Más allá de las discusiones entre trabajadores por la temperatura, empresas energéticas como Endesa recogen una serie de recomendaciones a la hora de hacer un buen uso del aire acondicionado en las oficinas. Para empezar, aconsejan a las empresas que realicen un estudio previo de las zonas a aclimatar antes de instalar un sistema de aire acondicionado. Es importante tener claro cuáles son los puntos en los que se acumula más el calor y las radiaciones solares. También recomiendan evitar subir o bajar bruscamente la temperatura de las instalaciones. Por eso, una buena opción es la de programar los sistemas para que arranquen un par de horas antes de que empiece la jornada laboral, de forma que haya una temperatura media más estable durante las siguientes horas. Esto no sólo permite que haya mayor confort durante la jornada de trabajo, sino que también se haga un ahorro de energía de un 20%. Por otra parte, recomiendan apagar los aparatos cuando pliegan los trabajadores y reducir la temperatura en zonas poco utilizadas, como en las salas de reuniones. Por último, hay que tener en cuenta que es importante realizar revisiones periódicas de los sistemas por parte de los fabricantes, no sólo para que se mantenga un buen funcionamiento, sino también para limpiar los filtros y evitar posibles problemas de salud con bacterias.
Aire acondicionado más fuerte o más flojo: la pelea de cada verano en la oficina
Descubrimos por qué nunca nadie está contento con la temperatura del trabajo y cómo resolver los problemas de convivencia que genera
BarcelonaTodos los días la misma discusión. A menudo comienza después de un silencio tenso, cuando alguien de la oficina dice las palabras que desencadenan todos los males: “Tengo frío, ¿podéis bajar el aire, por favor?”. Y aunque lo intenta decir de buenas maneras, se percibe un trasfondo teñido de enfado y crispación. También puede que la discusión comience con alguien que, probablemente sentado cerca de una ventana en la que da el sol, está pasando calor y ya no puede aguantar más.
El caso es que es raro que la temperatura siempre esté al gusto de todos. En algunas oficinas de a poco sirve que exista un real decreto ley del 14/2022 que establezca que la temperatura en los recintos refrigerados no debe ser inferior a los 27 grados. Una norma que se flexibiliza en locales donde se realice trabajo físico, como en las cocinas, gimnasios o discotecas, donde puede oscilar entre los 14 y los 25 grados. Sin embargo, son muchos los expertos que aconsejan que el aire acondicionado nunca debería superar la temperatura exterior con una diferencia superior a los 12 grados.
Por otra parte, llegar acalorado de la calle y sentarse en un despacho con un ambiente ártico puede acarrear varios problemas de salud. Cada año, el Colegio de Fisioterapeutas de Cataluña advierte de los problemas musculares que causan los aires acondicionados: sus corrientes de aire provocan tortícolis, lumbalgias y problemas en la columna. Esto se debe a que, cuando nos exponemos a bajas temperaturas, los músculos del cuerpo tienden a contraerse. Otras afecciones que provoca el aire frío y artificial son las respiratorias, como el dolor de garganta, los resfriados y la tos. En los casos más severos, incluso se puede llegar a sufrir faringitis, laringitis o la gripe en plena ola de calor.
Cuestión de género
Todo esto es una absurdidad que, al parecer, podría tener un trasfondo sexista. Al menos esto indica un estudio del 2015 publicado en la revista Nature, donde se afirma que la temperatura fijada en el interior de los edificios de oficinas se basa en un modelo de confort térmico que se desarrolló en la década de los sesenta y que se formuló con lo que entonces era un trabajador estándar: varón de unos cuarenta años, de setenta kilos y, probablemente, vestido con corbata y americana. En este mismo estudio, realizado en la Universidad de Maastricht (Holanda), se demuestra que estos sistemas de temperatura no representan las necesidades térmicas de las mujeres, que tienen una fisiología con la que suelen percibir más bajas las temperaturas frías, y más altas las cálidas. Algunos de los motivos son su índice corporal y aspectos como el ciclo menstrual, que modifica su termoregulación según la fase en la que se encuentre.
Claro que cada persona es un mundo, y, más allá de su sexo, también hay factores como la edad, el peso, la altura, la capacidad de adaptación cardiovascular y metabólica, el estado nutricional, l ejercicio físico o el sedentarismo.
Ahora bien, si los responsables de recursos humanos quieren que sus trabajadores rindan al máximo, quizá deberían echar un vistazo al estudio realizado en 2019 por la Universidad del Sur de California y el Centro de Ciencias Sociales de Berlín WZB , que llegó a la conclusión de que las mujeres trabajaban mejor en labores matemáticas y verbales cuando la temperatura de la oficina era más alta, mientras que los hombres lo hacían mejor cuando el termostato era más bajo. Si a esto se le añade que, según el estudio de la Universidad de Maastricht, la temperatura ideal de confort para las mujeres es de unos 25 grados, mientras que la de los hombres es de 22 grados... ¿cuál puede ser la solución?
Aprender a ceder
"Primero de todo, si estamos en un entorno de convivencia, sea personal o profesional, el bien común es lo más importante a cuidar", explica Mireia Cabero, profesora colaboradora de la UOC y directora de Cultura Emocional Pública. En este sentido, “hay que conocer bien las necesidades de todos los implicados y encontrar una solución en la que haya un win-win, que todo el mundo pueda ganar”, sigue. Enfrascarse en posiciones egoístas de querer cubrir sólo las necesidades propias no solucionará el problema, sino que provocará un conflicto inevitable. “Entre todos hay que buscar una solución que sea cómoda para todos, y eso quiere decir que cada persona debe ceder: uno deberá ponerse una chaqueta, otro quizás tendrá que cambiar de silla y quizás uno otro tendrá que vestir más ligero”, dice a modo de ejemplo.
“El problema es que muchas veces el conflicto se personaliza y uno se piensa que todo es una batalla que debe ganar, y eso es negativo, porque se olvida que comparte un espacio donde todo el mundo tiene necesidades diferentes”, dice Cabero, que remarca cómo, al igual que en tantas otras cosas en la vida, al final se trata de poder expresar lo que uno necesita y, al mismo tiempo, escuchar lo que el otro necesita. La convivencia trae conflictos inevitablemente, sólo se trata de saber resolverlos con paciencia y empatía. Y, a ser posible, conseguir trabajar sin pasar ni frío ni calor.