a unir su sur con Cataluña, y por extensión con el resto de la península Ibérica.

Un buen ejemplo es la línea ferroviaria de alta velocidad, que España ha hecho llegar a la frontera hispanofrancesa, pero que se conecta con la línea férrea convencional una vez en territorio galo. En el mismo ámbito, la empresa estatal francesa SNCF opera trenes en territorio español, mientras que Renfe encuentra muchas trabas burocráticas para abrir rutas a Francia, siendo los servicios entre ambos estados bastante limitados. Otro ejemplo es el poco interés y la poca prisa mostrada por París para establecer las conexiones de gas entre ambos lados de los Pirineos, hasta el punto de que antes de aprobarse el futuro gasoducto Barcelona-Marsella se llegó a estudiar la posibilidad de hacer un bypass en Francia y conectar Barcelona con la costa italiana.

Nuevas macroregiones

El economista francés Roger Brunet creó el concepto de Banana Azul en 1989 –el año de la caída del Muro de Berlín– para referirse a lo que, en su opinión, era la columna vertebral de la economía europea, que en los años 50 había servido de fundamento geográfico para crear la Comunidad Europea del Carbón y Acero (CECA), el embrión de la futura Unión Europea. El de Banana Dorada apareció en 1995 en un estudio de la Comisión Europea. Ahora bien, en más de tres décadas la economía y la política del continente han cambiado radicalmente, sobre todo por el colapso del bloque comunista en el este y la integración de la mayoría de países del Pacto de Varsovia en la Unión Europea.

Es por eso que además de las mencionadas bananas azul y dorada, la creciente integración entre países ha hecho que en los últimos años hayan aparecido más. La más destacada seguramente es una tercera banano, la verde, en la Europa del Este, y que se extiende desde la costa adriática de Venecia y Eslovenia hasta el puerto polaco de Gdansk, en el mar Báltico. Esta macrorregión está llamada a tomar mayor protagonismo, ya que los estados orientales han ido ganando peso económico desde que se integraron en la UE en 2003. La región engloba ciudades destacadas, como Viena, Praga, Budapest y Varsovia.

Otras megalópolis más pequeñas serían The String (la cuerda, en inglés), que agrupa a buena parte de Dinamarca y el norte de Alemania con el sur de Suecia y Noruega; el corredor atlántico que une Lisboa y Oporto con Vigo y A Coruña; la costa del mar Negro desde Estambul hasta Ucrania –incluye parte de Rumanía y Bulgaria–, y el golfo de Finlandia. Sin embargo, de momento quedan lejos de las dos grandes macrorregiones más antiguas, que aún aportan el grueso de la creación de riqueza a un continente que ve con preocupación el papel que tendrá que jugar en la economía global en un futuro.

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