Artesanía

Trabajar con fuego a 1.200 grados de temperatura: devuelve la pasión por el cristal soplado

Este oficio artesano estaba condenado a la desaparición, pero en los últimos años ha vivido un auge impulsado por artistas que han querido hacer del cristal su profesión

Júlia Ponsa
5 min
Julieta Cajal en el taller de joyería Cajal en el barrio de Gràcia, donde utilizan la técnica del vidrio soplado

BarcelonaTrabajan a 1.200 grados de temperatura, juegan con el fuego y el aire y soplan el cristal para esculpirlo y darle forma. Éste es el proceso creativo que siguen los artesanos del vidrio soplado para obtener piezas de joyería y objetos prácticos y decorativos únicos.

Un oficio antiquísimo con siglos de historia que pese a estar a punto de desaparecer vive actualmente una creciente popularidad. Es cada vez más habitual chocar con talleres intensivos que ofrecen un acercamiento al cristal soplado, pero lejos de convertirse en una experiencia de ocio más que busca entretenimiento o de probar algo nuevo, se está convirtiendo en un polo de atracción de gente que busca un oficio del que poder vivir.

Agustina Ros, diseñadora y artesana del vidrio, emigró de Misiones a Barcelona atraída por el soplado en caña al estilo veneciano, pero fue gracias a su maestro vidriero, Ferran Collado, que descubrió la técnica del flamework, que requiere una infraestructura menor que el soplado en caña y que trabaja el vidrio a partir de un soplete. Además lo hacen con un tipo de vidrio de alta calidad llamado vidrio de borosilicato. Todos estos cambios respecto a la técnica antigua del soplado en caña hacen que el flamework sea ​​mucho más seguro y no implique ya problemas de salud ni riesgos para los trabajadores.

En un momento en que el oficio del vidrio soplado era casi inexistente, Ros y Collado empezaron a trabajar y experimentar juntos mezclando técnicas modernas y antiguas. "Hace diez años estaba todo muerto. La fábrica se había comido a los pequeños artesanos y el valor del trabajo artesanal se había perdido; no había ninguna razón por la que seguir desarrollando el oficio artesano, ya que nadie estaba dispuesto a pagar -lo", explica el artista Agustina Ros.

Si bien el contexto apuntaba a la desaparición de la profesión, la magia de su técnica y proceso de creación ha ido atrapando a más y más personas. Que el vidrio sea tendencia de moda ha ayudado a ello, pero espacios pioneros de coworking de cristal soplado como el Barcelona Glass Studio han sido decisivos para reavivar el oficio. "A raíz de los talleres que hice en Estados Unidos encontré el concepto de cowork. Durante el día podías alquilar un espacio donde practicar y por las noches dabas clases. Esto te permitía crear ya la vez generar comunidad e intercambiar conocimientos", recuerda Ros. Una forma de trabajar que combina aprendizaje y creación constante y que la artista argentina quiso replicar en la capital catalana. Su estudio abrió sus puertas al año 2017 y ya han salido artesanas de vidrio soplado que se han hecho un hueco en el oficio. 'Atlántico desde Buenos Aires hasta Barcelona dispuesta a dejar atrás el mundo empresarial. “Me dedicaba a completar excelso, la vida diaria no era creativa y era monótona. Cuando descubrí el cristal soplado y el trabajo de mi mentora, Agustina Ros, quedé totalmente fascinada", explica Julieta Cajal.

El 'coworking' Cajal en el barrio de Gràcia, donde utilizan la técnica del vidrio soplado.

Así, de un curso intensivo de un par de días surgió una amistad entre Ros y Cajal. Una unión que generaría sororidad y fortalecería el oficio, dando lugar a otros estudios de coworking como Cajal, que además de ofrecer clases de vidrio soplado, proporciona también un espacio de trabajo y creación. "Cajal es un espacio de materialización de ideas y conceptos; un lugar para jugar y experimentar. Me gusta mostrar diversión en cada una de mis piezas, y por eso las joyas que ofrecemos tienen un diseño contemporáneo con un toque informal. Son obras de arte pensadas para llevar todos los días", añade la artista Julieta Cajal.

Otras vías de negocio

De hecho, ofrecer clases es una de las principales vías que permite a las artesanas de vidrio soplado sostenerse económicamente, ya que vivir únicamente de vender sus piezas de joyería es un escenario utópico que por ahora no consideran. "Actualmente no puedo vivir de esto. Y es una realidad del arte. Se vive a través de buscar otras vías, como dar clases o talleres; esto es la manera de generar el dinero que necesitamos para crear y experimentar", reconoce la diseñadora Laia Casademont, que lleva cuatro años trabajando con cristal y tiene su propio estudio en una antigua casa familiar del río Onyar.

Casademont es de las pocas artesanas del vidrio que tiene su taller fuera de la capital y, por este motivo, tiene claro cuál es el próximo paso a alcanzar. "Lo idílico sería que se descentralizara este arte de Barcelona. En un futuro próximo proporcionaré un espacio de creación y aprendizaje en mi ciudad, Girona", afirma el artista.

Algunas de las joyas hechas con cristal soplado en el Cajal.
Algunas de las joyas hechas con cristal soplado en el Cajal.

Pese a que vivir hoy en día del cristal soplado pasa por una combinación entre la venta de piezas y la impartición de clases, es cierto que saber diferenciarse es clave. Trabajar con vidrio implica una profunda concentración, dedicación absoluta y formación constante. El proceso y forma de llegar a un resultado determinado puede variar, si bien el tipo de vidrio y la técnica de trabajo coinciden. Así pues, ¿cuál es el secreto de la diferenciación?

Según Agustina Ros, ser capaz de generar una obra que nadie más puede imitar es lo que le ha brindado un desarrollo estético diferente, convirtiéndose así en una de las artesanas del vidrio más reconocidas internacionalmente. "Trabajar con la familia Collado me permitió palpar el trabajo artesanal antiguo y mezclé técnicas ancestrales y modernas. Sabía que si generaba una obra que técnicamente fuera fácil de conseguir sería rápidamente replicada. Por eso siempre he buscado que mi obra fuera técnicamente única", detalla la artesana Ros.

Una exclusividad que requiere esfuerzo, mucho tiempo y tener los ojos y la mente bien abiertos. "El vidrio te enseña a ser más flexible, a soltar y que todo sale a base de prueba y error. Puedes tener una idea muy clara ya menudo acabas haciendo algo totalmente diferente. Trabajar con cristal es imprevisible, sobre todo al principio" , afirma Laia Martínez, que hace apenas unos meses que ha empezado a trabajar con cristal.

Julieta Cajal revisando alguna de las piezas creadas con la técnica de vidrio soplado.

Asimismo, si bien trabajar con vidrio y jugar con fuego lleva implícito un factor sorpresa, las artesanas del vidrio soplado también coinciden en el poder terapéutico que tiene este arte. "Trabajar con cristal es mejor que pintar mandalas, te calma y es hipnotizador. Requiere paciencia, amor y delicadeza y te obliga a ir a su ritmo, ni más rápido ni más lento", matiza Julieta Cajal.

Por tanto, los beneficios de crear con vidrio compensan la constancia que exige. Un arte que cautiva a más personas cada día, hasta el punto de dar lugar a nuevas marcas de joyería especializadas en vidrio. Más popularidad que se traduce en mayor competencia y dificultad a destacar, pero que es a la vez la condición que permitirá la supervivencia del oficio. "Me hace feliz ver que hay cada vez más personas haciendo cristal. Es importante que haya un respeto a través del oficio y no debemos perdernos en si habrá o no competencia", expresa Agustina Ros.

Una revalorización del arte del vidrio soplado que allanará el camino a los artistas que vengan, y les facilitará poder dedicarse a él. "Cuando empecé y buscaba sitios donde poder aprender el oficio, crear o comprar el material, era complicadísimo. Es positivo que cada vez seamos más y no debemos ser competencia, sino compañeros", recalca la diseñadora Laia Casademont.

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