El sistema gasista registró un superávit de 81,1 millones de euros el 2021, una cifra inferior a la del año anterior (186,7 millones), que se destinará a amortizar parcialmente las anualidades pendientes del déficit acumulado del 2014, según la liquidación definitiva del sector, que comprende el periodo de enero a septiembre, aprobada por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). El ejercicio 2021 del sistema gasista es el último en el que está vigente el método de liquidación integral, y comprende de enero a septiembre porque es la transición del año natural al año de gas. A partir del 1 de octubre del 2021, se inicia el año de gas 2022 y hay procedimientos de liquidación independientes para cada actividad. Según la CNMC, los ingresos totales por facturación de tarifas, peajes y cánones subieron el año pasado a 2.129,1 millones de euros. Adicionalmente, se han considerado en el sistema de liquidación pagos por valor de 221,8 millones de euros, que incluyen la amortización parcial del déficit acumulado desde 2014. La energía suministrada y facturada por el sector gasista en 2021 logró los 284.639 gigavatios hora (GWh), incluyendo la energía destinada a las conexiones internacionales (15.621,3 GWh).
¿Por qué a Francia no le interesa el Midcat?
El gobierno de Emmanuel Macron no quiere lanzar piedras sobre sus propios mercados energéticos
BarcelonaLa Unión Europea hace tiempo que tiene en su hoja de ruta energética aumentar las interconexiones entre los diferentes estados. Para Bruselas, es la única manera de crear un mercado único, puesto que sin intercambios –o muy exiguos como los actuales– cada uno de los mercados funciona de manera aislada. De hecho, esta falta de interconexiones es la que permite a España y Portugal limitar el precio del gas, puesto que las autoridades comunitarias han aceptado la denominada excepción ibérica y considerar la Península una isla energética.
Construir el Midcat, el gasoducto que ha de unir Catalunya con Francia, es una de las apuestas del gobierno español para mejorar estas interconexiones. Pero Francia siempre ha puesto trabas a esta infraestructura, incluso con la urgencia de la crisis provocada por la guerra en Ucrania. Mientras que el canciller alemán, Olaf Scholz, urgía la construcción de este gasoducto y Bruselas se mostraba dispuesta a aportar financiación, el gobierno de París ha enfriado totalmente las expectativas de acelerar el proyecto.
Los argumentos de Francia son, básicamente, que la infraestructura tardaría mucho en construirse y, además, va contra la política europea de eliminar los combustibles fósiles para el año 2050. Además, el gobierno Macron duda que pueda servir en un futuro para el transporte de hidrógeno verde, una fuente de energía que todavía no está bastante madura como para determinar qué alcance tendrá. Por el contrario, el ejecutivo español asegura que, al menos su parte del gasoducto (entre Hostalric y Francia), podría construirse en solo ocho meses.
Pero además de estos argumentos hay otros, más vinculados al mercado eléctrico, según apuntan fuentes del sector. Francia, con una gran cantidad de centrales nucleares, es históricamente –a pesar de que no lo ha sido en los últimos meses– un claro exportador de electricidad, y sus principales mercados exteriores son Alemania e Italia, precisamente dos de los países que más sufren el cierre del grifo del gas de Rusia. Este es un motivo de peso que se suma a las reticencias expresadas por el gobierno Macron sobre el futuro gasoducto, en un momento de descarbonización de la economía.
El gobierno español, sin embargo, se ha alineado con el alemán y con Bruselas y ve necesaria la infraestructura, a pesar de que hay diferencias entre los socios. Mientras Podemos se ha mostrado contrario; el PSOE y, especialmente, el presidente Pedro Sánchez y la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, apuestan por empezar las obras cuanto antes mejor. Una posición que ha reiterado este mismo viernes la ministra de Ciencia, Diana Morant, que ha defendido que el gasoducto "no es una cuestión de opiniones, sino de ser efectivos ante una situación verdaderamente preocupante", que podría llevar a un desabastecimiento de energía en Europa.
La apuesta de Francia por las nucleares le ha puesto tradicionalmente en una posición muy diferente a la de la mayoría de los socios europeos. París se ha asegurado menos dependencia energética que los otros países del continente, con más seguridad de suministro e, incluso, en una capacidad exportadora de electricidad. Por otro lado, la nueva taxonomía europea permite las nucleares como sistema de transición para la descarbonización.
Francia obtiene aproximadamente el 70% de su electricidad –en España es aproximadamente el 21%– de los 45 reactores atómicos de los que dispone. Además, está construyendo un nuevo reactor de nueva generación de 1.650 MW en Flamanville, y Macron presentó un plan de nuevos pequeños reactores de unos 170 MW cada uno.
Situación cambiada
Pero, a pesar de esta política, Francia también sufre su propia crisis energética. El precio de la electricidad se ha disparado hasta rozar esta semana los 550 euros el MWh. Hay diferentes causas, pero básicamente el impacto más elevado es porque algunos grupos nucleares están parados, para tareas de mantenimiento –aplazadas durante la pandemia– y la sequía que dificulta la refrigeración de algunas centrales.
Esto ha provocado un cambio de paradigma, puesto que hace solo un año Francia exportaba electricidad a España y ahora pasa exactamente lo contrario por dos motivos: la parada de estas centrales francesas y el hecho de que el MWh eléctrico en España es más barato debido al tope del gas. Mientras en el país vecino el MWh supera los 500 euros, en España oscila entre los 200 y los 300 euros.
Esta exportación mayor de electricidad española a Francia, junto a la sequía, la falta de viento y las olas de calor, ha provocado que el Estado queme más gas que nunca en sus ciclos combinados: el consumo de gas para generar electricidad es más del doble del de hace un año, según los datos de Enagás.