La diplomacia vaticana naufraga en Ucrania

Francisco intenta hacer de mediador en el conflicto pero admite que ni siquiera ha podido acercarse a la iglesia ortodoxa rusa

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Papa Francesc

RomaEl deshielo en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos en 2014 no habría sido posible sin la mediación del papa Francisco. Jorge Mario Bergoglio, aún fresco de su nombramiento como Sumo Pontífice un año antes, puso la diplomacia vaticana al servicio de los negociadores de Washington y La Habana para alcanzar un acuerdo histórico que puso fin a décadas de hostilidades. Unos meses más tarde, desde la capital cubana, Francisco pidió tender puentes y romper muros, un deseo recurrente en sus discursos, que está siendo ignorado en el conflicto entre Ucrania y Rusia.

La pequeña isla caribeña fue el escenario de otro evento histórico solo unos meses más tarde: el encuentro entre el jefe de la Iglesia católica romana y el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, las dos principales ramas del cristianismo desde que Moscú y Roma rompieron relaciones hace mil años. La breve reunión, celebrada en febrero de 2016 en el aeropuerto de La Habana, marcó el inicio de un largo proceso de reconciliación aún en marcha, que debía escribir su segundo capítulo en Jerusalén el próximo mes de junio. Sin embargo, la Santa Sede canceló la reunión entre Francisco y el patriarca Kirill para evitar mandar “señales ambiguas”, según confirmó el pontífice en una entrevista al Corriere della Sera.

Francisco reconoció al diario italiano que sus intentos para lograr una mediación que frene la escalada de violencia no han sido fructíferos. Y confesó que ni siquiera puede contar con la colaboración del líder de la Iglesia ortodoxa rusa, pues en la conversación por videoconferencia que ambos mantuvieron en marzo, “los primeros veinte minutos me leyó todas las justificaciones de la guerra”. Unas declaraciones que el Patriarcado de Moscú definió ayer como “lamentables” y poco útiles para “el establecimiento de un diálogo constructivo”.

El multimillonario patriarca ortodoxo, brazo espiritual del presidente ruso Vladímir Putin, está en el punto de mira de las sanciones impulsadas por la Unión Europea por sus arengas a favor de la invasión de Ucrania. Una guerra que ha justificado con vehemencia desde su privilegiado púlpito utilizando incluso proclamas homófobas, como cuando afirmó que el objetivo del ataque era acabar con el lobby gay que, según el líder religioso, impera en Occidente.

Mensajes por la paz

Desde que Rusia atacó Ucrania en febrero, Francisco ha puesto en marcha toda la maquinaria diplomática vaticana, encabezada por el cardenal Piero Parolin, para abrir una vía de diálogo con Moscú. Apenas 24 horas después de que estallara la guerra, Bergoglio se presentó en la Embajada de Rusia ante la Santa Sede, a escasos metros de la Plaza de San Pedro, para dejar un mensaje en contra de la guerra. “La Santa Sede está dispuesta a todo por la paz”, lanzó el pontífice en uno de sus primeros Ángelus tras el inicio del conflicto.

Su primer movimiento oficial fue enviar a dos de sus cardenales de mayor confianza a Kiev: el limosnero papal, Konrad Krajewski, y el responsable del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, Michael Czerny, que se reunieron con representantes locales de la Iglesia ortodoxa. Aunque para entonces, los nuncios vaticanos –una suerte de embajadores de la Santa Sede-- ya estaban trabajando a pleno rendimiento a través de los canales diplomáticos.

Ninguna iniciativa ha dado resultado y ni siquiera la autoridad moral de la que goza el pontífice ha sido suficiente para frenar el derramamiento de sangre. De nada ha servido tampoco la prudencia mostrada en las primeras semanas del conflicto, en las que Francisco trató de ser conciliador en sus discursos para no poner en peligro el diálogo ecuménico con la Iglesia ortodoxa. El pontífice evitaba nombrar a Rusia y a Putin en público, mientras que en privado hablaba por teléfono con Volodímir Zelenski. El papa Francisco mostró al presidente ucraniano su interés en visitar Kiev, pero recientemente el pontífice ha reconocido que antes que viajar al masacrado país, su deseo es reunirse con el líder del Kremlin en Moscú para pedirle que detenga la guerra. “Todavía no hemos recibido respuesta, pero seguimos insistiendo, aunque me temo que Putin no puede y no quiere tener esta reunión ahora mismo”.

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